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lunes, 12 de diciembre de 2011

Groucho y yo

En tiempos de penuria no hay nada como aprender a tomarse las cosas con cierta distancia. La gente que vivió la posguerra de la Guerra Civil española, donde no había nada de nada, suele recordar "el hambre que pasaba" y agregan a continuación "...y lo que nos reíamos...".

La radio jugaba un papel de primer orden como elemento de cohesión social y tengo la impresión de que, pese a las dificultades, la gente estaba más unida y se interesaba más por los problemas del vecino.

Hoy vivimos rodeados de aparatitos que dificultan el verdadero contacto humano. Preferimos los mails a una charla mano a mano y tenemos telefoninos que nos permiten navegar las 24 horas por un mundo de cifras e imágenes de cartón piedra. Es como comparar una fotografía digital con un buen cuadro. Estamos situados en el aparcamiento subterráneo de la caverna platónica. No llega la luz, ni el aire ni nada.

Si los tiempos de la posguerra española eran complicados, qué decir del cambio del siglo XIX al XX en Nueva York para una familia de inmigrantes judíos sin dinero. La gente aprendía a buscarse la vida casi al mismo tiempo que aprendía a andar. Si no se encontraba trabajo se inventaba. Se hacían masters en realidad a base de darse golpes.

La familia de Groucho Marx era algo especial. Las memorias que escribió, "Groucho y yo", me han acompañado a lo largo de diversas etapas. Las leí por primera vez cuando tenía 14 años y desde entonces siempre las he consultado para volver a reírme con alguna de sus historias, porque la propia vida de Groucho es el combustible de sus parodias.

Cabe imaginar a los padres del clan Marx y a los cinco hermanos riendo sin parar en alguna de las incontables casas en las que vivieron huyendo de los clientes de papá Marx, el peor sastre de Brooklyn. La madre fue quien aglutinó al grupo y negoció sus primeros contratos. Por los pasillos se oye a Chico y a Harpo practicar en instrumentos desvencijados. La casa es un caos lleno de vida.

Los relatos de Groucho acerca de la crisis del 29 y la manera en que fundió sus ahorros no tienen desperdicio y están de rabiosa actualidad. "Aquello no paraba de subir, la gente se había vuelto loca, y yo también. Todos comprábamos acciones apalancados...".

He aquí un link para descargar "Groucho y yo" en formato e-pub. Aparecerá una pantalla en donde basta pulsar el botón "Download" para descargarse el archivo. En la red hay varios e-reader gratuitos que leen este formato. Espero que lo disfruten y lo compartan con los amigos "reales".

Mientras permanezcamos en este mundo absurdo, la consigna es reírse todo lo que se pueda, hacer el amor más allá de lo médicamente aconsejable, conocer mundo, encontrar actividades que nos apasionen y disfrutar al máximo. Si somos capaces de ligar algo de esto con la solidaridad o la entrega a los demás (incluyo en este capítulo la entrega a los hijos, los padres, la familia o los amigos), entonces apaga y vámonos.

Que cuando llegue la parca encuentre la maquinaria con kilómetros de más, el embrague roto, el catalizador aplastado y la ITV caducada.

sábado, 18 de junio de 2011

Groucho y las autobiografías

La autobiografía es un género que está en boga hoy en día. He aquí lo que Groucho Marx opinaba de ellas cuando le tocó escribir la suya.

«Resulta casi imposible escribir una autobiografía sincera. Quizá Proust, Gide y unos pocos más consiguieron hacerlo, pero la mayor parte de las autobiografías ponen buen cuidado en ocultar al autor ante el público. En casi todos los casos, lo que el público acaba comprando es un discreto volumen con los hechos hábilmente encubiertos, lleno de bazofia y de ambigüedad.

Exceptuando el caso de los escritores profesionales, la mayoría de estas confesiones insinceras ni siquiera han sido escritas por la persona cuyo nombre figura en la cubierta del libro. Letras mayúsculas proclamarán que se trata de La autobiografía de Charles W. Moonstruck, mientras que unas letras tan minúsculas como la cabeza de un alfiler susurran: «Tal como se la contó a Joe Flamingo.» Joe Flamingo, el auténtico escritor, es el ganapán que ha desperdiciado dos años de su vida por una remuneración miserable para redactar y embellecer las escasas y vacilantes palabras de Charles W. Moonstruck. Cuando el libro aparece finalmente impreso, Moonstruck recorre toda la ciudad preguntando a sus amigos (a los pocos que tiene): «¿Has leído mi libro…? ¿Sabes? Nunca había escrito anteriormente… ¡No tenía idea de que escribir fuera tan sencillo…! He de escribir otro libro muy pronto.»

Olvida que no ha escrito una sola palabra de esa epopeya tan poco singular, si exceptuamos el hecho de que contó a su «fantasma» dónde nació y cuándo (incluso mintiendo un poco acerca de este punto). Su doble literario tuvo que improvisar y crear por sí mismo las trescientas páginas inmortales.

El hecho que se mantiene en pie es que la mayor parte de las autobiografías no mantienen en pie la mayor parte de los hechos. El noventa por ciento de ellas es ficción en un noventa por ciento. Si se escribiera la auténtica verdad sobre la mayoría de los hombres públicos, no habría cárceles suficientes para ellos. Mentir se ha convertido en una de las mayores y más lucrativas industrias.

domingo, 30 de enero de 2011

El gran doctor Hugo Z. Hackenbush



Conviene regresar de tanto en tanto a los genios del humor. Es saludable y cuesta mucho menos que visitar al psicoanalista. En esta entrevista, el inimitable Groucho Marx da una lección magistral nada menos que a Bill Cosby. Aquellos que aún no hayan leído "Groucho y yo", las memorias del genio de Brooklyn, ya están tardando.

Groucho es un antídoro perfecto contra la tristeza, como lo son cada una de sus películas. Al mismo tiempo, los hermanos Marx nos enseñan que todo es absurdo, que la vida carece de sentido y que no vale la pena calentarse por nada.

John Lennon solía decir sobre los Beatles: "lo mejor de todo lo que hicimos nunca se grabó". Lo mismo afirma Groucho, quien considera que la etapa de teatro de variedades fue el punto álgido en la carrera de la enloquecida troupe de hermanos a la que incluso se sumó su madre -bien es cierto que de forma muy fugaz y, como no podía ser de otro modo, en un episodio desopilante.

Esta entrevista tiene además el valor histórico de ser la última que concedió el comediante. Corría 1973, en plena crisis del petróleo, Groucho tenía más de ochenta años y le quedaban cuatro de vida.

Aún así, su inteligencia para el humor surrealista, su permanente contorsionismo lógico y su capacidad de anticipación a la velocidad de la luz siguen presentes. El hijo del peor sastre de Brooklyn es la clase de personas que uno desearía que no se murieran nunca.

Señoras y señores, con ustedes: Groucho Marx.





En la siguiente escena, Groucho nos enseña cómo se adjudican los puestos de importancia en cualquier organismo. Estoy dispuesto a jurar sobre una Biblia en pasta que los nombramientos en el ministerio de Cultura, la SGAE o el Cervantes se hacen así. Debería estudiarse atentamente en todas las escuelas de administración de empresas.