viernes, 14 de julio de 2017

Legrand

Investigando en la red para algo que estoy escribiendo doy con un reportaje que Mirtha Legrand hace a un personaje relacionado con la dictadura. Legrand… curiosamente, hace unas semanas, comiendo en casa de un amigo hispano, no sé por qué salió su nombre. Lo citó él y dijo algo así como “es una presentadora argentina que tiene un programa hará unos treinta años”. “¿Treinta? corregí yo. Me inclino más a decir cincuenta”. Eso valió para que me tacharan de exagerado: porteño al fin y al cabo.

Pero hete aquí que gracias a Google y Wikipedia la memoria ya no es lo que era. Mirtha Legrand arrancó con sus famosos “almuerzos” hace 49 años. Es un milagro de la experiencia catódica, una prueba de que la inmortalidad existe. Qué bien le habría sentado a Federico II de Prusia conocer a esta señora.

Su verdadera edad es un misterio eleusino. Algunos refieren que estaba presente cuando Gardel cantó el primer tango-canción documentado como tal, “Mi noche triste”. Eso nos llevaría a 1917, en plena Primera Guerra Mundial. ¿Por qué no?

Me detuve a ver el programa de Doña Mirtha. Tremendo. Obviamente, esta señora hace lustros que  se encuentra más allá del bien y del mal y se permite decir cualquier cosa a quien sea. Y de la manera que considere más oportuna. Para algo es una diva. Me recuerda al personaje de Agatha Christie en “Asesinato en el Orient Express”, aquella marquesa o baronesa de 162 años de edad que se burla irónica e inteligentemente de todo el mundo. Siempre me ha fascinado la regla de tres por la cual la gente con dinero y propiedades (aunque no sean el fruto de su trabajo) trata con el pie al resto de los mortales. Creen que pueden decir y hacer lo que les venga en gana. El  mismísimo Voltaire reflexiona sobre la cuestión. Lo que sucede es que justo antes de la Revolución Francesa contestarle a uno de estos personajes implicaba la certeza de ser molido a bastonazos –como le sucedió al autor de “Cándido”- a plena luz del día y en el centro de la ciudad. La impunidad total.

“Como te ven, te tratan”, dice Mirtha Legrand en una de sus muletillas preferidas, a modo de moraleja vital. “Y si te ven mal… te maltratan”, remata.

Un prodigio de la derecha argentina de toda la vida. La derecha no quiere morir. La muerte es el verdadero comunista. Strelnikov! Un pobre pasa al otro mundo como vino, limpio de polvo y paja. Ah.... pero los ricos. No. En el último instante de sus egoístas y miserables vidas los ricos vislumbran todo aquello que dejan en este mundo. ¡Para sus cuervos! Todo aquello que no gastaron ni disfrutaron pasa directo a los sacaojos de sus vástagos. Eso sí que es un infierno en toda regla. Estoy umbrío por la pena. Casi bruno.

Legrand te hace reflexionar sobre NUESTRA derecha, la derecha latinoamericana. Aquella que considera que el continente debería ser blanco y que los “aborígenes” o los “negros” sirven como mano de obra para el campo, atender las casas y poco más.

La señora no da puntada sin hilo. Viéndola, resulta difícil dejar de pensar en aquellas viejas damas de la buena sociedad que se rasgaban las vestiduras ante la mera existencia de Eva Perón. La odiaban con todas sus fuerzas.

En mi reciente viaje a la República Argentina constaté que el país estaba dividido entre partidarios y enemigos acérrimos de Cristina Fernández. El diálogo con unos y otros era complicado, ya que estaba trufado de visiones fanáticas, más cerca del fervor religioso que de la racionalidad. Me llamó la atención que los discursos más radicales en contra de la ex-presidenta los pronunciaban mujeres. Mujeres que la odiaban de manera visceral y hablaban de ella como si estuvieran hablando de Hitler o el Dr. Mengele. Sin medida.

Siguiendo el principio de acción-reacción, si tenemos una derecha tan intransigente como la que representa Mirtha Legrand y otros personajes afines, ¿qué cabe esperar de la izquierda? Unos y otros utilizarán la democracia como medio para alcanzar sus fines. Y de paso, robarán a manos llenas, porque en eso sí que se parecen como dos gotas de agua. A la derecha se le nota un poquito menos. Ya robaron sus mayores, no tienen tanta prisa.

Legrand, me hiciste hablar de política. Que no. No iba por ahí. Me emocionó verte hablando en la televisión en 2017. Lo que decías y cómo lo decías me resultaba estomagante, pero eso da igual. Vos estabas diciendo las mismas cosas hace 3, 4 décadas, cuando yo era un pibe, y me recordaste un mundo en blanco y negro. Mis abuelos estaban vivos. Mi casa paterna era humilde pero nunca faltó nada realmente esencial. Muchos libros, pintura, risas, amor y música a todas horas. Amigos. La casa siempre llena de amigos.

Lo demás es prescindible.

Una Argentina que ardía, enfrentándose a una de sus mayores –si no la mayor– crisis de su historia. El terror de estado completamente desatado. Desaparecidos. Torturas. Niños secuestrados en los centros de detención ilegal. Hasta el día de hoy… vos Rosa María Juana Martínez, alias Legrand, seguís diciendo lugares comunes en la televisión argentina y aparecen niños perdidos que hoy tienen más de cuarenta años.

Y la terrible guerra de las Malvinas como colofón a toda esa orgía de sangre. Un matadero para jóvenes conscriptos que entregaron sus vidas con una valentía que sorprendía a los propios soldados profesionales ingleses. Abandonados a su suerte.

Ningún general fue a morir allí. Un general argentino queda bien en las celebraciones del 25 de mayo, ataviado con guantes blancos y portando sable. Que no falte el vaso de whisky entre las manos, la servilleta correctamente doblada entre el vaso y la mano, como mandan los cánones del buen gusto (a Legrand le encantan estos pequeños detalles). Las trincheras son para los pibes del Chaco, de Misiones, de Formosa. Preferiblemente, de las partes más pobres de nuestra inmarcescible República.

No cabe imaginar un general argentino al frente de sus tropas, corriendo la suerte de sus hombres, como sí ocurrió con el teniente coronel inglés Herbert Jones, muerto en combate en Colina Darwin.

Faltaría más. Uniformes intactos. Como te ven, te tratan… n’est ce pas, Madame Legrand?


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