martes, 10 de enero de 2017

Bauman

Ahora Bauman. Cada vez más solos, en manos de los agujeros negros sociales y la nada, los pensadores televisivos, la impermanencia.

Nada está hecho para durar. Europa camina hacia la decrepitud, a vivir en nichos solitarios donde ni siquiera la muerte es noticia. Imprescindible ver "La teoría sueca del amor", donde habla el propio Bauman. Entre los extremos que nos ofrece el panorama sueco, que van desde personas que no se hablan con sus hijos y viven enclaustradas en pisos-búnker hasta neo-hippies que hacen cierta gracia pero que también están vacíos, de repente dos rayos de luz: un médico sueco que se casa con una etíope, se marcha a Etiopía a operar y debe diseñar su propio instrumental (la imagen de Dios sobre la tierra), y Zygmunt Bauman opinando sobre los desastres de esta sociedad de individualismo extremo, hedonista, inconmovible ante el dolor ajeno que hemos construido entre todos.

Alguien que vivió en primera persona acontecimientos brutales del siglo XX. Nacido en 1925, la ascensión de Hitler, el pacto de no agresión germano-soviético de agosto de 1939 (nunca suficientemente explicado por los cerebros pensantes comunistas de Occidente), la invasión alemana y la invasión soviética de Polonia, su paso por el Ejército Rojo, su matrimonio con una superviviente del ghetto de Varsovia... su posterior enfrentamiento a episodios de antisemitismo en la Polonia socialista. No. No fueron solo los nazis. Hubo más. Muchos más...

En sus últimos años, Bauman se volvió hiperproductivo. Para compensar quizá las toneladas de estupidez mediática que nos circundan.

Hemos olvidado la pasión por el trabajo bien hecho, decía el pensador centroeuropeo. Y tanto. Todo vale hoy, porque todo dura lo que la llama de una cerilla. Pero nunca vi a Bauman como un pesimista sin esperanza. Habiendo vivido los treinta y los cuarenta en Europa del este, las quejas de los actuales europeos occidentales le habrán parecido caprichos de niñatos malcriados.

Había algo magnético en él. De viejo profesor -de esos que ya no quedan- no excesivamente pagado de sí mismo, irónico. Sabio, muy sabio.

Queda su obra. Y el amor al trabajo bien hecho. Ni la mismísima muerte puede con eso.

1 comentario:

Natalia dijo...

Buen post Martin, Baugman bien lo merece. Casualmente cuando vi el documental pensé en recomendartelo. Sin dudarlo me quedo con mi pequeña comunidad,... y con África. Como decía Baugman, en el encuentro con el "otro", el diferente, siempre surgen oportunidades para reflexionar y salir del categórico yo mi me conmigo. La diversidad enriquece. Abrazos