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martes, 15 de noviembre de 2022

Cartas de Ultramar XV – Córdoba

Verano madrileño. Paso por casa a cambiarme. Recibo una llamada. Es una voz muy querida que no oía hace bastante tiempo. Una voz que siempre me paraliza.

—Estoy en Córdoba y me dije “tengo que hacer el amor contigo antes de que sea demasiado tarde”.

—No sabes hasta qué punto estoy de acuerdo. Veamos…, puedo estar ahí en unas cinco horas.

—Intenta que sea menos tiempo. Tú inténtalo al menos. Necesito verte.

—Para verte, lo que haga falta.

Correcto. No tengo coche. Estamos a finales de los ochenta. Vengo de una fiesta en Castellana y me iba a otra en Argüelles. Estoy medio borracho, pero estas cosas pasan una vez en la vida. Ella y yo nos hemos estado persiguiendo desde antes del Big Bang. Desde mucho antes.

¿Cómo hago para llegar a Córdoba mientras aún queda noche? Habrá que tomar un vehículo en fideicomiso: es por una buena causa. Soy un chaval. No tengo tarjeta de crédito. ¿Quién me iba a dar un crédito a mí? Solo tengo mis sueños y la vida que podría compartir contigo. No tengo nada más. Si me pidieras que me arrancase la piel te la daría. Mis ojos, mis manos. Todo lo que soy y lo que puedo llegar a ser. Contigo. Por cierto, ¿qué coño es un fideicomiso?

Como una centella bajo abajo (previamente había subido arriba)Este parece bien. Un Renault 19. Venga, coño. Da igual. A ver…, cómo se hacía el puente. Soy un chaval de barrio. Otra cosa no pero lo que es abrir coches… Ya está.

Pero si hasta tiene el tanque casi lleno... ¡Gracias, Estrella del Norte! M-30. Nacional IV. Dirección Andalucía. Por Aranjuez todavía no está hecho el desvío. Se pasa por la parte monumental. El coche va de cine. Acelero en las curvas hasta rectificarlas.

Te recuerdo. Te recuerdo en un parque de noche. Recuerdo tus ojos brillantes de niña.

A la altura de Valdepeñas paso por pueblos en fiestas. Todo el mundo está de fiesta porque voy a ti. Huele a melocotones maduros. Abro las ventanas para embriagarme.

Despeñaperros. No puedo llamarte. No existen los teléfonos móviles. Querría transmitirte todo el viaje, todo lo que voy sintiendo. Todo lo que siento por ti desde la primera vez que te vi. Querría decírtelo todo. Todavía quiero.

Llego al Guadalquivir. Pues sí que está lejana y sola. Estoy lejos del centro. Solo hay un hombre tambaléandose en la calle. Le pregunto cómo hago para llegar hasta la Mezquita.

—Tiras todo el río p’arriba…, tú sigue p’arriba y no pierdas de vista el agua. Cuando encuentres el tercer puente tuerces a la derecha y sigue to el puto camino p’adelante. ¿Qué? ¿Una noche de amor, chaval?

—Eso creo. Estoy algo nervioso… Es el amor de mi vida —y le dije lo que me había sucedido esa extraña noche.

—Anda, anda… no me cuentes historias. A cumplir como un torero. ¡Estás en Córdoba, niño! ¿Qué podría salir mal? Todas las sangres, todas. Hala. ¡Que Dios reparta suerte!

Llego por fin. Subo p’arriba otra vez. No recuerdo qué bola le conté al de la recepción, algo inverosímil. Era un tío joven. Se rió como si fuera un hermano. Toda esa gente que me iba encontrando en el viaje eran extras contratados. Todos estaban en el ajo. Alguien los puso ahí.

Toco tu puerta. Me abres. Nos abrazamos. Nos besamos hasta el alma. Nos quedamos trenzados en el marco de la puerta. Madrugada cordobesa. El río, las calles, el rumor de alguna pareja que se abraza haciendo dueto con nosotros.

Las ventanas abiertas de par en par. El perfume de melocotones y madreselvas ahora se ha convertido en albaricoques. Ah… que es tu boca, que son tus labios. La Reina Ginebra y Sir Lancelot. Y todos los bosques de Inglaterra. Que tenemos toda la vida por delante, mi amor.

—Eres una droga poderosa —me susurras al oído.

—Eres la gracia y el aire que respiro. Guardar el oro de tu puerta es cuanto deseo —debe ser Córdoba, porque yo no hablo así. Solo soy un golfillo de la Prospe.

Sentimos toda la tierra rodar. Sentimos la sal marina. Navegados nuestros cuerpos.

Ebrios de sed y edad. Todo el mar.




viernes, 16 de septiembre de 2022

Cartas de Ultramar X - Manuel y Concha

Manuel nació en un pueblo de Córdoba, en una familia de campesinos. Pobres hasta decir basta. Siempre estuvo fascinado con los aviones. Desde que vio "El águila solitaria" de Billy Wilder en un cine de Puente Genil se prometió que algún día sería piloto, piloto de su propio avión.

En los años cincuenta, en plena posguerra, aquello era poco menos que un delirio. Pero Manuel era testarudo y era un hombre de una pieza. Trabajó como una mula, como tres mulas, hasta que logró pagar la entrada de una avioneta Fiat, un resto de la Guerra Civil. Y aprendió a pilotarla solo. Todo lo hacía solo. Aprendió mecánica también. A ver... los pilotos de aquella época tenían que conocer su avión como la palma de su mano.

Manuel estaba enamorado de Concha, una niña bien de Montilla. El padre de Concha lo odiaba: odiaba a aquel pretendiente que no tenía más que sus sueños, una avioneta de la que debía la mayor parte y un ser torero y echao palante que no se podía aguantar. Lo habría aplastado como a una chinche... ¡a su niña, ese muerto de hambre! Lo habría aplastado DE HABER PODIDO, porque menudo era Manuel... mejor no enfadarle. Tenía puños de hierro y era fuerte como un campesino.

Así que él no podía pasar por casa de Concha para verla. Se las ingenió para coincidir con ella en sitios estratégicos del pueblo y quedaban a una determinada hora. Entonces Manuel pasaba con la avioneta jugándose el tipo y la saludaba. Como estaba un poco loco, cuando veía a su amor hacía piruetas que iban mucho más allá de su dominio del avión. Una de dos... o aprendía o se mataba. Pero estaba decidido a que ella cayera desmayada en sus brazos. Como Garcilaso de la Vega tomando una fortaleza. Poner las almenas en fuego o morir a hierro.

Andando el tiempo, Manuel compró otro avión, y luego otro, y otro más. Montó una empresa de fotografía aérea que fue pionera y única en España. Concha, Doña Concepción, nunca olvidó a aquel muchacho. Y Manuel logró su mano. Se casaron, tuvieron seis hijos y se hicieron millonarios. Millonarios de verdad.

Concha aprendió a pilotar también. Fue la primera mujer en pilotar en una empresa comercial española que no fuera aerolínea. Lo hizo para estar con Manuel. En el aire, en tierra, a todas horas. Como cuando Manuel pasaba en vuelo rasante por Montilla arriesgando la vida solo para saludarla. Y ella sentía que el corazón se le salía del pecho.

Doña Concepción se ocupaba de que Manuel pilotara como si estuviera en el salón de casa. De hecho... en una tormenta sobre Soria la puerta de Manuel se estropeó en pleno vuelo. Y a Concha se le ocurrió atrancarla con una pata de jamón. Es que a Manuel le pirraba el jamón. Coño, que estamos en España.

Manuel se fue antes que Concha. Y ya en el hospital, rodeado de todos sus hijos, que lo querían con locura -porque todo lo que tenía de valiente y alocado Manuel lo tenía de generoso y entregado-, ya no podía hablar.

No podía hablar porque ya se iba de esta vida. En presencia de toda su familia, Manuel hizo un último esfuerzo supremo con esa sonrisa de mozo aceitunado que salta a la plaza a torear sin saber, de espontáneo... estiró su mano derecha y miró a Concha con un cariño sobrenatural. Habían estado toda la vida juntos.

Señaló al cielo como diciendo "te espero allí, allí estaré lo que haga falta hasta que vengas"... ellos, que habían surcado juntos todos los cielos de España cuando volar era un arte.

Doña Concepción lo miró, sonrió y lloró por dentro. Lloró de alegría y de pena. Y se deshizo en besos como soles, de viento en vez de agua.



jueves, 9 de febrero de 2012

Mujeres de fuego

Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1936. Tierras de dioses del flamenco y gentes de trabajo. Rojos.

Los falangistas vinieron de noche y se llevaron a un grupo grande de gente del pueblo, debían ser unos 100. La mayoría, hombres. Entre ellos había una mujer de brazos fuertes y gesto altivo que se negaba a decir dónde estaba su compañero.

El convoy de camiones se detuvo en la cuneta. Hacía frío. Les obligaron a cavar sus propias tumbas en tierra de nadie.

La mayoría no hablaban o no se les oía. Se aprestaban a morir. Dios no contesta. Pero la voz de esa mujer anónima era un trueno. Le dijeron que o confesaba dónde estaba su marido o la mataban ahí mismo.

‘Ni aunque lo supiera os lo iba a decir. Me vais a matar igual’, les contestó. ‘¿Por qué no dejáis los fusiles, desatáis a los prisioneros y peleáis cuerpo a cuerpo? ¡Sois unos cobardes!’. Antes de que le dispararan gritó ‘¡Viva la República!’.

Su centelleante valor a ras del suelo aún pervive en la noche cordobesa.

martes, 22 de marzo de 2011

La empresa social y solidaria

¿Qué sentido tiene escribir poesía en tiempos de penuria? Así lo expresaba el pensador alemán Martin Heidegger en la época de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy vivimos tiempos límite también. El problema básico está en nuestro sistema infinitamente voraz que se construye con los peores mimbres de la naturaleza humana: la sed de riqueza y la absoluta insensibilidad ante el sufrimiento de los demás.

Una empresa cordobesa (de la Córdoba española, tierra de gente cabal) ha creado una propuesta siguiendo las leyes de la lógica del beneficio capitalista ya que, de momento, el sistema es el que es. Sin embargo, se trata de una apuesta que cumple una función social de primer orden. Es la empresa del siglo XXI. Ellos nos muestran el camino a seguir.

Las cuentas son cuentas por más que les pese a algunos. Cuando uno ingresa 500 euros mensuales y tiene que hacer frente a los gastos esenciales, como luz y agua, se ve obligado a priorizar. Si deja de pagar, puede terminar en un albergue o debajo de un puente. Si no come, puede morir. Para este colectivo en riesgo de exclusión social, ha nacido la sociedad Acción Social y Negocios, Anusim, que les ofrece alimentarse a un precio asequible para ellos.

Un grupo de profesionales universitarios y pequeños empresarios han puesto en marcha Anusim con el objetivo de resolver una de las necesidades primordiales de 20.000 cordobeses: conseguir alimentarse de forma satisfactoria y equilibrada con el menor aporte posible del escaso presupuesto económico con el que cuentan. A ellos, esta sociedad les ofrece la posibilidad de comer de forma sana al día por tan sólo 2,95 euros, IVA incluido.

El proyecto, que resultó premiado con mención especial en el concurso de ideas sociales celebrado por la Universidad de Córdoba (UCO), está destinado al sector de la población que, por diversos motivos, aún no están en situación de acudir a los comedores sociales o que, estándolo, deciden no hacer uso de ellos. Anusim lo que hace es ofertar menús a bajo precio a estas personas, pero sin cocinar. Les vende la materia prima -que previamente han comprado a mayoristas de Mercacórdoba a un coste muy bajo- necesaria para la elaboración de un menú equilibrado cada día, suficiente para dos personas, compuesto de dos platos y fruta.

Como ha explicado uno de los socios fundadores, Antonio Carbonell, una familia de cuatro miembros puede satisfacer sobradamente sus necesidades de una comida diaria equilibrada por 100 euros mensuales. Con los casi tres euros que cuesta un menú puede comer, por tanto, una sola persona varios días. El ahorro se nota así a fin de mes.

Rosalía, que está jubilada, sólo ingresa 500 euros mensuales que por más que lo intenta no logra estirar. La mujer asegura que ha notado "un poquito de ahorro" desde que compra en el pequeño local que la sociedad abrió el pasado 14 de febrero en la calle Algeciras, en el Sector Sur, una de las zonas más desfavorecidas de la capital cordobesa.

Dolores Acedo también es viuda y cuenta con poco presupuesto para destinar a la alimentación. Desde que se enteró de que en el barrio vendían menús diarios a bajo precio se ha hecho clienta fija. Eso sí, sólo acude cada dos o tres días, una vez que gasta toda la comida, que igual que a Rosalía le da para más de una ocasión. Mari Carmen Morales, que también es clienta habitual, se está dedicando a promocionar la iniciativa. "Esto es un barrio pobre, conflictivo. Intentamos ayudarnos unos a otros. Yo aconsejo en mi mercería a la gente que sé que lo necesita que vayan a comprar a esta tienda porque a fin de mes se pueden ahorrar un dinerillo".
Productos gratis por difundir esta iniciativa

Los menús los diseñan uno de los socios y el encargado de la tienda. Tres días a la semana suelen contener pescado y dos carne. La fruta, en cambio, no suele faltar ningún día. Este lunes, por ejemplo, ofrecían de primero, paella o estofado de magro; de segundo, huevos rellenos y peras de postre.

Anusim también pretende incentivar a aquellas personas que se preocupen por difundir esta actividad. Así les ofrecerá a las que se encuentren en un estado de necesidad el que puedan obtener de forma gratuita una comida si encargan o compran en un mismo día para sí mismos o terceras personas un total de nueve menús.

La entidad, que ha necesitado un presupuesto de 63.000 euros para echar a andar, no es sin ánimo de lucro, pero pretende cumplir una "labor social" rellenando un hueco "inexistente": el de quienes aún no están en una situación desesperada... pero se acercan a ella a una velocidad constante.

A pesar de que los beneficios que Anusim obtiene a través de la venta de estos menús a bajo precio son ínfimos, logra ser autosuficiente para no depender de ayudas públicas o privadas ni de la caridad.