domingo, 17 de abril de 2022

El maravilloso caos hispano

Recuerdo que cuando llegamos a España procedentes de Buenos Aires una de las cosas que más me chocó -y que me gustó- fue el caos.

Veníamos de un colegio "de orden", donde nos hacían formar militarmente y había un clarísimo principio de autoridad. Empezando por el hecho de que íbamos todos uniformados. Nos pilló 1976 y 1977 allí: los profesores jóvenes y "normales" fueron paulatinamente sustituidos por fascistas del viejo orden. Fascistas en sus modos y en el contenido de sus clases.

Mi hermano y yo nos incorporamos a mitad de curso en un colegio de barrio madrileño. El Isidro Almazán del barrio de Prosperidad. Un colegio normal. Público, obviamente. La enseñanza de pago es para los Cayetanos de la vida.

Al entrar con nuestra madre para entrevistarnos con el director todo eran gritos, los niños iban vestidos de calle, jugaban al frontón junto con los profesores, a churro, a cualquier cosa siempre que fuera alegre. Había un ruido de fondo permanente.

Esa fue la impresión primera: España era un país alegre y caótico. Una manera de estar en el mundo sin excesiva disciplina. Yo era todo lo contrario: metódico, estudioso (me pasaba el día estudiando), cumplía horarios. Pensé... "un poco de caos no le viene mal a mi vida". Y aprendí a tomarme las cosas con mucho más humor, empezando por mi propia persona.

Años después leí la autobiografía de Martin Amis, Experience. No sabía que, cuando sus padres se separaron a finales de los 60, la madre viajó con los niños a Málaga (no recuerdo si fue a Málaga capital o alguna ciudad de la Costa del Sol, sin mafiosos rusos, se entiende. Habría otra clase de mafiosos... ¡británicos e italianos creo!).

Procedían nada menos que de Oxford! Allí daba cátedra el padre de Amis, Kingsley. Los Amis son un caso muy raro de padre e hijo que se dedican exactamente a lo mismo y brillan los dos a la máxima altura. Eso no mermó para nada el cariño que sentían uno por el otro.

En las páginas de Experience, Martin Amis describe la misma sensación: llegar a un sitio luminoso y alegre. Y muy caótico, sin normas férreas de conducta. Donde cada uno hacía lo que le parecía bien.

España era anárquica y la gente era solidaria. Pero de una solidaridad natural, nunca forzada y para ponerse medallas en el pecho. Qué va.

A la semana de estar en el colegio, mi clase tenía concertada desde las Navidades una visita al Museo del Prado. Había que pagar el viaje, el alquiler del bus, la entrada (así eran las cosas entonces). Yo no tenía dinero ni para comprar un billete de metro (a la sazón, 11 pesetas). Así era nuestra realidad como emigrantes en el nuevo país. Empezar de menos 10.

Los chavales de mi clase -esto no lo voy a olvidar nunca- le dijeron al profesor "que venga él también o no vamos. Su parte la pagamos entre todos". Y así fue.

Adoro este país y pienso que es uno de los países más sabios del mundo. Tiene todo el arte. El único que realmente cuenta. El arte de vivir.

* Ojo con Experience de Amis. No todo es color de rosa.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Probando...