–Al sur –dijo el capitán.
–Pero –dijo la tripulación– no hay direcciones aquí en el espacio.
–Cuando uno viaja hacia el sol –replicó el capitán–, y todo se hace amarillo y ardiente y perezoso, entonces uno va en una única dirección.
Hasta que el tiempo y los tiempos acaben las plateadas manzanas de la luna, las doradas manzanas del sol.
viernes, 29 de diciembre de 2017
martes, 26 de diciembre de 2017
Tal vez será su voz
Uno de los tangos más hermosos que conozco. Y uno de los que más me cuesta cantar por sus múltiples efectos secundarios... Contemporáneo de Malena. Con letra de Homero Manzi y música de Lucio Demare,Tal vez será su voz sintetiza a mi modo de ver y sentir el mundo de la milonga y la razón de ser del tango.
Le certeza de la pérdida. Y la persistencia de las sombras. Sublimes sombras.
En esta tarde bien tanguera, a punto de cambiar de año, para todos ustedes/vosotros con cariño. Canta el polaco Roberto Goyeneche en una versión mágica con la orquesta del maestro Raúl Garello en estado de gracia.
Viva el gotán, carajo!
Le certeza de la pérdida. Y la persistencia de las sombras. Sublimes sombras.
En esta tarde bien tanguera, a punto de cambiar de año, para todos ustedes/vosotros con cariño. Canta el polaco Roberto Goyeneche en una versión mágica con la orquesta del maestro Raúl Garello en estado de gracia.
Viva el gotán, carajo!
viernes, 22 de diciembre de 2017
Barenboim
Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942), pianista y director de orquesta de primera magnitud, publica hoy en El País un artículo sobre el conflicto entre Israel y Palestina, centrándose en la reciente decisión unilateral -de dónde me sonará esa palabra- del gobierno Trump reconociendo Jerusalén como capital de Israel.
Un músico que habla, con voz poderosa y clara, como el mejor de los filósofos.
Sabido es que no hay conflictos como las guerras de familia. Palestinos e israelíes reclaman la misma tierra. El apartamento es pequeño, sí, pero hay que dividirlo. Si una de las partes se queda con todo y la otra no recibe nada aquello no acabará nunca. Cuestiones obvias.
Reconozcan Palestina como Estado soberano
por Daniel Barenboim
La decisión del Gobierno estadounidense de trasladar su Embajada en Israel a Jerusalén y, al hacerlo, reconocer a Jerusalén como capital de Israel, es la última de una serie de graves decisiones geopolíticas relacionadas con el conflicto palestino-israelí. La decisión deja bastante claro que cada nuevo movimiento proactivo desde el exterior de la región se inclina a favor de una de las partes del conflicto y desmoraliza a la otra. Esto enciende la euforia en un bando y la violencia en el otro. Si esta decisión no es objeto de una oposición clara y resuelta, la perspectiva de poner fin al conflicto seguirá alejándose.
La reaparición de la violencia que ha provocado la decisión estadounidense y las reacciones internacionales a la misma demuestran que todos los actores implicados deben replantearse algunos aspectos del conflicto. La comunidad internacional lleva varias décadas debatiendo sobre la posibilidad de alcanzar una solución de dos Estados, pero esto plantea una pregunta: ¿dónde está este segundo Estado?
La cuestión es especialmente importante, porque el conflicto palestino-israelí difiere de los demás centenares de conflictos que se han librado desde los albores de la historia humana. Por lo general, los conflictos surgen entre dos naciones o pueblos que luchan por líneas fronterizas, o recursos como el agua o el petróleo. Sin embargo, en el caso de Palestina e Israel, no se trata de un conflicto entre naciones o Estados sino entre dos pueblos que insisten por igual en su derecho al mismo trocito de tierra y que están decididos por igual a vivir en ella, preferiblemente sin el otro. En consecuencia, no puede dársele al conflicto una solución militar o puramente política. Tiene que haber una solución humana.
Los hechos del conflicto son de sobra conocidos y no hace falta detallarlos aquí. La decisión tomada en 1947 de dividir Palestina fue rechazada por toda la comunidad árabe en aquel entonces. La decisión, o la respuesta a la misma, tal vez fuese un error, pero desde la perspectiva palestina fue un desastre. No obstante, se tomó y todos tuvimos que aprender a vivir con las consecuencias. Los palestinos han renunciado desde hace tiempo a su reivindicación de toda Palestina y aceptan la división del territorio. Israel, por otro lado, sigue construyendo asentamientos ilegales en territorio palestino, lo cual pone de manifiesto una falta de voluntad de emular el planteamiento palestino. Algunos aspectos del conflicto presentan cierta simetría, mientras que otros son asimétricos: Israel es ya un Estado, un Estado muy poderoso, y como tal debe asumir una parte mayor de la responsabilidad.
Ya nadie cuestiona en serio el derecho de Israel a existir, pero el mundo está dividido respecto a la cuestión de Israel más en general. Por una parte, hay países que se sienten responsables del cruel trato dado a los judíos en Europa, y debemos estar muy agradecidos de que este sentido de la responsabilidad se mantenga hoy en día. Por otra parte, sigue habiendo quienes niegan el Holocausto, una actitud que espolea a algunos de los grupos más extremistas del mundo árabe y da a la población judía buenas razones para la desesperanza. Y sin embargo, a pesar de todas las críticas justificables a la hostilidad palestina hacia Israel, estas no deberían considerarse una continuación del antisemitismo europeo.
Medidas unilaterales como la decisión estadounidense no pueden sino empeorar la situación
Ante la decisión unilateral tomada por Estados Unidos, yo lanzo el siguiente llamamiento al resto del mundo: reconoced a Palestina como Estado soberano al igual que habéis reconocido a Israel como Estado. No es posible esperar ninguna avenencia entre dos pueblos —ni siquiera entre dos personas— que no reconocen la existencia mutua. Para alcanzar una solución de dos Estados necesitamos primero tener dos Estados, y la actual situación no lo refleja. Palestina lleva 50 años ocupada y no puede esperarse que los palestinos entablen negociaciones en estas circunstancias. Todos los países verdaderamente interesados en una solución de dos Estados deben reconocer a Palestina como Estado soberano y simultáneamente exigir que comiencen de inmediato conversaciones serias.
Medidas unilaterales como la decisión estadounidense no pueden sino empeorar la situación, porque ofrecen falsas esperanzas a un bando y aumentan la desesperación del otro. Solo pueden considerarse una provocación. Si no fuera por la historia de los últimos 70 años, un Estado binacional podría considerarse una opción concebible. Pero la indecisión de ambas partes debe considerarse como lo que es: la solución de dos Estados es la única opción factible, y la condición previa para conseguirlo es que existan dos Estados autónomos. Dos Estados que existan juntos en pie de igualdad sería la única forma de garantizarles equidad a los palestinos y seguridad a Israel.
En la cuestión de Jerusalén, la solución parece lógica: Jerusalén es una ciudad tan sagrada para los judíos como para los musulmanes y los cristianos. Como parte de una solución de dos Estados, no veo problema en que Jerusalén Oeste sea la capital de Israel y Jerusalén Este, la de Palestina.
En consecuencia, animo a todas las grandes naciones que no han reconocido aún a Palestina como Estado soberano a hacerlo ahora y a comprometerse al mismo tiempo a abrir negociaciones sobre delimitación de fronteras y otras cuestiones esenciales. Lejos de representar una medida antiisraelí, este sería un paso hacia una solución aceptable para ambas partes. Está bastante claro que ambos pueblos, israelíes y palestinos, tendrán que estar igualmente deseosos de alcanzar la paz. No puede imponerse a las partes una solución desde fuera. Por eso voy más lejos e insto a las naciones de Israel y Palestina a declarar de manera inequívoca que ya están hartas de este conflicto de décadas y que ansían que por fin llegue la paz.
Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) es pianista y director de orquesta. Tiene nacionalidad argentina, española, israelí y palestina.
Un músico que habla, con voz poderosa y clara, como el mejor de los filósofos.
Sabido es que no hay conflictos como las guerras de familia. Palestinos e israelíes reclaman la misma tierra. El apartamento es pequeño, sí, pero hay que dividirlo. Si una de las partes se queda con todo y la otra no recibe nada aquello no acabará nunca. Cuestiones obvias.
Reconozcan Palestina como Estado soberano
por Daniel Barenboim
La decisión del Gobierno estadounidense de trasladar su Embajada en Israel a Jerusalén y, al hacerlo, reconocer a Jerusalén como capital de Israel, es la última de una serie de graves decisiones geopolíticas relacionadas con el conflicto palestino-israelí. La decisión deja bastante claro que cada nuevo movimiento proactivo desde el exterior de la región se inclina a favor de una de las partes del conflicto y desmoraliza a la otra. Esto enciende la euforia en un bando y la violencia en el otro. Si esta decisión no es objeto de una oposición clara y resuelta, la perspectiva de poner fin al conflicto seguirá alejándose.
La reaparición de la violencia que ha provocado la decisión estadounidense y las reacciones internacionales a la misma demuestran que todos los actores implicados deben replantearse algunos aspectos del conflicto. La comunidad internacional lleva varias décadas debatiendo sobre la posibilidad de alcanzar una solución de dos Estados, pero esto plantea una pregunta: ¿dónde está este segundo Estado?
La cuestión es especialmente importante, porque el conflicto palestino-israelí difiere de los demás centenares de conflictos que se han librado desde los albores de la historia humana. Por lo general, los conflictos surgen entre dos naciones o pueblos que luchan por líneas fronterizas, o recursos como el agua o el petróleo. Sin embargo, en el caso de Palestina e Israel, no se trata de un conflicto entre naciones o Estados sino entre dos pueblos que insisten por igual en su derecho al mismo trocito de tierra y que están decididos por igual a vivir en ella, preferiblemente sin el otro. En consecuencia, no puede dársele al conflicto una solución militar o puramente política. Tiene que haber una solución humana.
Los hechos del conflicto son de sobra conocidos y no hace falta detallarlos aquí. La decisión tomada en 1947 de dividir Palestina fue rechazada por toda la comunidad árabe en aquel entonces. La decisión, o la respuesta a la misma, tal vez fuese un error, pero desde la perspectiva palestina fue un desastre. No obstante, se tomó y todos tuvimos que aprender a vivir con las consecuencias. Los palestinos han renunciado desde hace tiempo a su reivindicación de toda Palestina y aceptan la división del territorio. Israel, por otro lado, sigue construyendo asentamientos ilegales en territorio palestino, lo cual pone de manifiesto una falta de voluntad de emular el planteamiento palestino. Algunos aspectos del conflicto presentan cierta simetría, mientras que otros son asimétricos: Israel es ya un Estado, un Estado muy poderoso, y como tal debe asumir una parte mayor de la responsabilidad.
Ya nadie cuestiona en serio el derecho de Israel a existir, pero el mundo está dividido respecto a la cuestión de Israel más en general. Por una parte, hay países que se sienten responsables del cruel trato dado a los judíos en Europa, y debemos estar muy agradecidos de que este sentido de la responsabilidad se mantenga hoy en día. Por otra parte, sigue habiendo quienes niegan el Holocausto, una actitud que espolea a algunos de los grupos más extremistas del mundo árabe y da a la población judía buenas razones para la desesperanza. Y sin embargo, a pesar de todas las críticas justificables a la hostilidad palestina hacia Israel, estas no deberían considerarse una continuación del antisemitismo europeo.
Medidas unilaterales como la decisión estadounidense no pueden sino empeorar la situación
Ante la decisión unilateral tomada por Estados Unidos, yo lanzo el siguiente llamamiento al resto del mundo: reconoced a Palestina como Estado soberano al igual que habéis reconocido a Israel como Estado. No es posible esperar ninguna avenencia entre dos pueblos —ni siquiera entre dos personas— que no reconocen la existencia mutua. Para alcanzar una solución de dos Estados necesitamos primero tener dos Estados, y la actual situación no lo refleja. Palestina lleva 50 años ocupada y no puede esperarse que los palestinos entablen negociaciones en estas circunstancias. Todos los países verdaderamente interesados en una solución de dos Estados deben reconocer a Palestina como Estado soberano y simultáneamente exigir que comiencen de inmediato conversaciones serias.
Medidas unilaterales como la decisión estadounidense no pueden sino empeorar la situación, porque ofrecen falsas esperanzas a un bando y aumentan la desesperación del otro. Solo pueden considerarse una provocación. Si no fuera por la historia de los últimos 70 años, un Estado binacional podría considerarse una opción concebible. Pero la indecisión de ambas partes debe considerarse como lo que es: la solución de dos Estados es la única opción factible, y la condición previa para conseguirlo es que existan dos Estados autónomos. Dos Estados que existan juntos en pie de igualdad sería la única forma de garantizarles equidad a los palestinos y seguridad a Israel.
En la cuestión de Jerusalén, la solución parece lógica: Jerusalén es una ciudad tan sagrada para los judíos como para los musulmanes y los cristianos. Como parte de una solución de dos Estados, no veo problema en que Jerusalén Oeste sea la capital de Israel y Jerusalén Este, la de Palestina.
En consecuencia, animo a todas las grandes naciones que no han reconocido aún a Palestina como Estado soberano a hacerlo ahora y a comprometerse al mismo tiempo a abrir negociaciones sobre delimitación de fronteras y otras cuestiones esenciales. Lejos de representar una medida antiisraelí, este sería un paso hacia una solución aceptable para ambas partes. Está bastante claro que ambos pueblos, israelíes y palestinos, tendrán que estar igualmente deseosos de alcanzar la paz. No puede imponerse a las partes una solución desde fuera. Por eso voy más lejos e insto a las naciones de Israel y Palestina a declarar de manera inequívoca que ya están hartas de este conflicto de décadas y que ansían que por fin llegue la paz.
Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) es pianista y director de orquesta. Tiene nacionalidad argentina, española, israelí y palestina.
martes, 19 de diciembre de 2017
De repente, la vida
Manuel de la P. es un gran y queridísimo amigo desde hace ya muchos años. En estos momentos está viviendo una situación muy dura.
Estando de viaje de negocios por USA a su regreso recibió la noticia de que su madre había sido ingresada de urgencia, con un cuadro bastante complejo. Al parecer, el domingo su situación experimentó cierta mejoría, por lo que ha sido trasladada a una habitación individual.
Tanto Manuel como sus padres son gente exquisita, de unos modales que ya no se llevan y un sentido de la amistad y la solidaridad que parecen sacados de libros de caballerías. Siempre presto a brindar el corazón. Esa es la verdadera vara de medir de la integridad moral de un ser humano, muy por delante de otras consideraciones.
Siempre lo he tenido como alguien de la familia. Manolo querido, un abrazo enorme a todos y los mejores deseos de que tu señora madre se restablezca pronto.
Os queremos. Mucho.
Estando de viaje de negocios por USA a su regreso recibió la noticia de que su madre había sido ingresada de urgencia, con un cuadro bastante complejo. Al parecer, el domingo su situación experimentó cierta mejoría, por lo que ha sido trasladada a una habitación individual.
Tanto Manuel como sus padres son gente exquisita, de unos modales que ya no se llevan y un sentido de la amistad y la solidaridad que parecen sacados de libros de caballerías. Siempre presto a brindar el corazón. Esa es la verdadera vara de medir de la integridad moral de un ser humano, muy por delante de otras consideraciones.
Siempre lo he tenido como alguien de la familia. Manolo querido, un abrazo enorme a todos y los mejores deseos de que tu señora madre se restablezca pronto.
Os queremos. Mucho.
jueves, 14 de diciembre de 2017
Asma
En septiembre de 1994, una de las personas que más he querido en este mundo, el magnífico poeta, compositor y cantante uruguayo Manuel Picón, dejó de respirar. Así. Sin previo aviso.
Cuando canto muchas veces me piden canciones suyas. Me ocurre en ambientes muy distintos. Es maravilloso comprobar que transcurridos tantos años la gente recuerda sus creaciones, plenas de poesía. De una poesía en desuso, que no cotiza en bolsa.
Es inútil. Puedo cantar el tango más descarnado o la zamba más nostalgiosa pero no puedo entonar una sola frase escrita por Manuel. No me sale una sola sílaba. No funciona el truco que me pasó un viejo tanguero que se casó seis veces: "cuando sientas que la letra es tan intensa que no puedes más, recuerda la pensión compensatoria". No. Si entono una del viejo Piconetti me caigo con todo el equipo.
Manuel murió de un ataque de asma, un mal que lo torturó desde muy joven, una enfermedad clásica en la cuenca del Plata.
Hoy tenemos un campeón de la Vuelta a España asmático. Para los que descreen de la ciencia y el progreso. Los antivacunas, los creacionistas, los oligofrénicos. En fin.
No pasa un solo día sin que piense en vos, capo total. Y cuando canto gotán sé que andás muy cerca, tanto que puedo darte un abrazo.
Cuando canto muchas veces me piden canciones suyas. Me ocurre en ambientes muy distintos. Es maravilloso comprobar que transcurridos tantos años la gente recuerda sus creaciones, plenas de poesía. De una poesía en desuso, que no cotiza en bolsa.
Es inútil. Puedo cantar el tango más descarnado o la zamba más nostalgiosa pero no puedo entonar una sola frase escrita por Manuel. No me sale una sola sílaba. No funciona el truco que me pasó un viejo tanguero que se casó seis veces: "cuando sientas que la letra es tan intensa que no puedes más, recuerda la pensión compensatoria". No. Si entono una del viejo Piconetti me caigo con todo el equipo.
Manuel murió de un ataque de asma, un mal que lo torturó desde muy joven, una enfermedad clásica en la cuenca del Plata.
Hoy tenemos un campeón de la Vuelta a España asmático. Para los que descreen de la ciencia y el progreso. Los antivacunas, los creacionistas, los oligofrénicos. En fin.
No pasa un solo día sin que piense en vos, capo total. Y cuando canto gotán sé que andás muy cerca, tanto que puedo darte un abrazo.
miércoles, 13 de diciembre de 2017
Dilema moral
Según mi código personal de valores la única explotación moralmente razonable es la autoexplotación. Bien. En eso soy un maestro.
Pienso quejarme al sindicato. Me van a oír.
Pienso quejarme al sindicato. Me van a oír.
martes, 12 de diciembre de 2017
De la eternidad
¿Cuál es el sentido último de la existencia? Epa... arrancamos suave. Digamos que en la naturaleza del fenómeno vital late una voluntad de supervivencia. Se trata de intentar perdurar contra viento y marea. ¿Qué otro sentido tiene la reproducción sexual? Richard Dawkins ya lo planteaba brillantemente en "El gen egoísta". ¿Acaso un milonguero que se pone su mejor camisa y pretende ocultar sus vapores corporales con Essence de Malevo piensa en la aristotélica renovación de las formas? Solo sé que no sé nada. Vamos, ni eso.
¿Y la obra de arte? ¿Qué es sino un desesperado intento de trascender, de quedar en la memoria?
Vivir para siempre... los avances en ciencias biológicas, en inteligencia artificial y en robótica abren perspectivas que ni la ciencia ficción más atrevida alcanzó a soñar.
¿Qué somos? ¿Una colección de recuerdos complejos, una especie de disco duro propio al que se sumaría el inconsciente colectivo? En Spotify circulan aproximadamente 100 teras. ¿Y en el cerebelo de Ronaldo? ¿Cuántos kilojulios consume la táctica "partido a partido", elixir de generaciones de estrategas atemporales?
¿Por qué no descargar estos "recuerdos" en un cuerpo eternamente renovado que se adapte paulatinamente a los nuevos avances?
Una vez lograda la eternidad bien podríamos extendernos por todo el Universo, nos adaptaríamos perfectamente al frío seco de Marte, al duro hielo de Europa o a los infiernos de Venus. Hala, a convertir toda la Creación en la Costa del Sol. Planeta Marbella, Sistema Doble Banús. Súper Nova Osborne. Realizaríamos los cambios de sofwate o hardware que resultaran necesarios.
Nexus 6. Trump 4. Maduro 2. Putin Lambda 3, Kim 0,5. Definitivamente, Harrison Ford tiene que hacer horas extra...
¿Cuál será el enfoque? ¿Crearemos híbridos humano-máquina mejorando los resultados de la evolución biológica para avanzar de forma vertiginosa? ¿Llegaremos a sustituir por completo las piezas defectuosas de nuestro cuerpo mortal u optaremos por conservar nuestra memoria y "cargarla" como si se tratara de software en un nuevo hardware de nuestra elección?
¿Qué clonaremos? ¿A Einstein? ¿Mahler? ¿Algún promotor inmobiliario? ¿Un usuario de tarjetas Black? ¿la Princesa del Pueblo? ¿Estos avances estarán al alcance de un sueldo mínimo español?
Esto de filosofar provoca hambre. Un filósofo es un ser básicamente hambriento. Cuidado a la hora de invitarlos a comer. El jamón ibérico fuera de su alcance.
Me he quedado absorto ante la Eternidad. Voy a preparar unos calamares al vapor mientras oigo a Piazzolla a todo lo que da.
En cierta ocasión le preguntaron a Woody Allen: "¿qué opina de la muerte?" El periodista recibió el Premio Pulitzer esa misma tarde. Se lo acercó un dron de Amazon.
El bueno de Allen contestó: "estoy totalmente en contra".
Yo tampoco.
¿Y la obra de arte? ¿Qué es sino un desesperado intento de trascender, de quedar en la memoria?
Vivir para siempre... los avances en ciencias biológicas, en inteligencia artificial y en robótica abren perspectivas que ni la ciencia ficción más atrevida alcanzó a soñar.
¿Qué somos? ¿Una colección de recuerdos complejos, una especie de disco duro propio al que se sumaría el inconsciente colectivo? En Spotify circulan aproximadamente 100 teras. ¿Y en el cerebelo de Ronaldo? ¿Cuántos kilojulios consume la táctica "partido a partido", elixir de generaciones de estrategas atemporales?
¿Por qué no descargar estos "recuerdos" en un cuerpo eternamente renovado que se adapte paulatinamente a los nuevos avances?
Una vez lograda la eternidad bien podríamos extendernos por todo el Universo, nos adaptaríamos perfectamente al frío seco de Marte, al duro hielo de Europa o a los infiernos de Venus. Hala, a convertir toda la Creación en la Costa del Sol. Planeta Marbella, Sistema Doble Banús. Súper Nova Osborne. Realizaríamos los cambios de sofwate o hardware que resultaran necesarios.
Nexus 6. Trump 4. Maduro 2. Putin Lambda 3, Kim 0,5. Definitivamente, Harrison Ford tiene que hacer horas extra...
¿Cuál será el enfoque? ¿Crearemos híbridos humano-máquina mejorando los resultados de la evolución biológica para avanzar de forma vertiginosa? ¿Llegaremos a sustituir por completo las piezas defectuosas de nuestro cuerpo mortal u optaremos por conservar nuestra memoria y "cargarla" como si se tratara de software en un nuevo hardware de nuestra elección?
¿Qué clonaremos? ¿A Einstein? ¿Mahler? ¿Algún promotor inmobiliario? ¿Un usuario de tarjetas Black? ¿la Princesa del Pueblo? ¿Estos avances estarán al alcance de un sueldo mínimo español?
Esto de filosofar provoca hambre. Un filósofo es un ser básicamente hambriento. Cuidado a la hora de invitarlos a comer. El jamón ibérico fuera de su alcance.
Me he quedado absorto ante la Eternidad. Voy a preparar unos calamares al vapor mientras oigo a Piazzolla a todo lo que da.
En cierta ocasión le preguntaron a Woody Allen: "¿qué opina de la muerte?" El periodista recibió el Premio Pulitzer esa misma tarde. Se lo acercó un dron de Amazon.
El bueno de Allen contestó: "estoy totalmente en contra".
Yo tampoco.
domingo, 10 de diciembre de 2017
Edison & Upton
Cuentan las crónicas que el genial inventor estadounidense Edison, que carecía de una formación académica formal, contrató a un brillante fisico de 26 años llamado Francis Upton. Se trataba del hombre más culto y más preparado de todo el laboratorio de Menlo Park. Un genio de Princeton.
Edison era una fuerza de la naturaleza, un prodigio de concentración e inteligencia práctica. En cierta ocasión, en plena carrera frenética por lograr un uso comercial viable de la luz eléctrica a gran escala, Edison pidió a Upton que calculara el volumen de una bombilla eléctrica.
Upton comenzó a realizar complejos cálculos comparando el caparazón de cristal con una esfera, un cono y un cilindro. Era un hombre puntilloso y quería causar buena impresión al dueño del laboratorio.
Edison lo contempló emborronando papeles con cara de preocupación y, en un momento dado, tomó la bombilla en sus manos, la llenó de arena, la vació y calculó empíricamente el volumen en un santiamén. Upton tenía buen carácter y, según dicen, encajaba estas chanzas con deportividad. Con el tiempo creció una relación de afecto y admiración mutua.
La filosofía de vida del genio de New Jersey, que suscribo al cien por cien, se resume en una frase que pronunció algo irritado ante las dilaciones de un colaborador: "Nada que valga la pena funciona por sí solo. Tienes que ser tú el que lo haga funcionar, ¡maldita sea!"
Edison era una fuerza de la naturaleza, un prodigio de concentración e inteligencia práctica. En cierta ocasión, en plena carrera frenética por lograr un uso comercial viable de la luz eléctrica a gran escala, Edison pidió a Upton que calculara el volumen de una bombilla eléctrica.
Upton comenzó a realizar complejos cálculos comparando el caparazón de cristal con una esfera, un cono y un cilindro. Era un hombre puntilloso y quería causar buena impresión al dueño del laboratorio.
Edison lo contempló emborronando papeles con cara de preocupación y, en un momento dado, tomó la bombilla en sus manos, la llenó de arena, la vació y calculó empíricamente el volumen en un santiamén. Upton tenía buen carácter y, según dicen, encajaba estas chanzas con deportividad. Con el tiempo creció una relación de afecto y admiración mutua.
La filosofía de vida del genio de New Jersey, que suscribo al cien por cien, se resume en una frase que pronunció algo irritado ante las dilaciones de un colaborador: "Nada que valga la pena funciona por sí solo. Tienes que ser tú el que lo haga funcionar, ¡maldita sea!"
martes, 5 de diciembre de 2017
Himmelweg
En la estación de Budapest-Nyugati nos separaron. Papá y Elek fueron conducidos a golpes hacia otra fila. Los hombres de la Cruz Flechada eran mucho peores que los SS: querían hacer méritos ante sus amos alemanes. Se comportaban como bestias salvajes.
No pasaba un día sin que llegaran noticias de los rusos y sus avances en Europa Oriental. París ya había sido liberada por los aliados. La BBC era un faro de luz. Nuestra única esperanza era que llegaran pronto a Hungría, que se desviaran en el camino a Berlín. Papá conocía a los bolcheviques. Ahora que tenían a los alemanes a sus pies ocuparían todo el territorio europeo que pudieran, lo que obligaría a los ingleses y norteamericanos a acelerar el paso. Alemania sería reducida a escombros. Este era el momento más peligroso. Se volverán incontrolables. Morirán matando y no dejarán testigos.
Para nuestra familia no hubo suerte.
Viajamos durante días en un vagón de ganado construido con tablones de madera, sin ventanas, sin apenas ventilación. Las escenas de terror se sucedían. La gente se asfixiaba, se desmayaba o simplemente dejaba de respirar. El olor era nauseabundo.
A veces el tren se detenía durante horas y los gritos se hacían insoportables. Yo permanecía junto a mamá, las largas horas de entrenamiento desde niña me habían enseñado a soportar el dolor. Existe una barrera del dolor, una vez atravesada puedes seguir tocando el piano hasta el día siguiente. A mamá le gustaba especialmente la Vokalise de Rachmaninov, me la pedía una y otra vez. Tanto era así que llegué a pensar que aquella nostálgica melodía le recordaba a un amor de juventud, alguien de la facultad. Sí, debió ser en una Budapest mágica, junto al Széchenyi lánchíd. Papá prefería a Scriabin y las sonatas de Beethoven. ¿Quién de los dos guardaría más secretos para sí? Las horas más felices transcurrían cuando sabía que los míos me oían ensayar. Nunca los veía, pero sentía su presencia detrás de la puerta. Como el sonido de un metrónomo que marca el pulso del mundo.
Cuando por fin llegamos era de noche. El tren se detuvo en una plataforma situada junto a unos gigantescos barracones. Hacía mucho frío. Los guardias tenían perros enormes que nos aterrorizaban.
A punta de palos nos llevaron a una sala grande, donde nos dieron un té. No tenía sabor pero estaba caliente.
—Himmelweg, Himmelweg...!— gritaban los guardias.
"¿El camino hacia el cielo?" decía mamá. "Nos van a asesinar esta misma noche, Papá y Elek les sirven como esclavos, quizá tengan suerte si aguantan unas semanas. No tengas miedo. Es mejor así. Se acerca el invierno, no podríamos sobrevivir en este lugar. Conociendo a los alemanes la muerte es el menor de los males. No les daremos el placer de convertirnos en espectros. No mendigaremos su clemencia".
Mamá fue la primera mujer húngara en obtener un doctorado en física. A pesar de ser judía y de todas dificultades que tuvo que superar. Jugaba al ajedrez como si fuera una profesional y nadie, por astuto y persuasivo que fuera, podía engañarla. Papá nunca tomaba una decisión en sus negocios sin poner el tema a su consideración. Ella siempre iba muchas jugadas por delante.
No tenía miedo. Estábamos juntas. Nos dio tiempo a recordar historias familiares cuando estábamos los cuatro juntos. Viajes, conciertos en Praga, la biblioteca central, el baile de fin de año en Viena, noches estrelladas, los chistes de papá que nos hacían morir de risa, la tía Sara y sus extrañísimas historias de amor, el tío Jan y sus experimentos, sus cuadernos de notas. Jan nunca se daba por vencido. Cuando las cosas iban mal o alguien le hacía daño decía "acabo de tener una experiencia que no considero tiempo perdido". Nunca dejaba de observar la vida, el mundo, sus pintorescos habitantes, profesionales del sufrimiento por delegación. Tío Jan había elaborado un enorme fichero de arquetipos emocionales, pero a la hora de pasearse por el mundo real no le resultaba de gran utilidad. Era un romántico incurable y tenía una habilidad fuera de lo común para atraer gente perturbada... Oy vey! Como fuera, contaba sus peripecias con una gracia enorme. No recordábamos un solo día en familia en que no nos riéramos a carcajadas.
Los guardias hicieron que nos desnudáramos. Allí había mujeres de todas las edades. Los hombres de lata se burlaban de las mujeres gruesas o entradas en años.
Nos sacaron de la sala a patadas. Mamá y yo íbamos de la mano. Soltaron los perros. Chillidos, llantos ahogados. Aquellos enormes pastores alemanes mordían a las mujeres rezagadas y los guardias gritaban como energúmenos.
—Himmelweg, Himmelweg...!
Caminamos unos 200 metros por un sendero de tierra y piedras que ascendía. Himmelweg. Himmelweg. ¿Existirá otra vida? ¿Habrá música de Mahler en el cielo? ¿Volveré a ver a Marek?
Entramos en un recinto con duchas en el techo. Se cerraron las puertas. Se encendió una luz roja como de estudio de revelado de fotografías. Mamá me abrazó con fuerza y ya no me soltó.
—Recuerda cuando papá te enseñó a andar en bicicleta. Era un día soleado en el lago. Te estrellaste contra un árbol gigantesco y te clavaste el manillar en el pecho pero tú no parabas de sonreír porque habías logrado mantener el equilibrio unos metros. Qué cara de felicidad tenías... Recuerda aquel día, el viento en el rostro, el calor. ¡Respira hondo! No tengas miedo a la muerte, querida, pronto todo habrá terminado.
No pasaba un día sin que llegaran noticias de los rusos y sus avances en Europa Oriental. París ya había sido liberada por los aliados. La BBC era un faro de luz. Nuestra única esperanza era que llegaran pronto a Hungría, que se desviaran en el camino a Berlín. Papá conocía a los bolcheviques. Ahora que tenían a los alemanes a sus pies ocuparían todo el territorio europeo que pudieran, lo que obligaría a los ingleses y norteamericanos a acelerar el paso. Alemania sería reducida a escombros. Este era el momento más peligroso. Se volverán incontrolables. Morirán matando y no dejarán testigos.
Para nuestra familia no hubo suerte.
Viajamos durante días en un vagón de ganado construido con tablones de madera, sin ventanas, sin apenas ventilación. Las escenas de terror se sucedían. La gente se asfixiaba, se desmayaba o simplemente dejaba de respirar. El olor era nauseabundo.
A veces el tren se detenía durante horas y los gritos se hacían insoportables. Yo permanecía junto a mamá, las largas horas de entrenamiento desde niña me habían enseñado a soportar el dolor. Existe una barrera del dolor, una vez atravesada puedes seguir tocando el piano hasta el día siguiente. A mamá le gustaba especialmente la Vokalise de Rachmaninov, me la pedía una y otra vez. Tanto era así que llegué a pensar que aquella nostálgica melodía le recordaba a un amor de juventud, alguien de la facultad. Sí, debió ser en una Budapest mágica, junto al Széchenyi lánchíd. Papá prefería a Scriabin y las sonatas de Beethoven. ¿Quién de los dos guardaría más secretos para sí? Las horas más felices transcurrían cuando sabía que los míos me oían ensayar. Nunca los veía, pero sentía su presencia detrás de la puerta. Como el sonido de un metrónomo que marca el pulso del mundo.
Cuando por fin llegamos era de noche. El tren se detuvo en una plataforma situada junto a unos gigantescos barracones. Hacía mucho frío. Los guardias tenían perros enormes que nos aterrorizaban.
A punta de palos nos llevaron a una sala grande, donde nos dieron un té. No tenía sabor pero estaba caliente.
—Himmelweg, Himmelweg...!— gritaban los guardias.
"¿El camino hacia el cielo?" decía mamá. "Nos van a asesinar esta misma noche, Papá y Elek les sirven como esclavos, quizá tengan suerte si aguantan unas semanas. No tengas miedo. Es mejor así. Se acerca el invierno, no podríamos sobrevivir en este lugar. Conociendo a los alemanes la muerte es el menor de los males. No les daremos el placer de convertirnos en espectros. No mendigaremos su clemencia".
Mamá fue la primera mujer húngara en obtener un doctorado en física. A pesar de ser judía y de todas dificultades que tuvo que superar. Jugaba al ajedrez como si fuera una profesional y nadie, por astuto y persuasivo que fuera, podía engañarla. Papá nunca tomaba una decisión en sus negocios sin poner el tema a su consideración. Ella siempre iba muchas jugadas por delante.
No tenía miedo. Estábamos juntas. Nos dio tiempo a recordar historias familiares cuando estábamos los cuatro juntos. Viajes, conciertos en Praga, la biblioteca central, el baile de fin de año en Viena, noches estrelladas, los chistes de papá que nos hacían morir de risa, la tía Sara y sus extrañísimas historias de amor, el tío Jan y sus experimentos, sus cuadernos de notas. Jan nunca se daba por vencido. Cuando las cosas iban mal o alguien le hacía daño decía "acabo de tener una experiencia que no considero tiempo perdido". Nunca dejaba de observar la vida, el mundo, sus pintorescos habitantes, profesionales del sufrimiento por delegación. Tío Jan había elaborado un enorme fichero de arquetipos emocionales, pero a la hora de pasearse por el mundo real no le resultaba de gran utilidad. Era un romántico incurable y tenía una habilidad fuera de lo común para atraer gente perturbada... Oy vey! Como fuera, contaba sus peripecias con una gracia enorme. No recordábamos un solo día en familia en que no nos riéramos a carcajadas.
Los guardias hicieron que nos desnudáramos. Allí había mujeres de todas las edades. Los hombres de lata se burlaban de las mujeres gruesas o entradas en años.
Nos sacaron de la sala a patadas. Mamá y yo íbamos de la mano. Soltaron los perros. Chillidos, llantos ahogados. Aquellos enormes pastores alemanes mordían a las mujeres rezagadas y los guardias gritaban como energúmenos.
—Himmelweg, Himmelweg...!
Caminamos unos 200 metros por un sendero de tierra y piedras que ascendía. Himmelweg. Himmelweg. ¿Existirá otra vida? ¿Habrá música de Mahler en el cielo? ¿Volveré a ver a Marek?
Entramos en un recinto con duchas en el techo. Se cerraron las puertas. Se encendió una luz roja como de estudio de revelado de fotografías. Mamá me abrazó con fuerza y ya no me soltó.
—Recuerda cuando papá te enseñó a andar en bicicleta. Era un día soleado en el lago. Te estrellaste contra un árbol gigantesco y te clavaste el manillar en el pecho pero tú no parabas de sonreír porque habías logrado mantener el equilibrio unos metros. Qué cara de felicidad tenías... Recuerda aquel día, el viento en el rostro, el calor. ¡Respira hondo! No tengas miedo a la muerte, querida, pronto todo habrá terminado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)