Quitando el mundo real -el de la gente que tiene que trabajar muy duro para salir adelante-, el signo distintivo de nuestro tiempo es la tolerancia cero a la frustración.
Eso ha generado gente que no podría haber soportado las guerras mundiales, la Guerra Civil española o la posguerra. La queja está a la orden del día. No puedo esto, no me dan aquello. Una temporadita en África o en Siria y ¡como nuevos!.
A Stephen Hawking le diagnosticaron ELA con 21 años. Los médicos apenas le daban esperanzas, pero Hawking vivió hasta hace unos días y se convirtió en un científico de primera clase. Soportando una enfermedad extremadamente cruel.
Además de ser un genio en lo suyo y un gran divulgador científico, el físico británico tenía un agudísimo sentido del humor, lo que engrandece aún más su figura.
Así, por ejemplo, cuando trataba del efecto relativista de la dilatación temporal, Hawking explicaba que un pasajero que diese la vuelta al mundo en un avión envejecería unas fracciones de segundo menos que sus amigos que se hubieran quedado en tierra. “Naturalmente”, añadía, "este efecto rejuvenecedor quedaría anulado con creces por la comida que sirven en los aviones”.
Thank you very much indeed, Mr. Hawking!
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