Las palabras que pronunció Benedicto XVI en su reciente viaje a Auschwitz son palabras propias de un hombre sensible. Ahora bien, sensibilidad e inteligencia no son sino una y la misma sustancia: más allá de sus ideas conservadoras, con las cuales no comulgo en absoluto, Ratzinger ha puesto el dedo en la llaga. Sus años de desarrollo intelectual le traicionan.
En un viaje cargado de simbolismo, un Papa alemán —nada menos— que vivió en primera persona aquellos tiempos de odio inimaginable, consciente de lo que supuso el propio papel de la Iglesia como institución en la década de los cuarenta con Pío IX al frente, se interroga: ¿cómo es posible qué el Supremo Hacedor permaneciera callado? ¿cómo pudo tolerar todo esto?
¿Qué significa que un Papa —representante de Dios en la Tierra— hable, en el escenario del supremo mal, de “ausencia de Dios”? ¿Adónde conduce esta línea de pensamiento? Desde el punto de vista de un creyente, ¿es concebible un Dios que se inhibe ante el mal? ¿Acaso las fuerzas negras ganan la partida de vez en cuando —lo que pone ciertamente en entredicho la imagen de un Dios Todopoderoso— o es que el propio Dios decide no actuar en determinados casos por propia voluntad —lo que conduciría a dudar de sus intenciones en tanto que Supremo Bien? ¿Qué ocurre ante fenómenos como Hiroshima, el tsunami del Índico, la limpieza étnica en la antigua Yugoslavia o las matanzas de Ruanda? ¿Está Dios con los héroes del mar? ¿Guía sus cayucos hacia mejores vientos? Cuando un niño muere en algún lugar de este mundo desquiciado, ¿es Dios quien se lleva su alma? ¿para qué nació si no vivió?
La salida tradicional de la Iglesia en estos casos, el libre albedrío, parece una broma macabra. En cualquier caso, queda invalidada ante el clamor del propio Papa. ¿Dónde estaba Dios en las cámaras de gas? ¿Por qué se mantuvo en silencio?
Siendo sucursal principal de la casa matriz, ¿la Iglesia sabe cuándo Dios se va de vacaciones? ¿Existe un calendario secreto, una agenda divina, una suerte de código Week-End plan? ¿El calendario es de inspiración ibérica, con sus puentes y acueductos?
No hace mucho tiempo, Jorge Drexler en una canción brillante como pocas se preguntaba “dónde está Dios, que no lo veo...”. Doctores tiene la iglesia, pero me temo que, en tanto que ser racional y sensible, el Papa de Roma formula en Auschwitz cuestiones que conducen a un callejón muy oscuro; tanto, como las tumbas de los millones de inocentes que en el mundo son y han sido.
En un viaje cargado de simbolismo, un Papa alemán —nada menos— que vivió en primera persona aquellos tiempos de odio inimaginable, consciente de lo que supuso el propio papel de la Iglesia como institución en la década de los cuarenta con Pío IX al frente, se interroga: ¿cómo es posible qué el Supremo Hacedor permaneciera callado? ¿cómo pudo tolerar todo esto?
¿Qué significa que un Papa —representante de Dios en la Tierra— hable, en el escenario del supremo mal, de “ausencia de Dios”? ¿Adónde conduce esta línea de pensamiento? Desde el punto de vista de un creyente, ¿es concebible un Dios que se inhibe ante el mal? ¿Acaso las fuerzas negras ganan la partida de vez en cuando —lo que pone ciertamente en entredicho la imagen de un Dios Todopoderoso— o es que el propio Dios decide no actuar en determinados casos por propia voluntad —lo que conduciría a dudar de sus intenciones en tanto que Supremo Bien? ¿Qué ocurre ante fenómenos como Hiroshima, el tsunami del Índico, la limpieza étnica en la antigua Yugoslavia o las matanzas de Ruanda? ¿Está Dios con los héroes del mar? ¿Guía sus cayucos hacia mejores vientos? Cuando un niño muere en algún lugar de este mundo desquiciado, ¿es Dios quien se lleva su alma? ¿para qué nació si no vivió?
La salida tradicional de la Iglesia en estos casos, el libre albedrío, parece una broma macabra. En cualquier caso, queda invalidada ante el clamor del propio Papa. ¿Dónde estaba Dios en las cámaras de gas? ¿Por qué se mantuvo en silencio?
Siendo sucursal principal de la casa matriz, ¿la Iglesia sabe cuándo Dios se va de vacaciones? ¿Existe un calendario secreto, una agenda divina, una suerte de código Week-End plan? ¿El calendario es de inspiración ibérica, con sus puentes y acueductos?
No hace mucho tiempo, Jorge Drexler en una canción brillante como pocas se preguntaba “dónde está Dios, que no lo veo...”. Doctores tiene la iglesia, pero me temo que, en tanto que ser racional y sensible, el Papa de Roma formula en Auschwitz cuestiones que conducen a un callejón muy oscuro; tanto, como las tumbas de los millones de inocentes que en el mundo son y han sido.
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