"No hay sorpresas en la vida, usted sabe. Todo lo que nos sorprende es justamente aquello que confirma el sentido de la vida".
Onetti, probablemente el mejor prosista en castellano del siglo XX, vivía en la cama. De vez en cuando, Dolly le acercaba un vaso de whisky. "Todo se lo debo a Dolly...", decía el loco.
Lo llamaban de toda clase de universidades, cursillos, encuentros, inauguraciones, concursos. A todos decía que sí, que iría encantado. A qué discutir. Cuando llegaba el día, Dolly llamaba y les decía que Onetti estaba ingresado, que se les inundó el piso, que murió un familiar, cualquier cosa.
Onetti ya había visto todos los seres humanos que un ser humano puede ver. Hasta aquí llegó mi amor.
Cuando caía la tarde, no todos los días, no siempre, Juan Carlos ponía la orquesta de Caló a todo lo que daba e invitaba a Dolly a bailar por el salón. Ella esperaba ese momento apasionadamente, como en Brief Encounter y sacaba a pasear ese vestido rojo que a él le encantaba. Vos sabés. El que te pusiste aquella noche en Roma. Sí. 2009, diciembre. La fiesta en casa de Francesca y Gianni. Cómo te acordás.... de regreso a casa no podíamos parar de besarnos. Teatro Marcello. Piazza dei Fiori. Trastevere.
Tango para dos. Vos y yo, mano a mano. Nadie más. No me verás abrazado a la rubia sedienta de amar en la milonga ni yo te veré dibujando ochos en brazos de un tipo sin alma.
Amor, quedémonos aquí. La vida se nos va. Quedémonos aquí.
jueves, 20 de septiembre de 2018
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