viernes, 19 de marzo de 2010

La educación del nuevo siglo

Para aprender a improvisar -base fundamental de la composición y del disfrute musical- hay que tirarse al barro. Se pueden leer decenas de libros y practicar cientos de escalas, voicings y clichés. Es sólo vocabulario. Nada de eso resulta decisivo: a improvisar se aprende improvisando. Transitando las complejas sendas de la mímesis. Las extrañas y fascinantes corrientes magnéticas que se generan, de forma bidireccional, entre artista y público. Una combinación irrepetible de azar y necesidad.

Los flamencos, cuyo sistema de tradición oral se basa en el dominio de más de cien palos distintos y la concatenación de falsetas o unidades breves de sentido, lo saben bien. Pero para aprender flamenco hay que vivir las fiestas de los gitanos, donde los niños pequeños bailan y dan palmas y los mayores se parten el pecho y la camisa. No basta un librito lleno de puntitos. Son los únicos seres que saben cómo celebrar el improbable hecho de estar vivo. Los flamencos son dioses.

Siempre me han parecido absurdos los análisis a posteriori de las proezas de Charlie Parker o de John Coltrane. Como si fueran decidiendo en cada momento pasar a "Fu menor" o a "Mi Renault", descritos con ese estilo rimbombante propio del profesor de escuela. El verdadero músico no tiene tiempo para esas chorradas: o está tocando o está componiendo. O está robando al compañero o se está equivocando y desbrozando un nuevo camino. Su estilo inconfundible radica más en sus errores -en su especial y sutil manera de cometer un error- que en sus pretendidos aciertos. Esa obsesión de Occidente por comprenderlo todo, por aprehender los fenómenos que tienen que ver con el espíritu, como si la magia pudiera encerrarse en una caja. Como si a Dios se lo pudiera describir con una ecuación. Esta civilización de monos encorbatados pendientes de sus propios ombligos.

Cuando la magia se transformó en ciencia el arte tomó el relevo. Es como pretender analizar un poema exclusivamente desde un punto de vista sintáctico. Inútil para lo esencial. Como esas tesis doctorales en donde alguien habla de lo que ha hecho otro (en lugar de hacerlo él) y dice cosas como "a lo largo de su magna obra, el insigne autor Genaro Cabezabuque repite la palabra culo en 3.726 ocasiones, llamándolo trasero en 717 y culete en 128"). En vez de hacer el amor en los parques, en las playas, en los coches y en aparcamientos universitarios con velocidad uniformemente acelerada, ¡el tipo se dedicó a contar las palabras! Un antes y un después. Cum Laude garantizado. Las universidades y los conservatorios son como un inmenso vientre hinchado repleto de gas fétido. Preparan gente para trabajar en la Universidad o en el Conservatorio, no gente para salir al mundo exterior. Es el círculo endogámico perfecto. No preparan gente para escribir libros que expliquen por qué existe la muerte ni para cantar tangos que te partan el alma. Y si no sirven para eso, ¿para qué carajo sirven?

La diferencia entre la forma de caminar de un africano, bailando sobre la acera, y los andares de un hipopótamo caucásico con el colesterol por las nubes.

Hoy nos enfrentamos a retos educativos sin precedentes. La evolución de la tecnología está creando nuevas brechas, nuevas separaciones que van más allá de las diferencias sociopolíticas. El peligro está en crear una nueva generación de hombres y mujeres que ignoren totalmente nuestra tradición cultural.

Nuestro viejo sistema educativo se enfrenta a múltiples paradojas. Los maestros intentan enseñar a alumnos que manejan herramientas que ellos desconocen por completo. En ciertos terrenos, los alumnos podrían enseñar a los maestros. Éstos tratan de prepararlos para resolver problemas que aún no hemos definido ni sabemos cómo enfrentar, armados con la lógica de generaciones anteriores. Sólo una mente crítica, inconformista, inquieta hasta la saciedad puede tener alguna oportunidad en un mundo sobrecargado de ofertas, enloquecido por la soledad cibernética, ajeno al contacto humano. Un mundo disociado del dolor de los epsilones. Suicida y homicida.

¿A alguien le enseñan algo realmente útil en las escuelas? Alguien que no sabe cocinar con alegría, no sabe cambiar un enchufe, no sabe cómo planchar una camisa adecuadamente -tema digno él solo de una carrera de duración media-, no sabe de qué va un plan de pensiones y se la clavan doblada en su banco de "confianza" o le venden un fondo de inversión basado en acciones tan seguras como el Titanic -ni el mismo Dios podría hundirlo-, no sabe adaptarse a una nueva vida, no sabe gestionar un divorcio... no sabe un pimiento de nada. ¿De qué le sirven las integrales, la desamortización de Mendizábal, los neutrinos, la lista de preposiciones, el vínculo estocástico, los artículos de la Constitución, los procedimientos inductivos, el imperativo moral, los comentarios de texto? De poco, me temo. Como dijo Mark Twain, don't let school interfere with your education.

Woody Allen lo interpreta a lo Groucho Marx:

-¿En qué Universidad estudió usted?

-En ninguna. En la Universidad me estudian a mí.

El campo del e-learning supone una serie de oportunidades únicas. Pero no podemos reproducir el modelo tradicional cambiando sólo el aspecto externo.

He aquí una entrevista con Roger Schank que, con la mesura y tibieza que aprecio tanto en el ser humano, declara: El "e-learning" actual es la misma basura, pero en diferente sitio. Hay mucho que debatir al respecto, pero en lo esencial estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación. Sé que muchos lectores de este blog se dedican a tareas que tienen que ver con la enseñanza y la preparación de las nuevas generaciones para enfrentar los retos del futuro inmediato. Qué clase de educación, qué mundo perseguimos. Cómo lograr lo más difícil, el que a mi juicio es el no va más de la formación: alumnos con CRITERIO. Tan sencillo de formular y prácticamente imposible de lograr.

Roger Schank es un experto en Inteligencia Artificial que investigaba cómo educar a los ordenadores y acabó descubriendo que a los humanos nos educan mal. Schank fue profesor de Ciencias de la Computación y Psicología en la universidad de Yale y, posteriormente, director del Proyecto de Inteligencia Artificial de la misma institutión. En 1989 fue contratado por la universidad de Northwestern para crear el Instituto de Ciencias de la Educación. Ha sido también profesor en Standford y Carnegie Mellon, pero ha tenido que esperar hasta los 64 años para que una institución académica le permitiese poner en práctica sus teorías: la Escuela de Negocios de La Salle presenta en marzo una serie de másters en Internet basados en la revolucionaria visión educativa de Schank.

"Todo lo que puedas aprender se basa en la práctica. Para saber conducir un coche no tienes que estudiar cómo va el motor o por qué se mueven las ruedas"
"Las escuelas adoptan las tecnologías y las arruinan. Cuando salió la televisión todas pusieron una en cada aula, pero la usaban para hacer lo mismo que antes"

Pregunta. ¿Qué piensa del actual sistema de enseñanza virtual, el e-learning?

Respuesta. Es la misma basura, pero en un sitio diferente. Las escuelas cogen las nuevas tecnologías y las arruinan. Por ejemplo, cuando salió la televisión todas pusieron una en cada aula, pero la usaban para hacer exactamente lo mismo que antes. Igual ahora con los ordenadores: ¡Oh, sí, tenemos e-learning! ¿Y qué significa? Pues que dan el mismo curso terrible, pero en línea, usando los ordenadores de forma estúpida.

P. En su página web leo: "Sólo hay dos cosas que están mal en el sistema educativo: qué enseñamos y cómo lo enseñamos". ¿Qué deberíamos enseñar?

R. A vivir, que tiene muchos aspectos, como aprender a ser un abuelo o una madre. Pero la escuela no nos lo enseña. Tampoco a tomar decisiones sobre nuestra vida, aprender valores humanos o decidir qué trabajo nos gustaría.

P. ¿Y cómo deberíamos enseñar?

R. La fórmula del profesor que da la clase magistral y los alumnos hacen exámenes no funciona. Deberíamos aprender como cuando éramos pequeños: nuestros padres no nos sentaron en una mesa y nos dijeron que nos iban a enseñar a hablar, que eso era la gramática y lo otro, el vocabulario. No. El niño habla y, cuando se equivoca, sus padres le van corrigiendo. Aprendemos conversando con los niños, usando el lenguaje.

P. Es lo que usted llama "aprender haciendo".

R. Sí: todo lo que puedas aprender está basado en la práctica. Para saber conducir un coche no tienes que estudiar cómo funciona el motor o por qué se mueven las ruedas. Toda la educación debería ser así, práctica.

P. En sus libros explica que es así como aprende la mente humana.

R. Los seres humanos tienen diferentes procesos mentales que funcionan desde que nacemos, como hacer predicciones, decidir objetivos o establecer la causa de las cosas. Si lo haces bien, triunfas en la vida. Pero en la escuela no lo enseñan. Como mucho te enseñarán la relación causa-efecto en física, pero no adaptada a la vida real. Lo que necesitamos es conocimiento práctico de por qué suceden las cosas con las que nos enfrentamos cada día de nuestras vidas.

P. ¿Pero cómo enseñar de forma práctica algo tan importante como filosofía, literatura o historia?

R. Es que no son tan importantes. Lo son para los académicos, que deciden qué debemos aprender. Si una parte de la población quiere, de acuerdo, pero no deberían obligar a todos los estudiantes del mundo a aprenderlo. Y sí, es posible estudiar historia de forma práctica, por ejemplo con una simulación que te lleve a la Revolución Francesa.

P. ¿Cómo pueden los ordenadores ayudar al "aprender haciendo"?

R. Con simulaciones más o menos elaboradas que presenten situaciones reales: tenemos este problema, cómo podría resolverse. Ni siquiera necesitas un ordenador para esto, aunque lo facilita, ya que te permite trabajar con personas que no están en tu misma habitación. El auténtico cambio es cómo se enseña, no los instrumentos.

P. Los mejores hackers que conozco son autodidactas, ninguno ha aprendido en las universidades sino con sus ordenadores.

R. Exacto, han aprendido haciendo, como ir en bicicleta.

P. ¿Entonces, no necesitamos escuelas?

R. Por supuesto que no y deberían ser eliminadas. Las escuelas están controladas por los gobiernos, que no se preocupan de que salga de ellas gente inteligente. Todo lo contrario: quieren gente simple que no se haga muchas preguntas ni complique las cosas.

P. ¿Cómo llegó a estas conclusiones?

R. Mi campo de estudio es la inteligencia artificial, hacer a los ordenadores inteligentes. En los setenta trabajábamos muy seriamente sobre cómo los ordenadores deberían aprender. En los 80, cuando ya era un experto en educación, mis hijos entraron en la escuela. Y cuando ví lo que hacían allí me llevé las manos a la cabeza. ¡Qué forma más estúpida de aprender!

P. ¿Por qué?

R. Un ejemplo con mi hijo: a los 6 años me llegó una nota de la profesora que decía que no era bueno en matemáticas, cuando yo sabía que a los 4 ya hacía multiplicaciones. Fuí a verla y me explicó que aprendían a hacer cuentas con líneas hechas con rotuladores ¡y que mi hijo no dibujaba bien las líneas!

P. Ahora experimenta con sus nietos. Ha creado videojuegos que les enseñan matemáticas o a leer. ¿Funciona su sistema?

R. Sí. Mi decisión más importante se refiere al mayor, que tiene 8 años. Mi hija dudaba a qué escuela llevarlo. Le propuse montar una con otros padres y hoy son doce chicos en una habitación, con una profesora, que lo único que hacen es lo que les gusta a esa edad: construir trenes, coches, camiones, robots.

P. Es la misma línea que ha seguido para crear los másters de La Salle de Barcelona, haciendo que los alumnos se enfrenten no a teorías sino a situaciones simuladas de la vida real...

R. Va a cambiar el mundo. Es divertido, emocionante, algo muy nuevo. Cuando me lo propusieron pensaba que bromeaban porque hablamos de una universidad, que es parte del sistema, que me contrata para cambiar este sistema.

3 comentarios:

la stessa ma altra dijo...

Para leer muchas veces, me lo voy a imprimir... llevo años tratando de trabajar con los alumnos desde la práctica, hay contextos y contextos ( el tema de lo social es determinante, pero se puede aprovechar potencialmente, y no son palabras huecas) pero a veces requiere un esfuerzo muy grande que sigo, sin ninguna falsa humildad, dispuesta a seguir realizando. Los beneficios son múltiples, y personas con criterio pueden llegar a resultar aterradoras para una parte de la sociedad; por suerte he encontrado lugares en donde se comparte esta forma de trabajar; también pensaba en el tema de la imrovisación, una de mis prácticas musicales habituales, que también trato de enseñar, y en el hecho de que las clases de lo que sea siguen el hilo conductor de este modo de ver o de abordar el conocimiento; al fin y al cabo, se trata de ser coherente, de, como dice mi hija Anahí, pensar en los alumnos como si fueran tus hijos; porque nadie aprendió a criar a sus hijos en una academia, se trata de una improvisación constante casi...y tampoco a nadie le gusta que traten a sus hijos como esquizofrénicos... o si?... resultó medio una disgresión, pero me hizo reflexionar sobre mi propia práctica, y pensar que mi hija no aprendió a enseñar en ninguna academia, y le va muy bien, y, en definitiva yo tampoco... Me resulta conmovedor el último párrafo de Schank, algo así como profesores-caballos de troya del sistema... alguna vez se sintieron así?... Yo soy un poco más escéptica viendo el rumbo que está tomando la educación superior artística en Argentina...hacen falta muchos años creo, muchos profesores-caballos de troya, y muchos valientes que estén dispuestos a dar pelea... yo voy a seguir improvisando...y que me vengan a buscar!... otra vez tus publicaciones me hacen sentir acompañada, gracias mil.

la stessa ma altra dijo...

profesores embarrados, tal vez? o con suficientes ganas de embarrarse : )

Editorial dijo...

Estoy de acuerdo, pero los extremos de eliminar las escuelas...
Me considero un músico autodidacta, pero cuando empecé a estudiar... mis poemas se volvieron más ricos, porque tenía nuevas herramientas para comunicar lo que siento.

El Hogar es la Escuela.

Abrazo.