Un poema de Wislawa Szymborska, en homenaje a Antonio Tabucchi. El tiempo y el poso amargo de la sabiduria. Los trabajos y los días. Amores que se quedaron en el camino. Gente luminosa.
Le pregunté sobre aquellos tiempos
en que éramos tan jóvenes,
ingenuos, entusiastas, tontos, inexpertos.
Algo de eso ha quedado, excepto la juventud
-respondió.
Le pregunté si todavía sabe a ciencia cierta
lo que es bueno y lo que es malo para el hombre.
La más mortífera ilusión posible
-respondió.
Le pregunté por el futuro,
si lo sigue viendo claro.
He leído demasiados libros de historia
-respondió.
Le pregunté por la fotografía,
esa en el marco, sobre el escritorio.
Fueron, pasaron. Mi hermano, mi primo, mi cuñada,
mi esposa, mi hijita sobre las rodillas de mi esposa,
el gato en los brazos de mi hijita,
y un cerezo en flor, y sobre el cerezo
un pájaro volador no identificado
-respondió.
Le pregunté si es a veces feliz.
Trabajo
-respondió.
Le pregunté por los amigos, si todavía tiene.
Algunos de mis antiguos ayudantes,
que también tienen antiguos ayudantes,
la señora Luzmila, que gobierna mi casa,
alguien muy cercano, pero en el extranjero,
dos señoras de la biblioteca, las dos sonrientes,
el pequeño Gregorio de enfrente y Marco Aurelio
-respondió.
Le pregunté por la salud y por su estado de ánimo.
Me prohíben el café, el vodka, los cigarros,
cargar recuerdos y objetos pesados.
Tengo que fingir que no lo oigo
-respondió.
Le pregunté por el jardín y el banco en el jardín.
Cuando la noche es serena observo el cielo.
No deja de asombrarme cuántos puntos de vista hay ahí
-respondió.
viernes, 30 de marzo de 2012
jueves, 29 de marzo de 2012
martes, 27 de marzo de 2012
El retrato de Dorian Bono
Llevo toda la tarde fastidiado porque mientras trabajaba como un poseso supe que el retrato de José Bono, anterior presidente del Congreso de los Diputados, iba a costar-nos 94.000 euros, lo que me parecía una barbaridad, un escándalo y un abuso.
Por suerte, acabo de saber que finalmente no serán 94.000 morlacos lo que costará retratar al egregio estadista, paladín de las virtudes castellano-manchegas -sean estas cuales fueren- sino sólo 82.600 euros del vellón.
Eso ya me parece mucho más razonable. Espero que alcance para reflejar en el lienzo su mirada en pos de no se sabe bien qué, su infinita prestancia, su saber estar en el limbo. Su ejque. Espero también que el pintor, cual moderno Velázquez de la corte de hoy en día, vea justamente recompensado tamaño empeño y pueda comprarse un pisito de alguna familia desahuciada con el importe del simpar cuadro.
Ahora sí que me puedo ir a dormir en paz esperando los más que razonables recortes de los Presupuestos del Estado. Yo les recortaba otra cosa. Sin anestesia.
Por suerte, acabo de saber que finalmente no serán 94.000 morlacos lo que costará retratar al egregio estadista, paladín de las virtudes castellano-manchegas -sean estas cuales fueren- sino sólo 82.600 euros del vellón.
Eso ya me parece mucho más razonable. Espero que alcance para reflejar en el lienzo su mirada en pos de no se sabe bien qué, su infinita prestancia, su saber estar en el limbo. Su ejque. Espero también que el pintor, cual moderno Velázquez de la corte de hoy en día, vea justamente recompensado tamaño empeño y pueda comprarse un pisito de alguna familia desahuciada con el importe del simpar cuadro.
Ahora sí que me puedo ir a dormir en paz esperando los más que razonables recortes de los Presupuestos del Estado. Yo les recortaba otra cosa. Sin anestesia.
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Urdangaringitis
Dícese de una extraña y compleja dolencia que nubla el sentido y hace que el sujeto no se entere de nada.
Resulta conocido el caso del duque de Palma. Ahora es Dominique Strauss-Kahn, anterior director del FMI, quien afirma que no sabía que las voluptuosas mujeres que campaban a sus anchas en las orgías estilo Eyes Wide Shut en las que participó eran putas.
"Es la primera noticia que tengo...", afirmó un poco decepcionado Monsieur Strauss-Kahn. El bueno de Dominique suponía que dichas señoras o señoritas follaban con él porque lo encontraban absolutamente irresistible. Y, supuestamente, ese mismo cerebro es el que lo aupó a la cúspide de la administración económica del MUNDO. Hmmmm... aquí hay gato encerrado. Nunca digas nunca ni este cura no es mi padre.
-Oh... Dominique... Tu me fais du bien... Encore, Dominique, encore, ne t'arrête pas!
Una vez más, se confirma que lo que nos mata no es lo que no sabemos, sino lo que creemos que sabemos pero resulta que no es así.
A propósito, Urdangarín... qué hay en ese maletín?
Resulta conocido el caso del duque de Palma. Ahora es Dominique Strauss-Kahn, anterior director del FMI, quien afirma que no sabía que las voluptuosas mujeres que campaban a sus anchas en las orgías estilo Eyes Wide Shut en las que participó eran putas.
"Es la primera noticia que tengo...", afirmó un poco decepcionado Monsieur Strauss-Kahn. El bueno de Dominique suponía que dichas señoras o señoritas follaban con él porque lo encontraban absolutamente irresistible. Y, supuestamente, ese mismo cerebro es el que lo aupó a la cúspide de la administración económica del MUNDO. Hmmmm... aquí hay gato encerrado. Nunca digas nunca ni este cura no es mi padre.
-Oh... Dominique... Tu me fais du bien... Encore, Dominique, encore, ne t'arrête pas!
Una vez más, se confirma que lo que nos mata no es lo que no sabemos, sino lo que creemos que sabemos pero resulta que no es así.
A propósito, Urdangarín... qué hay en ese maletín?
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domingo, 25 de marzo de 2012
sábado, 24 de marzo de 2012
El marxismo
El Papa de Roma afirma que el marxismo no sirve, que está perimido y no soluciona nada. Su mensaje está superado, comenta. Se lo dice a los parias de la tierra. Por la tarde regresará a su cómodo hotel y luego volverá a su residencia en El Vaticano. Los veranos, ya se sabe, Castelgandolfo, a la fresca. Buon viaggio di ritorno in Paradiso, Santità! I miserabili del mondo vi salutiamo!
"Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar diversamente el mundo; de lo que se trata, empero, es de cambiarlo", dijo el viejo Marx. No. No hay que cambiar nada. Está todo bien como está. Quince padrenuestros y doce avemarías.
El sucesor de San Pedro le dice a Espartaco en tierras de Zapata que rebelarse contra los amos naturales de la tierra es un profundo error, el peor de todos. Que es mejor ser pobre a estar muerto. Dónde va a parar...
Acuérdate de Aquiles en el Hades, que prefería ser el último esclavo vivo a ser el rey de los muertos. Verum est factum.
En realidad tiene razón: en lugar de pensar en la revolución los pobres deberían comprar paquetes de acciones, hacer OPAS de exclusión o crear Holdings con vocación multinacional, pero ¡ay! Se trata de pobres... ¿Quién les dará crédito mi Señor? Sólo saben sonreír...
Y hay que ver cómo se reproducen los pobres, como conejos. Y nada de anticoncepción, Jesús, María y José. A echar pobrecitos al mundo que hay mucha caña que cortar y mucha ropa que planchar.
El capitalismo popular, ese que hace que bancos serios y circunspectos vendan alegremente a confiados jubilados, clientes de toda la vida, participaciones PREFERENTES (para ellos) con fecha de vencimiento NUNCA, ni siquiera se ocupa de ellos. Si no tienes nada con lo que invertir resignación hijo mío, resignación. Tal vez en la otra vida.
Los mansos heredarán la tierra (la que los cubrirá, siempre que alguien se haga cargo de las tasas y el alquiler de la tumba que si no, AL FUEGO, purificación de los pecados y polvo eres y en nada te convertirás.
Los rebeldes recibirán su justo castigo e irán al Este del Edén donde vagarán a tientas por los siglos de los siglos. ¡Nunca aprenderán! Mirad dónde está Haití, primera república independiente de la América colonial. ¡Negros tenían que ser!
En cambio Puerto Rico... a esos sí que les ha ido bien. Son estado libre asociado. Son libres y están en paz con Dios. No han dejado de ser clientes. No se han ido con "Pepephone".
Amén, Herr Ratzinger. Amén.
E la nave va.
"Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar diversamente el mundo; de lo que se trata, empero, es de cambiarlo", dijo el viejo Marx. No. No hay que cambiar nada. Está todo bien como está. Quince padrenuestros y doce avemarías.
El sucesor de San Pedro le dice a Espartaco en tierras de Zapata que rebelarse contra los amos naturales de la tierra es un profundo error, el peor de todos. Que es mejor ser pobre a estar muerto. Dónde va a parar...
Acuérdate de Aquiles en el Hades, que prefería ser el último esclavo vivo a ser el rey de los muertos. Verum est factum.
En realidad tiene razón: en lugar de pensar en la revolución los pobres deberían comprar paquetes de acciones, hacer OPAS de exclusión o crear Holdings con vocación multinacional, pero ¡ay! Se trata de pobres... ¿Quién les dará crédito mi Señor? Sólo saben sonreír...
Y hay que ver cómo se reproducen los pobres, como conejos. Y nada de anticoncepción, Jesús, María y José. A echar pobrecitos al mundo que hay mucha caña que cortar y mucha ropa que planchar.
El capitalismo popular, ese que hace que bancos serios y circunspectos vendan alegremente a confiados jubilados, clientes de toda la vida, participaciones PREFERENTES (para ellos) con fecha de vencimiento NUNCA, ni siquiera se ocupa de ellos. Si no tienes nada con lo que invertir resignación hijo mío, resignación. Tal vez en la otra vida.
Los mansos heredarán la tierra (la que los cubrirá, siempre que alguien se haga cargo de las tasas y el alquiler de la tumba que si no, AL FUEGO, purificación de los pecados y polvo eres y en nada te convertirás.
Los rebeldes recibirán su justo castigo e irán al Este del Edén donde vagarán a tientas por los siglos de los siglos. ¡Nunca aprenderán! Mirad dónde está Haití, primera república independiente de la América colonial. ¡Negros tenían que ser!
En cambio Puerto Rico... a esos sí que les ha ido bien. Son estado libre asociado. Son libres y están en paz con Dios. No han dejado de ser clientes. No se han ido con "Pepephone".
Amén, Herr Ratzinger. Amén.
E la nave va.
Aniversario
Los hechos en los que se inspira este relato ocurrieron hace exactamente 35 años. Juntos recorrimos las calles, las estaciones, los barrios donde aún palpita la infamia. Por mucha sangre que haya de correr, la vida vuelve. Siempre vuelve. Se lo dedico a mi hermano que está en Buenos Aires con todo el cariño del mundo.
El muerto que sueña
Ya estábamos cenando cuando llamaron a la puerta de casa. Papá nos miró extrañados. Eran más de las ocho y media y no esperábamos a nadie. Había que ver el rostro de mamá con la bandeja de postre aún entre las manos, la sonrisa temblando como la gelatina de naranja. Antes de que alcanzara a abrir la boca oímos disparos. La puerta de la calle. El pasillo. Miré a Roberto con desesperación. Siempre era él quien decidía cuando las cosas se ponían feas. Los dos sabíamos que unos segundos nos separaban de un túnel incierto peor que la espera. Me devolvió la mirada casi compasivamente, como si acertara a comprender que no había escapatoria.
Pensé: el patio, la escalera de hierro oxidado que sube al tanque de agua -ojo con el tercer escalón empezando por arriba que está medio flojo-, saltar al cuarto donde el vecino fabrica camisones de seda, perdernos en la niebla dulce del barrio, bucear en la locura histérica de Buenos Aires, los dos juntos para siempre, afeitarnos la barba y la melena, requisar el coche de algún honrado especulador inmobiliario, apretar el acelerador a fondo. Vamos por la ruta 3. Roberto sabe como salir rápido de la ciudad, será mejor que lleve el coche. Tengo que despedirme de Elena. Ahora que lo pienso... ¡A lo mejor se quedó embarazada! Su viejo era capaz de detonar personalmente una bomba de hidrógeno en Tandil con tal de que me alcanzara a mí también. Nos teníamos un odio ancestral, como si nos hubiéramos conocido en otra vida. ¿Y por qué la ruta 3? ¿Adónde íbamos a ir? ¿A Chile? ¿A la Patagonia? De pibe siempre soñaba con ir a Chile. Me gustaba el sonido de su nombre. Lo repetía despacito, una y otra vez: Chi-le. Chi-le. Estaba convencido de que era la tierra en donde se pueden tocar los sueños. Sueños largos, llenos de islas como estrellas australes. Seguro que alguien se divirtió mucho cuando trazaron el contorno definitivo de sus límites.
Bien. Supongamos que decidimos tirar hacia el sur, ¿cuánto iba a tardar la cana en localizarnos y reventarnos en el mismo coche? ¿Y si lográramos llegar a Río Gallegos qué iba a pasar? Bahía Blanca, Viedma, Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, San Julián, Río Gallegos, ya me sabía el camino de memoria, como si lo hubiera recorrido un millón de veces. El viejo anduvo por ahí antes de que naciéramos nosotros. Perdidos en Santa Cruz, una provincia atrozmente grande, llena de viento y de ovejas. Pasar a la parte chilena del Estrecho no tiene ningún sentido. Los carabineros nos iban a recibir con los brazos abiertos. A lo mejor, si lográramos escondernos en algún lugar de los lagos de la cordillera... Roberto conoce bien la zona. Creo que se enganchó con una mina por primera vez acampando en el lago Futalaufquen. No estaba mal aquella piba. ¿Cómo se llamaba? Pobre... le hizo la vida imposible al loco. En realidad era bastante imbancable, aunque tenía lo suyo.
En cualquier caso o nos revienta la policía, o el hambre o el frío. ¿Y en Río Gallegos? ¿Qué tal si lográramos sobornar a algún pescador y nos lleva hasta las Malvinas, a Goose Green, a alguna playa desierta? ¿Nos iban a conceder asilo los kelpers? Anda ya... como dice el almacenero de la esquina de casa cuando se le pide fiado. Nos iban a deportar sin que se enterara nadie y de ahí vuelo sin escalas hasta la Escuela de Mecánica de la Armada.
¿Adónde carajo se puede ir? Uruguay está acá nomás, pero el ejército es tres cuartos de lo mismo. En Brasil también están los muchachos y sin guita es como entregarse mansamente al botón. Paraguay queda donde Belgrano perdió el gorro -Tacuarí, Paraguarí, Tararí-que-te-ví, el copón bendito- y están muy avanzados en materia de dictadura, creo que han logrado ocupar el primer puesto en el ranking negro, en lucha cerrada con Sudáfrica y Haití. Organizan congresos, intercambian datos parapoliciales. Así evitan inventar la rueda constantemente.
¿Bolivia...? Hace tiempo conocí a un tipo de Cochabamba. Evaristo Maipo. Durante una temporada solía venir a casa. Era amigo de un antiguo socio del viejo. Gordito, petisón. Empezaba la reunión muy bien, muy cortés, saludando en aymará. Pero en cuanto llegaban las viandas perdía los papeles. Con gran disimulo se iba comiendo todo lo que había en la mesa, sin reparar en consideraciones dietéticas. Cuando el género comenzaba a escasear se despedía presuroso: muy rico todo, delicioso, señora. Nunca se le vio traer nada, ni una mísera empanada de choclo, ni siquiera un cubanito.
Un día vino con su hermana que, a juzgar por el apetito que traía, debía haber viajado de Sucre a Buenos Aires en el Titicaca Express sin pasar por el bar. Cuando se iban, miraron a mamá y dijeron al unísono: muy rico todo, señora, nos ha gustado mucho, mucho, de verdad. Una marca de familia.
Maipo siempre le hablaba al viejo del mismo tema. Estaba obsesionado con la comercialización a gran escala de barcazas de totora. Creía que era el material definitivo. "Compadre, no sé si se da cuenta de la trascendencia del asunto. Es la única posibilidad de que Bolivia logre romper su secular aislamiento: creo que es la solución definitiva a las nefastas consecuencias de la guerra del Salitre", sentenciaba en bulímico aquelarre de facturas, masitas, fresco y batata, pan dulce, sandwiches varios, fugazzeta con fainá...
Cuando se le interrogaba sobre el propósito de tal empresa, Maipo se quedaba pensativo y miraba de soslayo, como súbitamente admirado ante interlocutor tan obtuso. Papá, que se sabía el cuento, gozaba dándole manija:
-Esta bien. Supongamos que, tras todos estos esfuerzos, logra construir una flota de barcazas de totora. ¿Y...?
Maipo se arrimaba a la mesa, medio incómodo, haciéndose fuerte en el plato que contenía las joyas de la corona, cabeceaba pesadamente y terminaba por sentenciar, cual Odiseo ansioso:
-Cuando los barcos estén listos navegarán día y noche.
-Me hago cargo -respondía mi padre-. Pero ¿para qué?, ¿acaso va a crear un nuevo transporte de línea? ¿Piensa hacer una empresa de fletes?
-No, mi amigo. Las barcas irán de vacío hasta el centro del lago. Allí están las islas donde crece la totora.
-¿...?
-Pues entonces llenamos las barcas de totora hasta los topes y nos las traemos bien cargaditas a puerto.
-¿Y para qué quiere todo eso?
-Está bien claro, compadre -respondía Maipo algo soliviantado.
-Usaremos la totora para construir más barcos, ¿para qué otra cosa sirve?
Yo era muy chico, pero el viejo solía decirme que el proyecto de Maipo no era más absurdo que la mayor parte de las empresas humanas. Nunca alcancé a comprender por qué razón se le abrían las puertas con tanta asiduidad a este visionario andino. A mamá le resultaba simpático.
¿Qué tal la selva que limita con Brasil? Creo que al golpe de estado de la semana pasada sucedió un contragolpe aún más virulento... Allí entregaron y mataron al Ché... Además está a cuatrocientos millones de kilómetros. No hay salida por ningún lado. Vivimos en el extremo final de un continente aislado, en un país demencial rodeado de milicos por todas partes. No hay más que uniformes hasta el Río Grande. Gendarmería Nacional, Carabineros, Policía Federal, Guardia Fronteriza, Secciones de Asalto Llaneras, Club de Amigos del Ku-Klux-Klan, Escuadrones de la Muerte, Bandas Paramilitares, Torturadores Asociados, Hitlerjugend Litoraleña, Policía de Aduanas, Granaderos a Caballo, Infantería de Marina, Cadetes de la Escuela de Tortura Naval, Fuerzas Nazis de Apoyo y Asistencia, Sociedad de Técnicas de Desaparición Avanzadas, de Córdoba, de la Colonia Dignidad de Chile, de Brasil. Tipos que asesinan a los pibes en Bogotá, en Río de Janeiro, en Sao Paulo. Por cuestiones de estética municipal. Qué valientes... querría verlos yo ante un ejército regular. Seguro que se iban a recontracagar.
Y aun en el caso de que lográramos zafar, ¿qué iba a pasar con el resto de la familia? Pueden llevarse a papá o quizá los secuestran a todos. Mi hermano menor sólo tiene doce años, pero ¿cómo calcular la reacción de estos tipos? Por el ruido que están haciendo serán como veinte. Veinte gorilas armados hasta los dientes. Si después de todo lograban sobrevivir no les quedaría otro camino que salir del país. Puedo verlos en Ezeiza, nerviosos, sin dormir, papá preparado para coimear a quien haga falta. Seguro que el pequeño creerá que se trata de algo transitorio, unos meses, quizá un año. Mejor así.
No dejo de preguntarme qué será de mamá tan lejos de nuestro patio... Que yo sepa, nunca salió de la ciudad. Algunas excursiones al mar y breves viajes por la pampa. Eso es todo. Es una experta en Buenos Aires y para ella, más allá de la costanera y las dársenas sólo hay niebla y el azul de los mapas. Papá se adaptará mejor al cambio, sin duda. Es una máquina de fabricar proyectos y desde joven aprendió que la única forma de no caerse de una bicicleta implica no dejar de pedalear ni por un momento. Ya lo imagino, levantándose todos los días a las 6:15, haciendo sus veinte minutos de ejercicio, ducha fría, rito oriental frente al espejo, desayuno y salir a guerrear, y así todos los días de todos los meses. Apasionadamente marcial, hablará con los responsables de esto y aquello, creará treinta empresas diferentes, venderá artículos de prensa firmados con doce seudónimos distintos, pondrá en marcha proyectos de colaboración internacional, echará manos a todo el mundo y no dejará ni por un momento de ganar un buen fangote de guita, pesos, patacones, morlacos... A poco que se esfuerce apenas si tendrá tiempo de pensar en nosotros. Llegará un momento en que sus llamadas telefónicas y sus envíos postales a los países más variopintos del globo se verán beneficiados por un efecto multiplicador que desterrará para siempre los minutos libres.
Tal vez dentro de muchos años se produzca una leve distracción, fruto de una copiosa comida con un grupo de amigos cuyos rostros nunca conoceré, y bajará la guardia por un instante y recordará algún detalle de esta noche o creerá entrever lo que vino después. Entonces sentirá un vértigo exterminador en el alma.
Mamá es distinta. Puedo verla recorriendo los andenes de las estaciones de metro de ciudades anónimas. Torturada por el eco de los próceres argentinos, no alcanzará a descifrar nuevos laberintos. Dorrego, Primera Junta, Agüero, Federico Lacroze, Canning, Leandro N. Alem se apiñarán en su memoria y se cerrarán en banda. Jamás permitirán la entrada de intrusos agaiterados, y mamá nunca sabrá a ciencia cierta si se encuentra en Menéndez Pelayo, si hay que cambiar de tren en Plaza de Castilla o si Alfonso XIII es la próxima. Aun ignorando dónde está la punta de la madeja cotidiana esperará pacientemente en las antesalas del despacho del Embajador de la Nación, el Cónsul General de la República, el Agregado Militar, el Hombre Fuerte de la Cámara de Comercio Agropecuaria en el Extranjero. A todos contará su drama personal, a todos pedirá justicia, exigirá habeas corpus, incluso apelará a sus sentimientos como seres humanos, como padres de familia, como creyentes en un poder supremo y trascendental, como reos convictos y confesos que en el Día del Juicio habrán de presentarse ante Dios Todopoderoso Ajustacuentas sin más escolta que el abultado y turbio curriculum de sus pútridas conciencias.
Pero desde esta misma noche mamá sabrá perfectamente que nunca volverá a vernos. Esa es la diferencia con papá. Él cree en la existencia de una cadena causal. Considera que el trabajo bien hecho debe tener su recompensa adecuada. Estima que si cada cual cumple con su tarea correctamente, las cosas por fuerza han de salir bien. No hay sitio en su mundo para lo imponderable, para el azar mortífero, para el horror sin límites. Papá comprende que nunca hicimos nada realmente grave más allá de participar en algunas algaradas estudiantiles. Por tanto, si se tocan las teclas adecuadas, pensará seguramente, las aguas han de volver a su cauce. En cambio, mamá sabe que la infamia acecha en lo cotidiano. Es la bifurcación que pugna por salir al exterior todas las noches, entre las tres y las cuatro de la madrugada. La catástrofe que muerde los pasos de cada mortal. Los ominosos y certeros golpes: imposible calcularlos de antemano.
Sin embargo, ambos creerán engañarse fingiendo adoptar el punto de vista del otro. Con los años, papá se rebelará contra la merma de sus fuerzas, contra el orden establecido, contra el daño irreparable y universal que producen los incompetentes; a mamá le dolerán las camisas intactas, los cumpleaños mudos, el implacable imperio del amarillo sobre las fotos en blanco y negro. Nuestro hermano menor encontrará su lugar en ese arco voltaico y no cejará en su empeño de provocar y expandir la risa.
Volverán algún día a casa, cargados de vida y nuevos semblantes y, pese a todo, no dejarán de soñar nuevos viajes. "Debemos vivir con el doble de intensidad", se dirán decapitando de un solo tajo la repetida tristeza que acompaña al crepúsculo en otoño, "la parte que nos corresponde y la que ellos sueñan todas las noches. Sólo así alcanzarán a entornarse las insoportables puertas del cielo".
Por sus manos aprenderemos el trazado de calles tortuosas y el pulso de gentes extrañas, playas, mares, puertos de infinita belleza. Sena, Tajo, Arno, Támesis, Ebro, Tíber, Vístula, Danubio, Ródano, dedicarán el resto de sus vidas a coleccionar ríos y tardes alciónicas, la luz de las jornadas que preceden al invierno y los días que se alejan lentamente del solsticio.
Entonces Roberto me miró a los ojos. Ahora éramos una sola persona. No volveremos a jugar al fútbol en la Agronomía ni a sentir cómo crujen las veredas en otoño -pensamos a la vez. No alcanzaremos a saborear besos furtivos en las esquinas sin luz ni viajes infinitos en trenes de carga -sentimos al unísono. No habrá médanos vermelhos ni desayunos con pasteis de nata inagotables en Portugal -se nos hace agua la boca. También él ha comprendido: de ésta sólo saldremos si ellos sobreviven, si logramos que ellos se salven. El viento y el lento vaivén de las estaciones se encargarán del resto. Tan sólo hubiéramos demorado un minuto antes de que destrozaran la puerta verde del comedor; el tiempo justo para abrazarlos a todos.
El muerto que sueña
Ya estábamos cenando cuando llamaron a la puerta de casa. Papá nos miró extrañados. Eran más de las ocho y media y no esperábamos a nadie. Había que ver el rostro de mamá con la bandeja de postre aún entre las manos, la sonrisa temblando como la gelatina de naranja. Antes de que alcanzara a abrir la boca oímos disparos. La puerta de la calle. El pasillo. Miré a Roberto con desesperación. Siempre era él quien decidía cuando las cosas se ponían feas. Los dos sabíamos que unos segundos nos separaban de un túnel incierto peor que la espera. Me devolvió la mirada casi compasivamente, como si acertara a comprender que no había escapatoria.
Pensé: el patio, la escalera de hierro oxidado que sube al tanque de agua -ojo con el tercer escalón empezando por arriba que está medio flojo-, saltar al cuarto donde el vecino fabrica camisones de seda, perdernos en la niebla dulce del barrio, bucear en la locura histérica de Buenos Aires, los dos juntos para siempre, afeitarnos la barba y la melena, requisar el coche de algún honrado especulador inmobiliario, apretar el acelerador a fondo. Vamos por la ruta 3. Roberto sabe como salir rápido de la ciudad, será mejor que lleve el coche. Tengo que despedirme de Elena. Ahora que lo pienso... ¡A lo mejor se quedó embarazada! Su viejo era capaz de detonar personalmente una bomba de hidrógeno en Tandil con tal de que me alcanzara a mí también. Nos teníamos un odio ancestral, como si nos hubiéramos conocido en otra vida. ¿Y por qué la ruta 3? ¿Adónde íbamos a ir? ¿A Chile? ¿A la Patagonia? De pibe siempre soñaba con ir a Chile. Me gustaba el sonido de su nombre. Lo repetía despacito, una y otra vez: Chi-le. Chi-le. Estaba convencido de que era la tierra en donde se pueden tocar los sueños. Sueños largos, llenos de islas como estrellas australes. Seguro que alguien se divirtió mucho cuando trazaron el contorno definitivo de sus límites.
Bien. Supongamos que decidimos tirar hacia el sur, ¿cuánto iba a tardar la cana en localizarnos y reventarnos en el mismo coche? ¿Y si lográramos llegar a Río Gallegos qué iba a pasar? Bahía Blanca, Viedma, Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, San Julián, Río Gallegos, ya me sabía el camino de memoria, como si lo hubiera recorrido un millón de veces. El viejo anduvo por ahí antes de que naciéramos nosotros. Perdidos en Santa Cruz, una provincia atrozmente grande, llena de viento y de ovejas. Pasar a la parte chilena del Estrecho no tiene ningún sentido. Los carabineros nos iban a recibir con los brazos abiertos. A lo mejor, si lográramos escondernos en algún lugar de los lagos de la cordillera... Roberto conoce bien la zona. Creo que se enganchó con una mina por primera vez acampando en el lago Futalaufquen. No estaba mal aquella piba. ¿Cómo se llamaba? Pobre... le hizo la vida imposible al loco. En realidad era bastante imbancable, aunque tenía lo suyo.
En cualquier caso o nos revienta la policía, o el hambre o el frío. ¿Y en Río Gallegos? ¿Qué tal si lográramos sobornar a algún pescador y nos lleva hasta las Malvinas, a Goose Green, a alguna playa desierta? ¿Nos iban a conceder asilo los kelpers? Anda ya... como dice el almacenero de la esquina de casa cuando se le pide fiado. Nos iban a deportar sin que se enterara nadie y de ahí vuelo sin escalas hasta la Escuela de Mecánica de la Armada.
¿Adónde carajo se puede ir? Uruguay está acá nomás, pero el ejército es tres cuartos de lo mismo. En Brasil también están los muchachos y sin guita es como entregarse mansamente al botón. Paraguay queda donde Belgrano perdió el gorro -Tacuarí, Paraguarí, Tararí-que-te-ví, el copón bendito- y están muy avanzados en materia de dictadura, creo que han logrado ocupar el primer puesto en el ranking negro, en lucha cerrada con Sudáfrica y Haití. Organizan congresos, intercambian datos parapoliciales. Así evitan inventar la rueda constantemente.
¿Bolivia...? Hace tiempo conocí a un tipo de Cochabamba. Evaristo Maipo. Durante una temporada solía venir a casa. Era amigo de un antiguo socio del viejo. Gordito, petisón. Empezaba la reunión muy bien, muy cortés, saludando en aymará. Pero en cuanto llegaban las viandas perdía los papeles. Con gran disimulo se iba comiendo todo lo que había en la mesa, sin reparar en consideraciones dietéticas. Cuando el género comenzaba a escasear se despedía presuroso: muy rico todo, delicioso, señora. Nunca se le vio traer nada, ni una mísera empanada de choclo, ni siquiera un cubanito.
Un día vino con su hermana que, a juzgar por el apetito que traía, debía haber viajado de Sucre a Buenos Aires en el Titicaca Express sin pasar por el bar. Cuando se iban, miraron a mamá y dijeron al unísono: muy rico todo, señora, nos ha gustado mucho, mucho, de verdad. Una marca de familia.
Maipo siempre le hablaba al viejo del mismo tema. Estaba obsesionado con la comercialización a gran escala de barcazas de totora. Creía que era el material definitivo. "Compadre, no sé si se da cuenta de la trascendencia del asunto. Es la única posibilidad de que Bolivia logre romper su secular aislamiento: creo que es la solución definitiva a las nefastas consecuencias de la guerra del Salitre", sentenciaba en bulímico aquelarre de facturas, masitas, fresco y batata, pan dulce, sandwiches varios, fugazzeta con fainá...
Cuando se le interrogaba sobre el propósito de tal empresa, Maipo se quedaba pensativo y miraba de soslayo, como súbitamente admirado ante interlocutor tan obtuso. Papá, que se sabía el cuento, gozaba dándole manija:
-Esta bien. Supongamos que, tras todos estos esfuerzos, logra construir una flota de barcazas de totora. ¿Y...?
Maipo se arrimaba a la mesa, medio incómodo, haciéndose fuerte en el plato que contenía las joyas de la corona, cabeceaba pesadamente y terminaba por sentenciar, cual Odiseo ansioso:
-Cuando los barcos estén listos navegarán día y noche.
-Me hago cargo -respondía mi padre-. Pero ¿para qué?, ¿acaso va a crear un nuevo transporte de línea? ¿Piensa hacer una empresa de fletes?
-No, mi amigo. Las barcas irán de vacío hasta el centro del lago. Allí están las islas donde crece la totora.
-¿...?
-Pues entonces llenamos las barcas de totora hasta los topes y nos las traemos bien cargaditas a puerto.
-¿Y para qué quiere todo eso?
-Está bien claro, compadre -respondía Maipo algo soliviantado.
-Usaremos la totora para construir más barcos, ¿para qué otra cosa sirve?
Yo era muy chico, pero el viejo solía decirme que el proyecto de Maipo no era más absurdo que la mayor parte de las empresas humanas. Nunca alcancé a comprender por qué razón se le abrían las puertas con tanta asiduidad a este visionario andino. A mamá le resultaba simpático.
¿Qué tal la selva que limita con Brasil? Creo que al golpe de estado de la semana pasada sucedió un contragolpe aún más virulento... Allí entregaron y mataron al Ché... Además está a cuatrocientos millones de kilómetros. No hay salida por ningún lado. Vivimos en el extremo final de un continente aislado, en un país demencial rodeado de milicos por todas partes. No hay más que uniformes hasta el Río Grande. Gendarmería Nacional, Carabineros, Policía Federal, Guardia Fronteriza, Secciones de Asalto Llaneras, Club de Amigos del Ku-Klux-Klan, Escuadrones de la Muerte, Bandas Paramilitares, Torturadores Asociados, Hitlerjugend Litoraleña, Policía de Aduanas, Granaderos a Caballo, Infantería de Marina, Cadetes de la Escuela de Tortura Naval, Fuerzas Nazis de Apoyo y Asistencia, Sociedad de Técnicas de Desaparición Avanzadas, de Córdoba, de la Colonia Dignidad de Chile, de Brasil. Tipos que asesinan a los pibes en Bogotá, en Río de Janeiro, en Sao Paulo. Por cuestiones de estética municipal. Qué valientes... querría verlos yo ante un ejército regular. Seguro que se iban a recontracagar.
Y aun en el caso de que lográramos zafar, ¿qué iba a pasar con el resto de la familia? Pueden llevarse a papá o quizá los secuestran a todos. Mi hermano menor sólo tiene doce años, pero ¿cómo calcular la reacción de estos tipos? Por el ruido que están haciendo serán como veinte. Veinte gorilas armados hasta los dientes. Si después de todo lograban sobrevivir no les quedaría otro camino que salir del país. Puedo verlos en Ezeiza, nerviosos, sin dormir, papá preparado para coimear a quien haga falta. Seguro que el pequeño creerá que se trata de algo transitorio, unos meses, quizá un año. Mejor así.
No dejo de preguntarme qué será de mamá tan lejos de nuestro patio... Que yo sepa, nunca salió de la ciudad. Algunas excursiones al mar y breves viajes por la pampa. Eso es todo. Es una experta en Buenos Aires y para ella, más allá de la costanera y las dársenas sólo hay niebla y el azul de los mapas. Papá se adaptará mejor al cambio, sin duda. Es una máquina de fabricar proyectos y desde joven aprendió que la única forma de no caerse de una bicicleta implica no dejar de pedalear ni por un momento. Ya lo imagino, levantándose todos los días a las 6:15, haciendo sus veinte minutos de ejercicio, ducha fría, rito oriental frente al espejo, desayuno y salir a guerrear, y así todos los días de todos los meses. Apasionadamente marcial, hablará con los responsables de esto y aquello, creará treinta empresas diferentes, venderá artículos de prensa firmados con doce seudónimos distintos, pondrá en marcha proyectos de colaboración internacional, echará manos a todo el mundo y no dejará ni por un momento de ganar un buen fangote de guita, pesos, patacones, morlacos... A poco que se esfuerce apenas si tendrá tiempo de pensar en nosotros. Llegará un momento en que sus llamadas telefónicas y sus envíos postales a los países más variopintos del globo se verán beneficiados por un efecto multiplicador que desterrará para siempre los minutos libres.
Tal vez dentro de muchos años se produzca una leve distracción, fruto de una copiosa comida con un grupo de amigos cuyos rostros nunca conoceré, y bajará la guardia por un instante y recordará algún detalle de esta noche o creerá entrever lo que vino después. Entonces sentirá un vértigo exterminador en el alma.
Mamá es distinta. Puedo verla recorriendo los andenes de las estaciones de metro de ciudades anónimas. Torturada por el eco de los próceres argentinos, no alcanzará a descifrar nuevos laberintos. Dorrego, Primera Junta, Agüero, Federico Lacroze, Canning, Leandro N. Alem se apiñarán en su memoria y se cerrarán en banda. Jamás permitirán la entrada de intrusos agaiterados, y mamá nunca sabrá a ciencia cierta si se encuentra en Menéndez Pelayo, si hay que cambiar de tren en Plaza de Castilla o si Alfonso XIII es la próxima. Aun ignorando dónde está la punta de la madeja cotidiana esperará pacientemente en las antesalas del despacho del Embajador de la Nación, el Cónsul General de la República, el Agregado Militar, el Hombre Fuerte de la Cámara de Comercio Agropecuaria en el Extranjero. A todos contará su drama personal, a todos pedirá justicia, exigirá habeas corpus, incluso apelará a sus sentimientos como seres humanos, como padres de familia, como creyentes en un poder supremo y trascendental, como reos convictos y confesos que en el Día del Juicio habrán de presentarse ante Dios Todopoderoso Ajustacuentas sin más escolta que el abultado y turbio curriculum de sus pútridas conciencias.
Pero desde esta misma noche mamá sabrá perfectamente que nunca volverá a vernos. Esa es la diferencia con papá. Él cree en la existencia de una cadena causal. Considera que el trabajo bien hecho debe tener su recompensa adecuada. Estima que si cada cual cumple con su tarea correctamente, las cosas por fuerza han de salir bien. No hay sitio en su mundo para lo imponderable, para el azar mortífero, para el horror sin límites. Papá comprende que nunca hicimos nada realmente grave más allá de participar en algunas algaradas estudiantiles. Por tanto, si se tocan las teclas adecuadas, pensará seguramente, las aguas han de volver a su cauce. En cambio, mamá sabe que la infamia acecha en lo cotidiano. Es la bifurcación que pugna por salir al exterior todas las noches, entre las tres y las cuatro de la madrugada. La catástrofe que muerde los pasos de cada mortal. Los ominosos y certeros golpes: imposible calcularlos de antemano.
Sin embargo, ambos creerán engañarse fingiendo adoptar el punto de vista del otro. Con los años, papá se rebelará contra la merma de sus fuerzas, contra el orden establecido, contra el daño irreparable y universal que producen los incompetentes; a mamá le dolerán las camisas intactas, los cumpleaños mudos, el implacable imperio del amarillo sobre las fotos en blanco y negro. Nuestro hermano menor encontrará su lugar en ese arco voltaico y no cejará en su empeño de provocar y expandir la risa.
Volverán algún día a casa, cargados de vida y nuevos semblantes y, pese a todo, no dejarán de soñar nuevos viajes. "Debemos vivir con el doble de intensidad", se dirán decapitando de un solo tajo la repetida tristeza que acompaña al crepúsculo en otoño, "la parte que nos corresponde y la que ellos sueñan todas las noches. Sólo así alcanzarán a entornarse las insoportables puertas del cielo".
Por sus manos aprenderemos el trazado de calles tortuosas y el pulso de gentes extrañas, playas, mares, puertos de infinita belleza. Sena, Tajo, Arno, Támesis, Ebro, Tíber, Vístula, Danubio, Ródano, dedicarán el resto de sus vidas a coleccionar ríos y tardes alciónicas, la luz de las jornadas que preceden al invierno y los días que se alejan lentamente del solsticio.
Entonces Roberto me miró a los ojos. Ahora éramos una sola persona. No volveremos a jugar al fútbol en la Agronomía ni a sentir cómo crujen las veredas en otoño -pensamos a la vez. No alcanzaremos a saborear besos furtivos en las esquinas sin luz ni viajes infinitos en trenes de carga -sentimos al unísono. No habrá médanos vermelhos ni desayunos con pasteis de nata inagotables en Portugal -se nos hace agua la boca. También él ha comprendido: de ésta sólo saldremos si ellos sobreviven, si logramos que ellos se salven. El viento y el lento vaivén de las estaciones se encargarán del resto. Tan sólo hubiéramos demorado un minuto antes de que destrozaran la puerta verde del comedor; el tiempo justo para abrazarlos a todos.
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jueves, 22 de marzo de 2012
Ceremonia
Me quedé mirando su imagen fuera del vagón. No era más ella. Yo no era yo. El metro comenzó a andar y ella siguió inmóvil, mirándome fijamente. No hizo ningún movimiento. Nada. Sólo me miraba dulcemente, como si estuviera despidiéndose de un moribundo en el hospital.
Madrid es una ciudad de ceniza.
El convoy aceleró. Hay que llegar a tiempo, la cena, la casa, la oficina, el baile. La vida sigue, hay tanta gente en el mundo. Dos que se conocen por casualidad, que se dicen adiós. Entonces se me quebró algo dentro y supe que el metro no volvería a parar. Ya no.
No hasta llegar al mar.
Madrid es una ciudad de ceniza.
El convoy aceleró. Hay que llegar a tiempo, la cena, la casa, la oficina, el baile. La vida sigue, hay tanta gente en el mundo. Dos que se conocen por casualidad, que se dicen adiós. Entonces se me quebró algo dentro y supe que el metro no volvería a parar. Ya no.
No hasta llegar al mar.
Diferencias culturales
Mis amigos locos de La Habana que no duermen y por tanto viven dos veces me envían un apunte sobre las diferencias culturales entre Cuba y la Madre Patria.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Armagedón
Los hijos de Ruiz-Mateos echan la culpa a su padre
Tres hijos del empresario José María Ruiz-Mateos han responsabilizado hoy a su padre ante un jueza de Palma de la negociación de la compra de un hotel en el año 2006 en Mallorca investigada por una supuesta estafa, al igual que ya hicieron dos de sus hermanos. José María, Pablo y Zoilo Ruiz-Mateos han comparecido hoy ante la juez de instrucción 5 de Palma, Ana San José, que investiga una querella interpuesta por la abogada de la familia Hoz, Isabel Fluxá, por la venta a plazos del hotel Samoa por 21 millones de euros que los Ruiz-Mateos dejaron de pagar en el año 2010.
Hijo eres... ¡Padre serás!
Tres hijos del empresario José María Ruiz-Mateos han responsabilizado hoy a su padre ante un jueza de Palma de la negociación de la compra de un hotel en el año 2006 en Mallorca investigada por una supuesta estafa, al igual que ya hicieron dos de sus hermanos. José María, Pablo y Zoilo Ruiz-Mateos han comparecido hoy ante la juez de instrucción 5 de Palma, Ana San José, que investiga una querella interpuesta por la abogada de la familia Hoz, Isabel Fluxá, por la venta a plazos del hotel Samoa por 21 millones de euros que los Ruiz-Mateos dejaron de pagar en el año 2010.
Hijo eres... ¡Padre serás!
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lunes, 19 de marzo de 2012
Están
Están. Están ahí. A veces no se les ve con claridad, pero están.
En tiempos de bonanza económica suelen dedicarse a administrar sus empresas heredadas o a sacar el hígado por la garganta en los estadios de fútbol. En las urbanizaciones exclusivas de las grandes ciudades o de la Costa del Sol permanecen agazapados quienes los dirigirán. Esperando.
Medran cuando todo va mal. Entonces emergen de las profundidades y se multiplican.
El gran triunfo del Diablo es hacernos creer que no existe, pero eso no es así. El mal puede ser banal como apunta Hannah Arendt y quizá eso lo hace aún más monstruoso, más impredecible.
No le tiembla el pulso si tiene que volarle la cabeza a una niña.
Europa, cuna de Goya, Voltaire y Mahler. Y también de Hitler, Franco y Mussolini.
En Europa conviven seres sublimes y reptiles.
Alma esquizofrénica.
En tiempos de bonanza económica suelen dedicarse a administrar sus empresas heredadas o a sacar el hígado por la garganta en los estadios de fútbol. En las urbanizaciones exclusivas de las grandes ciudades o de la Costa del Sol permanecen agazapados quienes los dirigirán. Esperando.
Medran cuando todo va mal. Entonces emergen de las profundidades y se multiplican.
El gran triunfo del Diablo es hacernos creer que no existe, pero eso no es así. El mal puede ser banal como apunta Hannah Arendt y quizá eso lo hace aún más monstruoso, más impredecible.
No le tiembla el pulso si tiene que volarle la cabeza a una niña.
Europa, cuna de Goya, Voltaire y Mahler. Y también de Hitler, Franco y Mussolini.
En Europa conviven seres sublimes y reptiles.
Alma esquizofrénica.
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lunes, 5 de marzo de 2012
El viejo comunista
En otro tiempo fue alguien importante en mi vida. De alguna manera lo sigue siendo. Pasé por su casa porque iba a la presentación de un libro sobre Allende. Uno de marzo. Tarde primaveral en Madrid.
Las ventanas estaban abiertas de par en par y alcancé a verlo desde la calle. Allí estaba, rodeado de libros que quise, en un ambiente que invita a intercambiar ideas y tecleando sin parar. Ochenta y seis años, ochenta y siete en julio y todavía ganas de guerrear, de plantar batalla. Sentí vergüenza de mis cuarenta años menos y de las mil vueltas que le doy a todo.
Indudablemente, la gente de la época de la guerra y los años de aislamiento internacional de España está hecha de otra pasta. Gente capaz de sacar familias numerosas adelante sin quejas ni debilidades. Gente de una pieza que va a las cosas y punto.
Recordé muchas noches filosofando en compañía de Johnnie Walker, en los extraños años ochenta. La dureza de la vida que le tocó vivir, habiendo enviudado dos veces y la segunda de forma terrible. Un corazón tallado de adioses y sinsabores.
El encuentro dejó una clara impronta en mí, tanto es así que terminé estudiando filosofía. Empecé y terminé, porque alguien me dijo cuando era joven: “haz cualquier cosa para salir adelante”. Y eso hice: cualquier cosa. Ahora vivo perdido en lo ápeiron de Anaximandro.
Viejo y querido maestro, tengo un recuerdo magnífico de su generosidad y de su forma de darse a los demás. Es un privilegio haberlo conocido.
En esta tarde de final de invierno bien pude haber subido a saludarle, pero no. A saber dónde quedaron mis veinte años. Mejor así. Hay que dejar trabajar al viejo comunista.
Falta nos hace.
Las ventanas estaban abiertas de par en par y alcancé a verlo desde la calle. Allí estaba, rodeado de libros que quise, en un ambiente que invita a intercambiar ideas y tecleando sin parar. Ochenta y seis años, ochenta y siete en julio y todavía ganas de guerrear, de plantar batalla. Sentí vergüenza de mis cuarenta años menos y de las mil vueltas que le doy a todo.
Indudablemente, la gente de la época de la guerra y los años de aislamiento internacional de España está hecha de otra pasta. Gente capaz de sacar familias numerosas adelante sin quejas ni debilidades. Gente de una pieza que va a las cosas y punto.
Recordé muchas noches filosofando en compañía de Johnnie Walker, en los extraños años ochenta. La dureza de la vida que le tocó vivir, habiendo enviudado dos veces y la segunda de forma terrible. Un corazón tallado de adioses y sinsabores.
El encuentro dejó una clara impronta en mí, tanto es así que terminé estudiando filosofía. Empecé y terminé, porque alguien me dijo cuando era joven: “haz cualquier cosa para salir adelante”. Y eso hice: cualquier cosa. Ahora vivo perdido en lo ápeiron de Anaximandro.
Viejo y querido maestro, tengo un recuerdo magnífico de su generosidad y de su forma de darse a los demás. Es un privilegio haberlo conocido.
En esta tarde de final de invierno bien pude haber subido a saludarle, pero no. A saber dónde quedaron mis veinte años. Mejor así. Hay que dejar trabajar al viejo comunista.
Falta nos hace.
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viernes, 2 de marzo de 2012
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