Tengo una cuenta en LinkedIn que yo no he creado. No sé qué
habrán puesto, ya que la mayor parte de las cosas que sé es absolutamente
inútil. Es más, ni siquiera sé si las sé. Pero hete aquí que ahora descubro que
hay una segunda cuenta en LinkedIn a mi nombre. Una le envía correos
electrónicos a la otra intentando contactar con una parte de mi personalidad
que a mí se me escapa. Va por épocas. A veces una cuenta se siente más sola y
envía una andanada de correos pidiendo una cita,
una oportunidad. Otras, se hace el silencio en la noche. Un espeso compás de
espera insomne de prefiero aquellas noches en que tampoco dormíamos, pero lo
hacíamos al unísono. Como cuando llenamos el cuarto de velas y se nos fue la
mano y quemamos las sábanas y las almohadas que Ikea tuvo a bien obsequiarnos
con un perrito caliente sueco. Conservo aquellas almohadas chamuscadas como un
estandarte capturado al enemigo.
Soy el hombre sin personalidad. Un producto amansado de la posverdad.
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