He de confesar que, desde que vivo solo soportándome a mí mismo –lo cual ya tiene un mérito encomiable– veo televisión de vez en cuando. Me declaro fan número uno de Chicote. Me encanta ese personaje con pinta de Shrek y nombre de bar inmortal que me recuerda cuando mis hijos eran pequeños y un tiempo muy feliz.
Cocinar es un acto de amor. De amor supremo, aunque sea amor a uno, al estilo Walt Whitman. Transitar por este mundo y no haber aprendido a cocinar es muy lamentable: es perderse uno de los grandes placeres de la existencia.
Estoy convencido de que un porcentaje elevadísimo de neuras, mala baba y, obviamente, daños irreparables en el organismo, tienen su origen en lo que uno come, en la calidad de los alimentos que ingiere y en cómo se preparan. Si conociéramos puntualmente la dieta de cada persona cabría hacer un retrato robot de su perfil "psiquiátrico". He aquí una mosca de bar, un cantamañanas, un dorapíldoras más falso que una moneda de tres euros, un "entusiasta", esa mina te va a sacar los ojos, un sociópata, y así sucesivamente.
Inglaterra es un ejemplo de manual. Veamos... si comes basura a todas horas y bebes 8 pintas al día las posibilidades de convertirte en ...... son del ...... Right! Who Wants to be a Millionaire?
Cuando viajé a Buenos Aires y Salta en el 16 me sorprendió la cantidad de azúcar y alimentos procesados que ingería la gente. Eso los que pueden alimentarse más o menos en condiciones. América Latina necesita un cambio radical y la clase política es a la dignidad lo que Inglaterra a la alimentación, pero ese es otro tema. Y no eran niños precisamente. Luego ves esos debates en donde todo el mundo se llama "bonito de cara". Un periódico de alta tirada de la República Argentina incluye una sección diaria y virtualmente infinita sobre declaraciones de modelos, personajes mediáticos y toda clase de esperpentos donde X insulta a Y con los exquisitos modales de un hooligan drogado. Por el mismo precio lees The Times y The Sun. O las discusiones de tráfico porteñas. Una oda de Fray Luis. Si uno quiere decir "larrecontraputísimamadrequeterrecontrarremilrreparió" cada 3 segundos como si tuviera el síndrome de Tourette no tiene más que aumentar la cantidad de azúcares e ingerir media vaca por semana. Dieta Sanpaoli-Maradona.
El enfado con el mundo tiene su origen en el estómago.
Además, Chicote es un capo en lo suyo, pero no solo en el mundo de la cocina, sino en el conocimiento del ser humano. El bueno de Alberto lo hace al hispánico modo: yendo directamente al meollo de la cuestión y no perdiéndose en una verborragia tremebunda que da para 58 años de terapia como algunos "analistos" (muy recomendable el magnífico libro de mi querido amigo Rodrigo Muñoz Avia: “Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos”).
Como decía, Chicote es un capo total. Ahora bien, después de ver estos programas volver a sentarse en un restaurante o en un bar genera mucha intranquilidad y se convierte en un deporte de alto riesgo. La cocina parece ser un campo de batalla donde todo el mundo está de muy mala hostia y a punto de estallar. Me recuerda al personaje del cocinero en “Celebration”, una película Dogma de muy alto octanaje. Supuestamente, se trataba de un cocinero de alto standing y declaraba “si no estoy borracho no puedo cocinar”. No me digas más.
Y es cierto: cocinar en un restaurante requiere un carácter muy especial. Cuando el local está lleno el nivel de estrés es insoportable. Es como una guerra de verdad: el tipo que parecía un matón resulta ser un ratón y otro por el que nadie daba un cobre es un héroe. Ahí se ve el carácter.
Los empresarios parecen preocuparse más en invertir en camareros que en cocineros. Total, nadie los ve. Cualquiera vale. ¿Cuánto llevas cocinando tú? Tres años. ¿Y en tres años no has aprendido a picar perejil?
Realmente, sorprende que ciertos establecimientos -obviamente todo está precocinado en términos de producción audiovisual- se presten a mostrar los intestinos de sus “centros de procesamiento”. Es imposible almorzar o cenar viendo semejante programa. Los restaurantes familiares son un poema: los hermanos o los primos se llevan a matar y ese odio pasa directamente a las cocochas o a la fabada asturiana. Recuerdo un programa centrado en un restaurante asturiano supuestamente premiado que le sirvió a Chicote fabada de bote. Ni siquiera era El Litoral. Para mear y no echar gota.
En realidad, Don Alberto es mucho más inteligente y eficaz que los supuestos coach que ahora están tan de moda. Conoce perfectamente las debilidades y miserias humanas y sabe cómo hacer equipo. Me gusta especialmente cuando va al mercado y da una lección magistral de cómo reconocer la calidad de la materia prima. Se le ilumina el rostro. Los dueños de los restaurantes lo miran alucinados y no entienden nada. Qué me dice este de cómo reconocer un buen boquerón. Ole, ole y reole. Al parecer, según leo en la prensa, ahora se va a meter a denunciar la comida que dan en los hospitales o en las residencias de ancianos.
Mejor nos ponemos en paz con Dios…
viernes, 7 de septiembre de 2018
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