lunes, 15 de julio de 2013

La vida que dejé en La Habana


Leyva y Taby son gente de otro mundo. Desayunan a medianoche, suben las escaleras hacia atrás y su casa está llena de soñadores y locos de toda condición. A todas horas. Viven entre partituras, entre instrumentos musicales, en busca del sonido perfecto. Las convenciones sociales les traen sin cuidado y tienen muy poca paciencia con los pijos y la gente sin alma.

Son lo que hablando en plata y sin gilipolleces de intelectual de tres al cuarto se suele denominar "gente de puta madre". Solidaria. Gente de fierro.

La Revolución tendrá todos los peros que se quiera, pero en los países del entorno que practican el noble arte de chupar el culo de los gringos un negro tendría más posibilidades de desarrollar una exitosa carrera como juntacaca antes que ser un artista reconocido y respetado como es el caso de Leyva. Y ojo con decir cosas como "gente de color" o zarandajas por el estilo. ¡NEGRO!, te responderá orgulloso Leyva. Qué carajo.

Ambos son uno. No es posible entenderlos por separado.

Leyva y Taby hacen magia en La Habana. En Cuba. No existen las casualidades: Oshún y Changó los enviaron a mi vida.

Y yo los quiero cada día más.

1 comentario:

Tuti dijo...

Hubiesen sido igual de talentosos en cualquier parte de mundo, de hecho triunfan en España y lo han hecho en Colombia, que yo sepa. Talentosos, enamorados y las mejores personas que he conocido.