sábado, 20 de julio de 2013

La SGAE

Si hay un defecto que me cuesta horrores aceptar es la falta de lealtad, la traición manifiesta. Y si me cuesta entenderla en extraños, en los propios, en los de uno, directamente me repugna y así que pasen mil años se me queda grabada a sangre y fuego, qué le vamos a hacer. Un traidor es una forma muy baja de la existencia. Sean cuáles sean sus motivos.

Qué extraño. La traición está en la base de nuestra cultura. Los hermanos se traicionan y se matan en el Antiguo Testamento, uno de los doce vende a Cristo y otro lo niega, Agamenón y Aquiles amenazan con romper la coalición griega con sus constantes conflictos, los caballeros de Odiseo se disputan su herencia como perros de presa, Sir Lancelot le clavará una daga a Arturo donde más duele. Hasta las hijas del Rey Lear, exceptuando a la bondadosa Cordelia, soñarán con la muerte del viejo para hacerse con su legado. Y qué decir del homicida tío de Hamlet. La lealtad no está ni se la espera. De los amores mejor hablamos en otra ocasión.

Hete aquí la SGAE. Dando un espectáculo patético. Por su comportamiento, la SGAE merecería ser intervenida de inmediato, troceada en organismos menores y más controlables. De forma que los delirios de grandeza del pasado no pudieran reproducirse bajo ninguna circunstancia. No es más que una cueva de intereses turbios. Reixa cometió el error de meterse con la mafia y fue ciertamente cándido. O vas muy bien armado o apareces en una fosa en las afueras de Las Vegas. Lo de la música en horario de madrugada o las notas inaudibles de tipos ataviados con gafas de sol para que sus amistades no los reconozcan, qué decir. Nada. Personas que utilizan obras de autores clásicos que pertenecen al dominio público y las registran a nombre de su madre de 90 años o su hijo de 10. Una estafa.

Los compañeros de candidatura de Antón Reixa -se diga lo que se diga, un cerebro bien amueblado en medio de egos con buñuelos de aire por cabezas- recibirán su justo castigo. Hay que ser realmente muy estúpido para pensar a estas alturas que Roma paga traidores. Los usa como comida para gatitos en el circo máximo.

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