Interesante comentario de Carlos Boyero en El País de hoy. Habla de las series de televisión. Más bien habla de que está hasta los cojones de las series y de su pretendida genialidad. Este tema me ha hecho mantener algunas discusiones con amigos. Quitando cosas muy escogidas como Breaking Bad o la reciente miniserie Chernóbil, opino casi lo mismo que Boyero. El formato se me hace insufrible y los malabarismos de los guionistas para mantener funcionando el Deus Ex Machina me resultan tan artificiales que terminan desembocando en la pregunta esencial que se hace el ser humano contemporáneo, que no es otra que "¿Cómo como?". Duda existencial un tanto animal.
Homeland, por ejemplo, que arrancó de manera estupenda, se convirtió en un tostón. Sobre Juego de tronos... me reservo mi opinión. Digamos que me pilló unas cuantas décadas tarde. Dragoncitos... un cuarto de página de La Odisea y ya te vale. Sobre todo cuando Odiseo es secuestrado por Calíope en la isla del sexo desatado. Odiseo es el único varón y no le dejan escapar. Me pregunto por qué no me ha pasado a mí una cosa así. Me adaptaría en tiempo récord. Bueno... aún estoy a tiempo. Doy muy bien de Odiseo siberiano. Acaso el tango... No se meta usted en ciertos jardines, Mr. Rasskin. Por su bien se lo digo.
Se oye decir "el talento narrativo está ahora en las series de TV". Pero ¿qué talento? ¿Dónde...? Un buen libro y para de contar. Una película de Kubrick, de Billy Wilder. Cosas bien escritas con un cerebro potente detrás. Pero leer requiere esfuerzo y ahí con la Iglesia hemos topado, Sancho. El esfuerzo como que no es muy de esta época. La constancia, menos. La gente prefiere pildoritas, amiguitos, conversacioncitas. Emoticonos neuronales. Concentración y esfuerzo a fuego bajito.
Recuerdo haber leído que hacia el último tercio del XIX, la gente se enfrentaba apasionadamente en los cafés centroeuropeos defendiendo a Wagner o a Brahms. Y llegaban a las manos o los bastonazos.
Back to the future...
Maluma o Melendi? Decidíos, voto a Bríos. Os enviaré a mis padrinos. Al amanecer en el lago de la Casa de Campo (metro El Lago), donde la tribu de las Chochonis. Sentimiento, flor de Casa Campo. Alaska, personaje genial e irrepetible. Desde que el PP se instaló en el Ayuntamiento como si fuera su finca particular... miento. Relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor. Quien no se consuela es porque no quiere. Volvamos al duelo (Kubrick forever). Dónde estábamos... ah sí... Habéis puesto en duda el honor y la integridad de Maluma... ¡Poneos en paz con Dios, brigante, bellaco! ¡Probaréis mi acero!
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sábado, 14 de septiembre de 2019
Series de televisión
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lunes, 16 de abril de 2012
Del cine a la Real Realidad
Conocí a Carlos Boyero en una cena de homenaje a Luis Buñuel en la que el azar quiso que nos sentasen juntos. El ágape se antojaba aburrido y la comida escasa y fría, pero pronto trabamos conversación y la cosa derivó hacia el cine negro. Después de visitar los lugares comunes, recuerdo haberle comentado que una de mis favoritas del género era -y sigue siendo- la no muy conocida "Out of the past" de Jacques Tourneur, con Robert Mitchum y Kirk Douglas en estado de gracia. Y qué decir de Jane Greer, el bello mal en toda su gloria, ¡insuperable! Aprovecho para recomendar este magnífico film a todos los que no lo hayan visto. Amor y destino. Huida hacia adelante y aceptación. Y una escena final que hace que desees volver al cine todos los días.
Con cara de asombro complaciente y ojos de complicidad, el bueno de Boyero dio un respingo y juró que, tratándose de cine negro, esa película estaba en primera posición. Y ya me ganó para los restos. Pero no es de cine de lo que escribe nuestro hombre en esta ocasión. No. Nada de fantasía. Algo real para variar. Real demasiado real.
(Publicado en El País por Carlos Boyero 14-04-2012, ¿día de la República?)
Admites que debe ser extenuante la heroica tarea de los monarcas, que sus manos estarán amenazadas por la tendinitis al tener que estrechar miles día tras día, que de tanto sonreír a su amado pueblo y a los mandatarios que les visitan se les puede paralizar la boca, que debe de ser horroroso tener que comer continuamente con desconocidos en los infinitos almuerzos y cenas que forman parte ineludible de su trabajo.
Imaginas que el rey de España posee infinitas razones para deprimirse además del cansancio físico y anímico que le deben causar esos rituales fijos. A saber: uno de su yernos es un presunto manguis, aunque, por supuesto, la esposa de este no tendrá que pasar por el plebeyo oprobio de tener que declarar en un juzgado sobre la presunta delincuencia que ejercía su marido, ya que la inocente Infanta vivía en el limbo y jamás cometió la ordinariez de informarse sobre el progresivo pastón que entraba en su dulce hogar; a otro exyerno le atacó un ictus cerebral, tal vez debido al excesivo agobio que supone figurar en tantos consejos de administración, o vaya usted a saber por qué, y años después se siente tan responsable de los lúdicos juegos de su niño Froilán que le permite divertirse en compañía de una inofensiva escopetita, y luego pasa lo que pasa. Es probable que el campechano Monarca, ese hombre justo y en posesión de la inatacable certidumbre de que todos somos iguales ante la ley, también se sienta triste porque los sombríos tiempos que vivimos han afectado al presupuesto de su pobre casa y no ha tenido más remedio que estrecharse el cinturón para dar ejemplo reduciendo en un excesivo y brutal 2% la asignación anual que le proporciona su amado pueblo.
Si John Huston se permitió el lujo de rodar una película en África con la única intención de eso tan opiáceo que debe ser asesinar elefantes (¿o se dice cazar?), es normal que el Monarca comparta esa adrenalínica pasión, que para olvidar pasajeramente que su desolado país corre peligro de quiebra intente serenarse en África metiéndole balazos a unos paquidermos que jamás le hicieron el menor daño. Pero disponer de un espíritu tan deportista y aventurero también implica el riesgo de que tus huesos se puedan quebrantar. Y la mala suerte se ceba con demasiada frecuencia en la anatomía del hombre que vela por la felicidad de los españoles. Sus piernas, sus brazos, sus ojos, sus caderas, sufren toda clase de accidentes a lo largo del tiempo. Sus súbditos vivimos en perpetuo sobresalto. ¿Qué sería de nosotros sin su irreemplazable figura?
Con cara de asombro complaciente y ojos de complicidad, el bueno de Boyero dio un respingo y juró que, tratándose de cine negro, esa película estaba en primera posición. Y ya me ganó para los restos. Pero no es de cine de lo que escribe nuestro hombre en esta ocasión. No. Nada de fantasía. Algo real para variar. Real demasiado real.
(Publicado en El País por Carlos Boyero 14-04-2012, ¿día de la República?)
Admites que debe ser extenuante la heroica tarea de los monarcas, que sus manos estarán amenazadas por la tendinitis al tener que estrechar miles día tras día, que de tanto sonreír a su amado pueblo y a los mandatarios que les visitan se les puede paralizar la boca, que debe de ser horroroso tener que comer continuamente con desconocidos en los infinitos almuerzos y cenas que forman parte ineludible de su trabajo.
Imaginas que el rey de España posee infinitas razones para deprimirse además del cansancio físico y anímico que le deben causar esos rituales fijos. A saber: uno de su yernos es un presunto manguis, aunque, por supuesto, la esposa de este no tendrá que pasar por el plebeyo oprobio de tener que declarar en un juzgado sobre la presunta delincuencia que ejercía su marido, ya que la inocente Infanta vivía en el limbo y jamás cometió la ordinariez de informarse sobre el progresivo pastón que entraba en su dulce hogar; a otro exyerno le atacó un ictus cerebral, tal vez debido al excesivo agobio que supone figurar en tantos consejos de administración, o vaya usted a saber por qué, y años después se siente tan responsable de los lúdicos juegos de su niño Froilán que le permite divertirse en compañía de una inofensiva escopetita, y luego pasa lo que pasa. Es probable que el campechano Monarca, ese hombre justo y en posesión de la inatacable certidumbre de que todos somos iguales ante la ley, también se sienta triste porque los sombríos tiempos que vivimos han afectado al presupuesto de su pobre casa y no ha tenido más remedio que estrecharse el cinturón para dar ejemplo reduciendo en un excesivo y brutal 2% la asignación anual que le proporciona su amado pueblo.
Si John Huston se permitió el lujo de rodar una película en África con la única intención de eso tan opiáceo que debe ser asesinar elefantes (¿o se dice cazar?), es normal que el Monarca comparta esa adrenalínica pasión, que para olvidar pasajeramente que su desolado país corre peligro de quiebra intente serenarse en África metiéndole balazos a unos paquidermos que jamás le hicieron el menor daño. Pero disponer de un espíritu tan deportista y aventurero también implica el riesgo de que tus huesos se puedan quebrantar. Y la mala suerte se ceba con demasiada frecuencia en la anatomía del hombre que vela por la felicidad de los españoles. Sus piernas, sus brazos, sus ojos, sus caderas, sufren toda clase de accidentes a lo largo del tiempo. Sus súbditos vivimos en perpetuo sobresalto. ¿Qué sería de nosotros sin su irreemplazable figura?
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viernes, 31 de diciembre de 2010
Carlos Boyero la clava
El crítico de cine Carlos Boyero acaba de esbozar una brillante semblanza de nuestra no menos brillante Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, gloria y ornato del PSOE.
Pregunta: ¿En qué le parece que Sinde destaca más, como guionista o como ministra? Yo me he hecho la picha un lío (perdón por la expresión).
Meditada respuesta: Elemental querido Watson. Es lamentable en todas sus facetas.
¡Qué poder de síntesis! Ni Azorín lo habría dicho mejor con menos palabras.
He aquí el link para leer toda la entrevista:
Entrevista a Carlos Boyero.
Pregunta: ¿En qué le parece que Sinde destaca más, como guionista o como ministra? Yo me he hecho la picha un lío (perdón por la expresión).
Meditada respuesta: Elemental querido Watson. Es lamentable en todas sus facetas.
¡Qué poder de síntesis! Ni Azorín lo habría dicho mejor con menos palabras.
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Entrevista a Carlos Boyero.
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