viernes, 17 de diciembre de 2010

Marcharse

Recuerdo la primera vez que oí hablar del suicidio. Fue a causa de un tal Cacho, un señor con problemas mentales que, al igual que Anna Karenina, se tiró a las vías del tren. Detrás suyo dejó un tendal de gente con graves trastornos, uno de los cuales es mi primo de cuyo nombre no me acuerdo y está como un cencerro. Un cencerro psicótico.

También tengo memoria de haber visto la película basada en la fantástica novela de Tolstoi e interpretada por una bellísima Greta Garbo. Yo debía tener ocho o nueve años. La escena final la llevo clavada en mí, como dice el tango.

Mucho más tarde, viví indirectamente el suicidio del hijo de un alumno mío. No lo conocía demasiado. Recuerdo que, en las escasas ocasiones en que nos encontramos, me hablaba de dinero, de ganar mucho dinero, siempre dinero. Había elegido ser pintor. Y quería ganar mucho dinero con ello. Iba bien encaminado...

Hoy se ha suicidado Gonzalo Meza, nieto de Salvador Allende. Sólo tenía 45 años. El año pasado perdió a su mujer y no pudo volver a remontar el vuelo.

Atravesando la frontera de los cuarenta años -año arriba o año abajo- la nave se adentra en Terra Incognita. Aún no eres viejo pero definitivamente ya no eres el joven que fuiste. Sucede como en esas películas en las que los muertos se comportan como si siguieran con vida hasta que alguien les hace ver que eso era "antes", que las reglas en el más allá son distintas. Será por tiempo... Siempre aparece la famosa frase "está muerto, pero aún no lo sabe". Uhhhhhhhhhhhh....

No estamos hechos para durar tanto. Desde el punto de vista del "gen egoísta" (Dawkins dixit), habiéndonos reproducido ya podemos desaparecer. Au revoire. Auf wiedersehen...!

La medicina y los avances tecnológicos han aumentado enormemente la esperanza de vida en los países del mundo desarrollado. No obstante, la edad intermedia es un pasaje extraño. No te digo nada si coincide con una separación traumática (¿alguna no lo es...?). Como si se tratara de esos viajes expedicionarios buscando el "paso del norte", una ruta que permitiera alcanzar el Pacífico atravesando los hielos árticos. Una ruta cargada de infortunio, de turbios presagios. Vueltas infinitas para retornar al punto de partida.

Gonzalo Meza, perteneciente a una saga familiar con la que la desgracia se ha cebado especialmente, se fue por amor, por no poder seguir viviendo sin su compañera. Como le ocurrió al inmortal Michael Furey de Joyce, que se deja ir cuando conoce la noticia de que su amada abandona Galway para siempre. Siempre es mucho tiempo, pero cuando uno tiene diecisiete años, siempre es mañana.

Si así fue, hay grandeza en su gesto. En un mundo en el que lo heroico ha cesado de existir, irse aún joven en el arrebato de una quemante pasión no es mal destino. El contrapunto a un mundo tibio, televisable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

OFF TOPIC.
Ando perpetrando piano en directo con pelis de Chaplin en el Cine Doré, Filmoteca Nacional. Si me avisas puedo conseguir invitaciones sin mayor problema. Sería una buena disculpa pavernos. Sabés quién soy ¿No? Un buen amigo tuyo, deseoso de verte y cuyo nombre rima con el instrumento que machaca. Besos.