jueves, 27 de septiembre de 2018

Le Ballon Rouge



Cuando era apenas un niño, mi mamá -que por entonces era otra niña- me habló de esta película. Recuerdo el momento. Estábamos sentados en un banco del Parque Artigas de Buenos Aires. Los parques de Buenos Aires son mágicos: permiten percibir perfumes al otro lado del mar. Yo llevaba un pullover de cuello alto y tenía una mítica leche Cyndor entre las manos. Recuerdo el rostro de mi madre contándome que había un niño que perseguía un globo rojo por las calles de Francia. Yo la miraba maravillado y sonreía. Aquella imagen quedó impresa en mí todos estos años. Supe de la película pero nunca la vi completa. Hasta el año pasado, de la mano de una amiga que quiero mucho, Ana Martínez Meucci, brillante arquitecta, bailarina de tango, fotógrafa, escenógrafa, cocinera de altos vuelos y un millón y medio de cosas más. Hay gente que tiene un talento natural simplemente apabullante. Puesto que las casualidades no existen, un mes después de ver la película encontramos la imagen de un niño con un globo rojo en una pared de Siena. Continuamos caminando en silencio. Hay silencios que dicen tantas cosas... No es el oído, sino el alma. 

La película tiene una belleza onírica, embriagadora como una luna de la cosecha, a prueba de despedidas y desencuentros. Va por ustedes.

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