miércoles, 10 de octubre de 2018

Navegaciones

Hace unos días mantuve una conversación fascinante con un amigo agricultor. Hay ritmos que impone la tierra de los que cabe aprender verdades profundas. La rotación de cultivos, el barbecho... la necesidad de que la tierra descanse. El hecho de cambiar, de no insistir hasta la saciedad aburriendo a las ovejas. Si aplicáramos algunos de estos conceptos simples a nuestras "complejas" vidas estoy convencido de que seríamos más felices.

¿Está diciendo usted que hay que cambiar de relación como mucho cada año?

Bueno, una idea refrescante, pero me refería a la vida personal. Uno de los problemas de la especialización y la repetición es que se pierde la visión del todo y uno termina por necesitar urgentemente unas vacaciones de sí mismo. La raíz del desastre emocional no está en las relaciones con los demás, sino en la imposibilidad de pasar 5 horas a solas.

Stanley Kubrick tenía un enfoque del impulso vital que siempre me resultó fascinante. Vaya por delante que tenía mente de ajedrecista de altos vuelos. Saltaba de un género a otro y era tan meticuloso (y obviamente tenía un enorme talento) que terminaba produciendo clásicos en cada mundo que exploraba. Creaba prototipos.

Es la diferencia entre hacer y estudiar lo que hacen otros. Orson Welles no fue a la universidad. Woody Allen le dio una nueva vuelta de tuerca:

-¿En qué universidad estudió usted? -preguntó cansinamente el periodista.

-En ninguna. ¡A mí me estudian en la universidad...!

El mundo es extraordinariamente rico como para limitarse a repetirse hasta la saciedad. Nuestro sistema educativo es como la medicina oficial: procedimientos estándar para todo el mundo. Eso carece de sentido. La constante es la diferencia, no la uniformidad. Hay que atreverse a perder la línea de costa y aprender a perder el tiempo, que es el caldo de cultivo para las grandes cosas.

Como dice otro amigo: "preparados o no, allá vamos". Así es como se cruza el Pacífico en las naves de Magallanes. Hace falta mucho más que valor para ir de Chile a Filipinas sin escalas en un navío de 1521. Más de cien días de navegación. Es preciso el aliento de los dioses en las velas. Y la desesperación humana.

Al principio fue el Caos.... dónde habré oído yo esa frase.

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