viernes, 20 de mayo de 2011

Vuelo nocturno

Mientras cruzo el Atlántico un avión cae en mi país y sus 22 ocupantes mueren en el acto. Había salido de Mendoza y se estrelló en la Patagonia, en un desolado paraje de la provincia de Río Negro.

Creemos que hay días de sobra, pero el número está contado de antemano. Carpe diem.

Como en todos los vuelos nocturnos me cuesta dormir. Mi acompañante es un robot con canas que lee libros sobre política fiscal y no utiliza siquiera monosílabos para contestar, no sea que se le gasten.

Entablo conversación con dos azafatas en la parte de atrás del Airbus. Resultan ser de lo más simpáticas, sobre todo una de ellas que tiene una agradable voz de contralto.

-¿Qué hay de cierto en el tema de las dosis de radiación que soporta el personal de vuelo?

-Últimamente, la compañía nos informa mejor sobre esto. Parece que soportamos una dosis anual de radiaciones mayor que la que soporta un radiólogo. Lo que solemos hacer es ducharnos bien en cuanto llegamos a casa. Que yo sepa no hay medidas suplementarias, aunque hay cierto mosqueo en el ambiente.

-¿Viviste alguna situación complicada a bordo, algo que te llevara a replantearte volar?

-Mira, soy azafata desde hace casi quince años y nunca he tenido el más mínimo problema. Algún vuelo movidito, pero nada más. Tengo un montón de compañeros que se han jubilado (nos jubilamos a los 60, pero a este paso...) sin ninguna clase de incidentes. Los protocolos de seguridad han mejorado muchos en estos últimos años.

-Los que estamos en tierra solemos contemplar la vida de los pilotos y de la tripulación con cierta envidia. Siempre viajando. ¿Cómo es realmente vuestro día a día? ¿Se paga algún peaje por los cambios de horario y las condiciones de vuelo?

-Algo que la gente desconoce es que por ejemplo el traqueteo constante del avión provoca efectos físicos. Las mujeres tenemos que cuidarnos de posibles problemas en la cadera. El ruido a bordo también supone una carga. La mayor parte del personal de vuelo intenta contrarrestar estos efectos con entrenamiento físico intenso. Después está el tema de los horarios, que te descolocan, te desorientan. Las noches en vela (en eso nos parecemos a los médicos de guardia). Lo que sí noto, y lo he comentado con muchos compañeros, es efectos directos sobre la memoria. Negativos, claro está. A veces tengo que concentrarme más de la cuenta para hacer una simple operación matemática. Por otro lado, cuando llegamos a destino nos cuesta conciliar el sueño.

-En tiempos de low-cost y demás, ¿habéis notado cambios sustanciales en las políticas de empresa con respecto a la seguridad?

-Obviamente no puedo hablarte de mi compañía...

-Que no hables de ello ya dice mucho...

Simula una media sonrisa y continúa:

-... Pero sí sabemos por compañeros que ciertas empresas de la órbita "extra low cost" (y no cito a nadie en concreto, pero la gente sabe de quién estoy hablando) hacen cosas como cargar el combustible justo, chantajeando a la torre de control en caso de congestión. En caso de que les llamen la atención las autoridades de un país, simplemente amenazan con dejar de volar en dicho territorio, lo que puede hundir el turismo. Es un mundo de permanentes compromisos. El trato de esta clase de empresas hacia los pilotos y la tripulación llega a extremos muy desagradables. Es el espítiru de los tiempos, ahorrar a costa de lo que sea.

La charla actúa como un bálsamo. Doy las gracias a mis interlocutoras y regreso junto al robot. Me duermo sin saber que a esa misma hora, en el otro hemisferio del planeta, un avión bimotor fabricado por Saab y equipado con motores de General Electric camina lenta e inexorablemente hacia su último destino.

No hay comentarios: