lunes, 3 de enero de 2022

Levante y Sudestada

Ella fue la primera en amarme 

y la última en abandonarme.

Suspendimos el tiempo, 

la vida, el mañana. 

Todo porvenir se tornó infancia.

Sin red quisimos soñar. Y a fe mía que lo hicimos.

Qué más da si duró un día o veinte años. 

Pusimos las almenas en fuego. 

Construimos catedrales en el vacío.

Fuimos una sola espada. Entre grito y risa. 

Pisamos las calles, bailamos en la cocina.

Nos alimentamos de palabras, de labios,

manos y susurros de amanecida,

fortalezas erguidas en tierras yermas,

de un tiempo heroico, lejano e infiel.

Tu voz y la mía

Decidieron casarse.

La casa llena de flores

Restos de una nave

cóncava

que explotó en vuelo.

Abrazos como de la cólera de Dios

desde antes de tu llegada

al mundo, junto a un mar ebrio

de otoños, siempre embravecido.

Hollarás las arenas que no caminé contigo.

Verás arder mil fuegos lejos de mí.


No envejeceremos juntos. 

No me verás morir, amor.

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