jueves, 14 de junio de 2012

Una ha de helarte el corazón

La miseria del momento actual permite que aflore la verdadera esencia de lo español. Me refiero a la clase política. La gente va por otros derroteros, como nos recuerda Coca-Cola en su anuncio de la Eurocopa (manda huevos, Coca Cola). Esencia que incluso ha sido transmitida, corregida y aumentada allende los mares. Las antiguas colonias han perfeccionado el modelo.

El odio al otro, al diferente, al que piensa distinto. Odio sarraceno. La cosa ya va más allá de la imbecilidad y la mediocridad de nuestra actual clase política. Que si "rescate", que si "tomate", que si Rubalcaba tira un torpedo tras otro a la línea de flotación del actual gobierno como si él -justamente él, Vicepresidente y Ministro del Interior con Zapatero- no tuviera nada que ver con la herencia catastrófica del último gobierno socialista que ahora estamos sufriendo ¿o los desastres que ahora se destapan se fraguan en seis meses?, que si el gallego con su sonrisa etrusca y sus medias mentiras saca de quicio a los líderes europeos y un etcétera kilométrico. Las formas de hacer las cosas. Rosa Dïez: "me recontracago en su alma, es usted un mentiroso patológico ¿por qué no me llama para hacer un gobierno de unidad nacional?" "A ti te voy a llamar", responde el otro. Todo hecho con una diplomacia, un tacto político, un sense of timing a prueba de bombas. Ellos se entretienen mientras reciben sus salarios y sus prebendas y el barco no avanza ni un metro.

Nadie asume responsabilidades por nada. Ahora la gilipollez de la Eurocopa, ¡todos unidos por un ideal! Como si tuviéramos 4 años de edad.

Cualquier cosa antes que remar en la misma dirección y sacar la cabeza del fango. Un gobierno de unidad nacional, ¿para qué si tengo mayoría absoluta?

Del espíritu de la transición, de los Pactos de la Moncloa, que permitió desbloquear una situación enquistada en condiciones macroeconómicas muy complejas, con ETA asesinando cada tres días y el ejército franquista permanentemente soliviantado, la crisis del petróleo de los años setenta, una inflación del 16 por ciento y una estructura post-autarquía, nada de nada. Eran otros tiempos. Incluso Fraga, a primera vista mucho más rancio que Rajoy, tuvo gestos de grandeza para que el país avanzara.

Un buen garrotazo en la cabeza del contrario (todos los demás) y me quedo tan a gusto. El Cid, Torquemada, la Leyenda Negra, las 5.000 guerras civiles. A arrancarle los ojos al vecino, a galopar hasta que no quede ni playa ni caballo ni nada de nada, unos y otros, sin piedad. No hay prisioneros. Repetid conmigo: EJ-PA-ÑA ¡Bien!


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