viernes, 19 de marzo de 2010

Valdez. Seis

Hacia el mediodía empezó a llover, al principio tímidamente, pero luego se largó con todo. Así que ante la falta de guita y la presencia del agua, decidieron refugiarse en la pensión de Valdez, en donde a la hora de llevar minas no le hinchaban mucho las pelotas.

Se cebaron unos mates y se pusieron a charlar. Tardaron unos diez minutos en meterse en la cama. El sonido de la lluvia contra el vidrio de la ventana invitaba a hacer el amor furiosamente, era la llamada de la selva, el recuerdo de cuando éramos un puñado de monos asustados que vivían en los árboles. Contentos de estar vivos. Las lluvias torrenciales daban la oportunidad a nuestros lejanos antepasados de disfrutar del sexo sin el temor constante de caer en manos de un depredador.

Valdez trató de concentrarse pero aquello no levantaba temperatura. Problemas con el condensador de fluzo. Había inducción en chacrita. Sería el estrés previo al golpe. Qué se yo… Se acordó de una mina única -como salida de un cómic manga: inspiraba a cualquiera- con la que se enganchó durante las celebraciones del Día Nacional del Boludo, en junio del año pasado. El país se paraliza durante esta festividad de profunda significación rioplantense y la gente se vuelve más amable, más cariñosa. En los colegios de toda la nación se realizan actos deportivos, mesas redondas y toda clase de celebraciones presididas por la Enseña Nacional portada con singular elegancia por el Abanderado y sus Escoltas. Alumnos, en pie.


Probó de todo, visualizando todo tipo de imágenes como le había recomendado el psicólogo de la barra, Gratosky. Che… un boxeador, qué papelón.

Hasta que le vino a la mente la imagen del General San Martín avanzando al frente de sus tropas:

-¡A la carga, mis valientes! ¡Vencer o morir!–gritaba el bravo general, padre de la patria, padre de todos nos, padre de todos los padres.

San Martín marchaba al encuentro con la muerte con la espada desenvainada, a por las tropas realistas, a pecho descubierto. La virilidad en estado puro, sin mezcla. Así, como Dios lo trajo al mundo. Pero la imagen era un poco rara. El ínclito prócer galopaba hacia atrás y las encendidas arengas a las tropas ¡Adelante mis valienteeeeees! ¡Vencer o moriiiiiir! estaban muy distorsionadas, como en un sueño medio raro. Como si San Martín y las tropas realistas estuvieran en pedo. Eso sí, el Libertador iba montando su famoso caballo, el mismo que le acompaña por toda la eternidad en las plazas de la República.


-¡¿De qué color era el caballo blanco de San Mart…?!- gritó de repente Valdez, acordándose del boludo de Giménez, que se sentaba dos pupitres más a la izquierda. Nora lo miró azorada.

Y eso fue el bálsamo de Fierabrás. Gracias a la imagen del héroe de Yapeyú, Valdez tuvo una erección simpar, entre los grandes padres del aula, Sarmiento inmortal, con gloria y loor incluidas.

-Campeón, vení para acá…- susurró Nora, tomando el mando de la situación.

Entonces empezó el gran quilombo. La cama comenzó a moverse como la de la niña de El Exorcista, volaron las sábanas y crujieron los muelles. Vos arriba, ahora correte un cachito, no, más a la izquierda, pará loco, así no… no tan rápido, un poco más suave… qué ansiedad… ahora, dale nomás, así, mmmmmmm. Estuvieron rompiendo las paredes durante horas.

-Un poco más despacio, negra, que nos van a oír en toda la cuadra…

A pesar de su dilatada experiencia, Valdez creía que alcanzar el orgasmo al unísono con una compañera de cama era una especie de leyenda urbana, algo que contaban los muchachos del bar como para darse importancia. Le bastaron cuarenta minutos para comprobar que eso no era así. Era como el cuento de las multiorgásmicas, que solía referir el gallego Soto a quien prestase oídos. Haberlas, haylas. Y cuidadito.

"Esta mina es algo que no tiene nombre", pensó el púgil mientras se acordaba de Belgrano, de la Primera Junta, de Martín Güemes, del Negro Falucho -sobre todo del Negro Falucho. Había que preservar el efecto Libertador, no fuera que la gesta acabara naufragando frente a las costas de Boulogne sûr Mer. Otra que Gi Monte.

Los ojos de Nora brillaban en la oscuridad. No paraba de susurrarle cosas al oído. Cosas irreproducibles. Cosas que sólo se pueden decir en medio de encuentros en la tercera fase. Barcos que se cruzan en la noche. Valdez estaba hecho un toro.

De repente, se oyó la voz ronca del turco que regentaba la pensión.

-Che, déjense de cojer de esa forma desesperada que hay más días. Hay más tiempo que vida. Vengan a ver esto...

ALERTA METEOROLÓGICO

El Gobierno Porteño recomienda a los vecinos:

• ABSTENERSE DE SACAR LOS RESIDUOS DOMICILIARIOS.
• No circular por calles anegadas.
• Retirar los vehículos estacionados en zonas anegables.
• No colocar macetas ni sillas de plástico y retirar las colocadas en ventanas o balcones que, por acción del viento, puedan ser arrastradas al vacío provocando en su caída consecuencias lamentables.
• Tener sumo cuidado con tendederos y todo elemento que pueda provocar riesgos a terceros.
• Asegurar los elementos que se encuentren en obras de construcción, tales como chapas, ladrillos, tirantes, etc.
• Poner especial atención al cruzar la calle. Hacerlo por las esquinas asegurando el cruce antes de realizarlo.
• No tocar columnas del alumbrado, cajas de luz, o cualquier tipo de cables que hubiere en la vía pública.

En caso de detectar cualquier irregularidad que implique un riesgo, comuníquese de inmediato, por la línea gratuita 103 de Emergencias en la Vía Pública y Edilicias.
Asimismo se informa a la población que personal de la Subsecretaría de Emergencias del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra recorriendo las distintas zonas a efectos de evaluar la situación reinante y ante la detección de anomalías, dar intervención a los distintos organismos que integran su centro de operaciones de emergencias.


“Abstenerse de sacar los residuos domiciliarios”, dice el bando. Pero eso es lo que hacen justamente los porteños en cuanto empieza a llover: sacar toda la merda afuera.

-Che, decile al pibe que saque la basura que está empezando a llover.

-¡Decíselo vos, pelotudo!

Los habitantes de Buenos Aires ya no se sorprenden ante esta clase de sucesos. Las bocas de desagüe quedan tapadas con bolsas de desperdicios en menos de lo que canta un gallo y el nivel de las aguas sube y sube, como la espumita de aquella publicidad de cerveza Quilmes. Es el Diluvio.

Existe un servicio municipal de honda raigambre en la ciudadanía. Data de los tiempos de la colonia. A diferencia de la vendedora de empanadas, el aguatero o el vendedor de velas, el soretero de Buenos Aires sobrevivió a los embates del tiempo.



Cuando la ciudad se convierte en una Venecia improvisada es necesario eliminar las aguas negras a la antigua usanza. Aquí es donde juega un papel fundamental el soretero que, como su nombre indica, va recuperando bolsas repletas de soretes y otras inmundicias para alivio de la sufrida urbe. Este empleado municipal se desplaza en botes especialmente acondicionados para la recogida y, posteriormente, lleva la preciada carga hasta una estación de reciclaje que suele estar colapsada, taponada, en obras o clausurada.

La población local adora a sus soreteros. Es muy habitual que cuando uno de estos funcionarios entra en un restaurante el resto de los comensales se ponga de pie y comiencen a aplaudir. Andando el tiempo, muchos de ellos se han dedicado a la política de ámbito nacional con excelentes resultados. Incluso llegó a hablarse de un Frente Unido de Soreteros pilotando la nave de los Libres del Sur. Están tan acostumbrados a flotar… son incombustibles.

Valdez. Uno
Valdez. Dos
Valdez. Tres
Valdez. Cuatro
Valdez. Cinco

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