domingo, 23 de febrero de 2014

Estación

Arrellanado en el incómodo asiento público. Viaje de trámite hacia atrás. Los trenes siempre marchan hacia atrás.

El convoy se detiene brevemente en la cárcel. Suben dos pasajeros. A golpes con el aire.

Él tiene la cara surcada de cicatrices y los ojos encendidos. Ella por las noches peina muñecas y de su vientre espera la magia.

Apenas tienen veinte años pero parecieran haber vivido varias vidas. Se hablan de usted. Ella le acaricia el rostro y él esboza un gesto que recuerda a una sonrisa.

—Usted es mi sol— declara ella. —Si usted se va, si usted me deja, me mato.

Él mira hacia abajo y se extraña de no sentir vértigo.

—No hable más... No soy capaz de decirle lo que usted es para mí. No conozco las palabras, cuando acaso empezamos...

Tienen el don de hablar las cosas antes de que el tiempo se agote, porque las cosas hay que decirlas. En un susurro inefable que resuena como un grito. El resto del vagón enmudece y deja por un momento de escupir piedras por sus teléfonos inteligentes. El camino acaba en Guadalajara.

Próxima estación, el mar.

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