lunes, 17 de febrero de 2014

¡Vamos Rojo, viejo y peludo!

Creí que nunca vería una cosa así, pero mi viejo equipo, Independiente de Avellaneda, está en la B Nacional (la Segunda División de la liga argentina). Llevo tiempo sin escribir sobre el equipo de mis amores, literalmente aplastado por esta circunstancia. Descangayado moralmente. Fané.

¿Qué prefieres? ¿Que una mina te abandone y te sepulte en el rincón de los recuerdos muertos y sepas positivamente que no la vas a volver a ver en tu vida ni a saber de ella por los siglos de los siglos amén, ni vas a oír ya nunca el rimero melodioso de su voz tras el ventanal mientras pega la llovizna en el cristal, chillando a quien preste oídos que todo lo haces mal, que mira cómo vas, que te muevas o te quedes quieto y que hagas lo que hagas te van a crucificar porque no hay poronga que le venga bien o que tu equipo que nunca te dejó tirado y te regaló sonrisas y abrazos y amigos inmortales y tardes de fútbol con tu abuelo a cambio de nada sea ninguneado, vilipendiado, abusado por hinchas de Racing, la némesis del Rojo? ¿¡Tengo que contestar a eso!? ¿No puedo elegir un comodín?

Vale, OK, que River Plate pasó por lo mismo. Pero no es consuelo. River es River. Los millonarios. Independiente es todo corazón, hecho con gente de abajo. Es el sol de la gente de a pie. A golpe de talonario lo que se compran son mercenarios, no almas.

Hay cierta semejanza con el Atlético de Madrid. Independiente, nombre glorioso donde los haya, que marca a hierro, que imprime carácter, siempre estuvo a remolque de los dos "grandes", Boca y River.

Después de un tiempo crudo, los Diablos Rojos vuelven a encender la esperanza de todos los que adoramos al equipo en las cuatro esquinas del mundo.

Que el espíritu de Bochini y Bertoni los ilumine. ¡Dale ROJO! ¡Ni un paso atrás! ¡Venga ese comodín!


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