martes, 5 de mayo de 2009

Brindo por ti

Jon Fiodor llegó ayer, 4 de mayo. Niños que vienen a jugar a la pelota, a romper las ídem, a reírse con ganas, a enamorarse hasta perder el sentío, a enseñarnos definitivamente qué vinimos a hacer a este mundo, que gira loco con sus vivos y sus muertos. Volverá a jugar en la playa, se quedará fascinado con Polina Alexandrovna, escuchará a Mahler de la mano de su padre y sentirá un viento del norte en las mejillas.
Otro sueño que murmura, un vasco con nombre ruso, que descubrirá un día la gran epopeya de su abuelo en el camino a Stalingrado, la ciudad de acero que cambió el destino del planeta.
2009, un buen número. Ni crisis ni hostias: un vasco ha llegado al mundo. Salud, Jon Fiodor, y cosquillas en los pies a manos llenas!

Tu tío, Martín Errazquin.

1 comentario:

Joseba dijo...

Ayer, cuando quise encontrar de nuevo tu post para volver a leerlo, puse en Google "Jon Fiodor" y descubrí que era la única referencia con ese nombre en todo internet. ¡No me lo explico!

Jon F. todavía no está para echar un pulso a Paulus y ganarlo, pero pronto sí. Hoy abandona cuidados intensivos y comenzará a preocuparse sólo de cómo convertirse en un bebé gordito y hambriento.

Es frágil y hermoso: como muchos grandes pensamientos.

Para nosotros, sus aitas -padres-, su nombre condensa múltiples herencias. Tiene el nombre de su aitite -abuelo-, Jon, un hombre noble; pero ese es también el nombre de algún que otro luchador antifascista por parte de la familia materna. Fiodor es, en efecto, por su aitona -abuelo- paterno, quien fue no sólo un luchador forzoso, sino ante todo un colosal superviviente.

Aspiramos a que todo cuanto late en Jon F. se rija siempre en términos de concordia, tolerancia ante el diferente y rebeldía frente a la impostura y la oligarquía.

Aspiramos a que viva en una Euskadi libre de terror. Es una buena causa en la que empeñarse. Hay tanta paz y tanta promesa quebradiza en su prematuro y desasosegado latido que nos despierta cosas que no sé describir, Martin. Es tan difícil e inexpresable la vida que la muerte (en Stalingrado, en Treblinka, en Gaza o en Mondragón) sólo puede encontrarnos plantados frente a frente. Como nosotros lo estamos. Nosotros y tú, que en nuestras memorias guardamos tanta sangre injustamente derramada. No es la menor de nuestras muchas intersecciones.

Gracias íntimas por tu post, amigo Rasskin.