lunes, 23 de abril de 2018

Cantando al sol

María quería saber, aunque doliera. Oficialmente no le dijeron nada. Su hermano había sido destinado a Malvinas.

Llamó a todos los compañeros de la clase 62 y trató de localizar a alguien que supiera qué había sido de él.

"No tengo un cinco, hermana querida. No sé si vamos a volver...", decía en una carta que guardaba como un tesoro. La letra irregular, con borrones. No le gustaba el colegio: prefería montar a caballo y nadar en el mar. Y siempre estaba sonriendo. Carajo, cómo te extraño, corriendo por los médanos, remontando un barrilete rojo.

A finales de 1985 alguien le escribió. Anónimo. Habían pasado tres años largos del final de la guerra.

"Tu hermano ardió junto a otros dos compañeros en una caseta que recibió el impacto de un proyectil disparado desde el mar. Lo enterramos en un lugar que se llama Playa Bonita, un lugar hermoso. No sé si eso te sirve de algo".

El mar. La playa. Algo de todo lo que te quitaron.

María lloró sonriendo.

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