El índice de natalidad de España se encuentra entre los más bajos de mundo. Las causas son múltiples: incorporación de la mujer al mercado de trabajo, crisis económica, retraso de la maternidad para consolidar carreras profesionales, prolongación de la edad fértil mediante técnicas de reproducción asistida (que se han transformado en un lucrativo negocio), etc.
Teniendo en cuenta el tratamiento que recibe un hombre en caso de separación con hijos -excepcionalidad de la custodia compartida, usufructo de la vivienda familiar por parte de la mujer e incluso su nueva pareja, pensiones varias, conflictos por gastos, etc.- y la nula ayuda que el estado español proporciona a las parejas que deciden traer hijos al mundo, no resulta extraño que las cifras sean las que son.
Si Tolstoi viviera en la España actual debería reescribir Anna Karenina. Por completo.
Después de encornar a Karenin en sucesivas ocasiones, su marido ante los ojos de Dios y de los hombres, con el disoluto Conde Vronski, Anna decide divorciarse. Por mandato judicial, Karenin debe abandonar el palacio familiar (de su familia desde la fundación de San Petersburgo) y se traslada al hostal La pulga saltarina, situado en los arrabales de la ciudad, ya que después de abonar la pensión por alimentos y la pensión compensatoria no le queda ni un kopek. Vronski visita a Anna a diario y a follar que son dos días. Total, las cenas a la luz de las velas las paga Karenin.
El hijo de ambos se queda con Anna como plan de pensiones hasta que el niño encuentre un puesto de trabajo convenientemente remunerado y socialmente reconocido. Karenin solo puede verlo el día de la celebración de la victoria sobre las tropas de Napoleón. Vronski, amante ocasional de la madre, se transforma en padre de facto y educador de Seriozha. Una vez leyó un libro sobre la crianza del caballo en cautividad. No consiguió terminarlo.
Karenin se da a la bebida. El alcohol que ingiere es de ínfima calidad. Deambula como alma en pena por la ciudad de los puentes y sus antiguos amigos, otrora poderosos, le vuelven la espalda. Separado... ¡apestado!
Finalmente, Karenin decide suicidarse lanzándose al vacío desde un quinto piso pero solo alcanza a romperse las piernas, la cadera y las costillas.
Es trasladado al hospital para indigentes Niño Boris y muere entre horribles sufrimientos ya que carece de rublos y tarjeta sanitaria imperial para abonar las dosis de láudano necesarias.
Es arrojado a la fosa común un frío día de enero. Asisten al evento un sacerdote en prácticas, algo borracho pero muy piadoso y un perro de raza indeterminada que responde al nombre de Volodia.
Las palas de cal corren a cargo del estado ruso.
No hay miedo. Una reciente sentencia judicial contribuirá a potenciar la natalidad en España. Pronto, esto será un recuerdo del pasado. Pasen y vean...
Cómo aumentar la natalidad en España.
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