miércoles, 18 de mayo de 2011

Managua

Por estas mismas calles pasaron los muchachos que iban a morir. No máquinas, hombres y mujeres. Avanzo rápido en la noche ardiente. Los ojos se clavan, no se olvidan. El chele. El maje. A los turcazos en el mercado de Oriente. Con mi 30-30, ojo no te me acerqués mucho, no sea que te vayamos a verguear.

Gente de silencio que emociona hasta lo más hondo. La magia puede ocurrir. En la ciudad derrumbada. 350 metros al sur de donde fue el puesto de fruta de la tía Raimunda la Cubana. Ah... OK. Con esas señas es imposible perderse. No en la ciudad, en la mera vida viera usted.

¿Sos vos? ¿De verdad sos vos?

Finales de los ochenta. Walker, lagos, Gracias a Dios, Carlos Fonseca, novio de la patria rojinegra, Sandino. Los ojos de Sandino. Justo antes de que te traicionen. Un poco antes de que te abran en canal. Es así como ocurre. Así es como volverá a pasar. El último día, como Francisco en Lisboa.

Nicaragua araña el corazón.

Poetas locos. Rodeados de pájaros. Que miran a los ojos, se te clavan. No se olvidan.

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