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miércoles, 22 de septiembre de 2010

El enano del Elíseo

Unión Europea. Un continente de 500 millones de consumidores atentos a sus propios ombligos. Porque sólo así cabe explicar las tibias reacciones -cuando no abiertamente aprobatorias, como en el caso de Berlusconi, pero qué podemos esperar del payaso fascista- que han suscitado las medidas del gobierno de Sarkozy en relación con la expulsión de los gitanos rumanos a su país de origen.

A diferencia de los colectivos gitanos de España, la comunidad gitana rumana constituye un problema social. Su integración es muy compleja, nadie lo niega: se acepta como un hecho la vinculación de una parte de dicho colectivo con actividades ilícitas. No digo que sea algo sencillo de resolver. Pero ¿expulsión? ¿de un colectivo étnicamente bien definido en un continente que ha visto toda clase de barbaridades en este sentido? Las últimas en los Balcanes en fechas bien recientes...

Francia, la pretendida tierra de la libertad. ¿Expulsados a otro país de la Unión Europea? De la misma forma que regresan a Bucarest volverán a introducirse en tierras galas. Las fronteras están abiertas. Entonces, desde un punto de vista práctico ¿qué sentido tiene esta expulsión? ¿No es posible encontrar otra forma, algo que concilie la educación con la integración y el respeto a sus formas de vida ancestrales?

¿Hay que culpabilizar a TODO el colectivo, niños incluidos? Así actuaban los nazis con los judíos europeos. Cuando se enternecían porque algún niño judío era suficientemente rubio, lo daban en adopción a una familia aria para su reeducación. También lo hicieron los genocidas argentinos con los hijos de los desaparecidos. Modos fascistas.

En los años cuarenta circulaban trenes por toda Europa transportando judíos. Incluso los países neutrales miraban para otro lado. Los trenes pasaban por Suiza, preferentemente de noche y sin hacer paradas, procedentes de Italia o los Balcanes. Nadie vió. Nadie oyó nada. Es obvio que la comparación con lo que hicieron los nazis resulta desmedida, pero activa la huella del recuerdo: expulsión por motivos étnicos. El recuerdo de lo que nunca debió suceder.

Esa facilidad que tiene nuestra especie para transmitir el estrés a terceros. Siempre buscando cabezas de turco: los gitanos, los judíos, los palestinos, los chechenos, los bosnios, todo aquel que se ponga por delante y esté en minoría o en inferioridad de condiciones.

La comisaria Reding -ole, ole y ole- se ha enfrentado con gran valentía casi en soledad a los que, con la ley en la mano, dictaminan: deben irse. A ellos y a sus hijos no les toca. De momento.

Esta noche, el enano de apellido húngaro (¿correrá algo de sangre gitana por sus venas? Seguramente no. No lo veo cantando una bulería que te parta el alma, bailando como un dios o tocando la guitarra como Django) bajará en batín a cenar con su lúbrica esposa de diseño, hábilmente recauchutada por los cirujanos más exclusivos.

Distraídamente, Fifi roe su hueso perfumado en su canastilla de mimbre del Nilo. Suena música suave de Debussy.

A los postres, Monsieur Le Président ingerirá una pastillita azul traída en bandeja de plata por un ujier ataviado como el almirante Nelson e intentará estar a la altura de las circunstancias. Algo que, en su caso, resulta triplemente difícil.

Europa entera mira para otro lado.

Qué planeta de mierda.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Sarko

Sarkozy, Monsieur Le Président de Francia, primera tierra en donde se gritó aquello de Libertad, Igualdad y Fraternidad, acaba de expulsar a gitanos rumanos que vivían hacinados en sus tierras feudales. Qué grande El Enano. Y qué valiente. Tampoco parece que nadie vaya a irritarse demasiado. Qué más da. Qué pena no tener a Himmler cerca. Qué bonito canta Carla Bruni, la Primera Dama, que era de tendencias izquierdistas pero ahora se deja llevar. Una nueva Conferencia de Wannsee, una nueva Solución Final. Quién sabe si caminamos hacia ella.

Hay que deshacerse de todos aquellos que afean el paisaje. Que sólo quede gente bien –a ser posible, blanca-, con buenos trabajos, con propiedades y con buenos puestos. Empresarios, si puede ser. Hay que eliminar a todos los que no tengan tarjeta de crédito. Gentuza. Chusma.

-¡Dicen que tienen hambre y están todos gordos!- afirma la señora Pituta Rebolengo de Reconchetinni cuando los descamisados toman Buenos Aires al asalto, cual zombies angurrientos, remontando el Riachuelo.

La niña se ha enamorado de un músico. Pobre, obvio. Hay que tocar a rebato en el Centro Social de la Urbanización. ¡Hay que cantar el himno de Ciudad Pijín! Convocar al Consejo Mundial Inmobiliario. Esto no va a quedar así, doña Eduvigis. Primero con un negro y ahora, un músico. ¿Qué hemos hecho mal?

Van dos por la calle. Uno es músico... y el otro tampoco tiene ni un puto duro.

En Francia hay un enano que usa zapatos con alzas para parecer más alto y acaba de fletar aviones para repatriar a los gitanos procedentes de Rumanía. Un triunfo de las políticas de integración y una firme apuesta por la educación. Se llama Sarkozy, un nombre bien francés, como Dupont, Guillaume o De la Rue. Cuidado, no lo vayan a expulsar a él también, ¡métèque…!

Los únicos que toman las armas en el frente de Madrid son septuagenarios idos que se lían a tiros por causa de incidentes de tráfico. ¡No pasarán!

Una época para recordar.