Un excelente diálogo entre dos grandes creadores. Me recuerda el documental que Volker Schlöndorff hizo sobre Billy Wilder (para ver y degustar varias veces).
Desconocía el artículo de Umberto Eco sobre Allen, declarando que se trata del cómico más importante desde los hermanos Marx. Coincido al cien por cien. Es más, sin proponérmelo tiendo a considerar el amor o el desprecio por la obra de Allen como parámetros de calado a la hora de calibrar la inteligencia y la sensibilidad de mi interlocutor. Todos tenemos algún prejuicio.
Raras veces me he equivocado. Creo recordar que fue con Trump. Pero no cuenta porque se trata de un holograma trufado de interferencias subsónicas procedente de la lejanísima nebulosa Oligofrenón. Su existencia confirma que no estamos solos en el Universo.
Diálogo entre Woody Allen y Fernando Trueba
lunes, 14 de octubre de 2019
viernes, 11 de octubre de 2019
Butoh
En estos días tuve la suerte de conocer a una persona
que, entre otras cosas, se dedica con pasión a la danza butoh, una danza que
procede de Japón y que surgió tras las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki
(siempre hay que recordar que nuestros amigos americanos, aquel país que
contemplamos como modelo de desarrollo occidental, como adalides del
capitalismo más salvaje, no tuvo reparos en lanzar no una sino dos bombas sobre
población civil).
El butoh es un lamento bailado, un
retorcerse en nuestra condición humana. Sus creadores se inspiraron en los
movimientos de los cuerpos moribundos que se arrastraban entre los escombros
tras las detonaciones nucleares.
Tuve la suerte de traducir textos de Mishima y en mis
años de estudiante coincidí con Tamaki Otani, un excelente guitarrista de
Hiroshima, precisamente. Aún guardo como un tesoro las partituras que Tamaki
escribía a mano con las plumas de caña y la tinta que se utiliza para la
fascinante caligrafía japonesa. Un arte mayor.
Siempre he sentido un gran respeto por la cultura
tradicional del país del Sol Naciente, una cultura elegante y minimalista,
vinculada a un pensamiento panteísta. Dios está en todas las cosas. Todos somos
dioses.
El butoh pretende "cansar la mente",
eliminar el ego de la ecuación y abrir las puertas del subconciente. Occidente,
que está profundamente enfermo (lo más inquietante es que no suele darse
cuenta) haría bien en beber de estos cálices.
Y haría bien en recuperar alguna clase de pensamiento
ritual, aunque solo fueran rituales de agradecimiento por el simple hecho de
estar vivo. La vida es un fenómeno altamente improbable. Como lo son el amor o
la amistad a cambio de nada.
Etiquetas:
danza Butoh,
Hiroshima,
Japón,
Natalia Meroño,
rituales
miércoles, 2 de octubre de 2019
Tango del adiós
No hay que preocuparse mucho por el tango, porque el tango te espera. Lo que haga falta. Si vives lo suficiente y con la suficiente intensidad, saldrá a tu encuentro. Te atropellará al cruzar una esquina. Te clavará un cuchillo y ni siquiera lo verás venir... entonces, che papusa, te acordarás de mí. Caminarás por esa misma calle, pasarás por la puerta de mi casa y sentirás un vértigo exterminador en el alma.
Cuando vos ya no seas Margot ni tan siquiera mi Margarita. Y esa fila interminable de pretendientes que hoy te acosan y te desvelan se haya disuelto en el viento. Entonces puede que te acuerdes de cuando noqueabas a diestro y siniestro sin hacer prisioneros como si los hombres -todos ellos-, te debieran algo. Y salías a festejar entre copas y sones de guitarras en noches sin final.
Nunca conocí a nadie que sedujera con tanta facilidad, sin esfuerzo alguno, como hacías tú. A hombres y mujeres. A quien se te cruzara por delante: todos querían poseerte. Hasta a los perros seducías. Claro, como que tenías modos de gata.
Tal vez fuese tu corazón de cristal, frágil y esquivo desde la tarde en que supiste que tu padre ya no iba a regresar del mar. Tu corazón arisco, herido de muerte. Tu alma de niña congelada en el tiempo que todos querían amamantar.
Y mis ojos salobres al ver la tierra que no cambia retornarán a ti esa misma noche. Una sombra. Alguien al que solo viste una vez al cruzar la calle, que apenas pasó por tu vida. La inesperada amabilidad de los extraños. El anhelo de lo que sentimos al mirarnos, al besarnos con esa fuerza de la tierra, hasta hacernos sangre... pero yo habré partido. Viviré en el recuerdo de una vida juntos que nunca existió. Y no sé cómo, no sé cuándo, siempre estaré a dos cuadras de distancia de vos. Afilando el facón en silencio, lentamente, trenzando esculturas con el humo del cigarro, velando tus pasos de emperatriz de la noche sin que nunca aciertes a notar mi presencia. Para que nada pueda volver a herirte. Sí. Este amigo ha de jugarse el pellejo por vos, Reina, cuando llegue la ocasión. Tan lejos, tan cerca.
Moriré conmigo. Solo. Sin confesión y sin Dios. Acurrucao en mis penas como abrazao a un rencor. Y, como los hombres solemos hacer, seré infiel a tu memoria en el último instante.
Cuando vos ya no seas Margot ni tan siquiera mi Margarita. Y esa fila interminable de pretendientes que hoy te acosan y te desvelan se haya disuelto en el viento. Entonces puede que te acuerdes de cuando noqueabas a diestro y siniestro sin hacer prisioneros como si los hombres -todos ellos-, te debieran algo. Y salías a festejar entre copas y sones de guitarras en noches sin final.
Nunca conocí a nadie que sedujera con tanta facilidad, sin esfuerzo alguno, como hacías tú. A hombres y mujeres. A quien se te cruzara por delante: todos querían poseerte. Hasta a los perros seducías. Claro, como que tenías modos de gata.
Tal vez fuese tu corazón de cristal, frágil y esquivo desde la tarde en que supiste que tu padre ya no iba a regresar del mar. Tu corazón arisco, herido de muerte. Tu alma de niña congelada en el tiempo que todos querían amamantar.
Y mis ojos salobres al ver la tierra que no cambia retornarán a ti esa misma noche. Una sombra. Alguien al que solo viste una vez al cruzar la calle, que apenas pasó por tu vida. La inesperada amabilidad de los extraños. El anhelo de lo que sentimos al mirarnos, al besarnos con esa fuerza de la tierra, hasta hacernos sangre... pero yo habré partido. Viviré en el recuerdo de una vida juntos que nunca existió. Y no sé cómo, no sé cuándo, siempre estaré a dos cuadras de distancia de vos. Afilando el facón en silencio, lentamente, trenzando esculturas con el humo del cigarro, velando tus pasos de emperatriz de la noche sin que nunca aciertes a notar mi presencia. Para que nada pueda volver a herirte. Sí. Este amigo ha de jugarse el pellejo por vos, Reina, cuando llegue la ocasión. Tan lejos, tan cerca.
Moriré conmigo. Solo. Sin confesión y sin Dios. Acurrucao en mis penas como abrazao a un rencor. Y, como los hombres solemos hacer, seré infiel a tu memoria en el último instante.
Cernuda
Y para rematar la faena de mi canto de amor al castellano, este poema de Luis Cernuda. Un autor magnífico. Va por ustedes... a pesar de los pesares, sigo siendo "...un hombre joven y cansado porque antaño soñó mucho día y noche..."
He de confesar que estos dos versos me facilitaron incontables ligues cuando tenía veintitantos y semblante de poeta byroniano -dispuesto a liberar Grecia en todo momento- pero ahora, a los cuarenta y cinco y pico... apaga y vámonos. No me salva ni el tango.
QUÉ RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
He de confesar que estos dos versos me facilitaron incontables ligues cuando tenía veintitantos y semblante de poeta byroniano -dispuesto a liberar Grecia en todo momento- pero ahora, a los cuarenta y cinco y pico... apaga y vámonos. No me salva ni el tango.
QUÉ RUIDO TAN TRISTE
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoño
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un día
flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las flores son arena y los niños son hojas,
y su leve ruido es amable al oído
cuando ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antaño soñó mucho día y noche.
Mas los niños no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un día decoren su semblante de muerto.
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Margot,
Qué ruido tan triste
El castellano
Ahora que los "caballeros" de UK abandonan el barco cuando más falta hacía la unión, ¿por qué razón debemos seguir utilizando el inglés como lingua franca?
Elijamos el idioma de los 27 con mayor número de hablantes a nivel mundial y mayor proyección de crecimiento, que no es otra que...
La música de los sonetos de Garcilaso. Hay que parar a las mofetas rubias. Enough is enough.
Celtas, íberos, tartésicos... ¡en pie, famélica legión!
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