Como planteaba Woody Allen en la soberbia Match Point, a los occidentales nos cuesta horrores reconocer cuántas cosas dependen en nuestras vidas de la suerte. Deseamos conservar la ilusión de que tenemos el control, de que todo depende de nuestra voluntad. Die Welt als Wille und Vorstellung, que diría el genial Schopenhauer. Pero no es así.
Ahí tenemos el caso de los dos ¿líderes? de España. El presidente actual, que ya ha superado la línea de los seis años de gobierno, nació con una gran flor allí donde la espalda pierde su casto nombre.
La forma en que fue elegido secretario general del PSOE, derrotando al candidato "oficial" -el folklórico José Bono- de manera inesperada y sorprendente, ya anunciaba que los hados estaban de su parte. Y qué decir de la manera en que llegó a la Moncloa, against all odds... Marzo de 2004. Hizo falta el atentado más brutal de la historia contemporánea de España y una pésima y ridícula gestión de la crisis sin precedentes que se suscitó en los días posteriores al atentado y previos a las elecciones por parte del partido entonces en el gobierno, los tories españoles: el PP. Las probabilidades de que dos acontecimientos tan extremos -la madre de todos los atentados y Acebes en todo su esplendor- ocurran de forma simultánea son mínimas. Pero el cero también sale en la ruleta y el único mérito de ZP es haber estado allí, ser la única alternativa viable de gobierno.
En cambio, los destinos de Mariano Rajoy, líder del PP, parecen estar presididos por el signo del marasmo. Es como esa gente que se acerca a un ordenador y este deja de funcionar, como por arte de magia. Es gafe, yeta, mufa. Un cenizo de pura cepa. Como pasaba con Méndez, infame presidente de la Argentina cuya simple mención abría las puertas del Averno. Ni siquiera estaba permitido decir en voz alta su verdadero nombre, ya que uno corría el peligro de caer fulminado por un rayo o ser desmaterializado o vaya usted a saber qué. Tenía terminantemente prohibido acudir a los partidos de la Selección Argentina ya que, en tal caso, el combinado albiceleste podía perder con Tonga por 13 a 0.
Rajoy es un ¿líder? absurdo. Con una crisis como la que afecta a España en los 2 últimos años debería acumular una ventaja en la intención de voto de quince puntos o más. Pero no. Ha estado bailando en 2-3 puntos como mucho. Si no logra convencer de que es la alternativa en semejante tormenta perfecta, apaga y vámonos.
Lo que resulta más preocupante de Rajoy es su ausencia de carácter. La manera en que está gestionando el caso Gürtel en Valencia -donde el impresentable Camps sigue al frente de los destinos de la comunidad autónoma- o el caso Matas en Baleares resulta paradigmática. Qué se puede esperar de alguien que admite en las filas de su partido corruptos de semejante ralea.
"Lo nuestro es muy bonito", le decía Camps a "El Bigotes" mientras las contratas a dedo y los regalos de postín volaban de un lado a otro. Sinvergüenzas y torpes, muy torpes. Un cocktail letal. Matas, Bárcenas, El Bigotes, Don Vito, Costa, el siniestro de Castellón, una lista interminable.
Si es una cuestión de hado, Zapatero volverá a ganar en 2012 y Rajoy volverá a perder por tercera vez. Sería estupendo para la ¿izquierda? que en el PP se empeñen en mantener a Rajoy tras una nueva derrota. Habría PSOE hasta el año de la Olimpiada de Madrid con Gallardón en el asilo. Da igual que el déficit del estado quintuplique los límites marcados por Europa y que no haya norte en el "plan" para sacar al país de la recesión. Aún así, el PSOE está obteniendo cierto éxito en la preservación de la paz social. Aunque hay situaciones desesperadas, muchas de ellas afectando a gente que se metió en la espiral de la especulación sin el más mínimo sentido común, España aún está lejos de vivir un 2002 argentino. Al menos, eso parece.
La cuestión de la reforma del mercado laboral es una patata caliente para el PSOE, que intenta ganar tiempo e implora al cielo que cambien los vientos.
Pero nuestra teoría de la suerte no lo explica todo. Ahí está la tercera en discordia, Rosa Díez, ex dirigente del PSOE que, con la proyección alcanzada de las últimas elecciones, podría aspirar a convertir su nueva formación -UPyD, el nombre ya es raro, depresivo y no suena a "Gardel" o "Elvis"- en partido bisagra inutilizando a Izquierda Unida. Con viento en popa, Rosa Díez se encargó de echar por tierra dicha teoría al demostrar que la propia estupidez es una poderosa fuerza a tener en cuenta. Por la boca murió el atún. Alguien que podría haber capitalizado el descontento de los no nacionalistas y los desencantados del PSOE y del PP -es decir, más de media España-, eliminó toda su credibilidad de un plumazo al señalar que "Zapatero podría ser "gallego" en el sentido más peyorativo del término". Brillante. Los gallegos encantados, of course, con muchas ganas de encontrarla paseando por las calles de Santiago y abrazarla. Hay que ser...
¿Quiere hacer amigos? ¡Pregúnteme cómo! UPyD.
Hay muchas maneras de ganar una batalla. Verbigracia, Lao Tsé. En esta partida de ajedrez no se trata de Fischer, Spassky, Karpov, Kasparov, Capablanca o Alekhine. No. Aquí se trata de simples aficionados que se benefician de la torpeza del contrincante. No ganan por la propia genialidad o el arrojo de sus sacrificios. Es el error garrafal del contrario lo que les otorga alguna posibilidad de maniobra. Errores de principiante, de tipos que se dejan la mitad de las piezas por el camino.
Eso y una gran flor primaveral.
domingo, 18 de abril de 2010
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1 comentario:
mirá que me has hecho reír contando cosas tan serias!! en presente, Martín,en presente... "abre" las puertas del Averno... : )
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