Natalia Litvinova es una poeta nacida en Bielorrusia. En 1996, a diez años del desastre de Chernóbil, aterrizaba en el aeropuerto de Buenos Aires junto a su familia.
Una voz poderosa y original que narra crónicas de un paisaje gélido, el inconmensurable desastre humano que supuso el colapso de la Unión Soviética.
He aquí un poema que me gusta especialmente.
El golpe justo
Mi abuelo le contó su secreto a mi padre.
vi como acercó la boca a su oreja y susurró.
quise desactivar el misterio
leyendo sus labios pero la boca miente,
aquellas palabras tenían un subsuelo.
Mi padre buscaba plazas donde correr,
era boxeador y se entrenaba para recibir golpes.
Con mi hermano solíamos acompañarlo por las noches.
En invierno patinábamos
sobre el asfalto cubierto de hielo,
masticábamos los frutos helados del serbal,
nos hacíamos los envenenados.
Mi abuelo caminaba arrastrando los pies y sin levantar la mirada del suelo,
fue soldado y lo encerraron en un calabozo lleno de barro, los pies
se le empezaron a pudrir.
Mi padre no podía dejar de correr.
Cierro los ojos y no puedo soñar, paso la noche
deslizándome por las paredes de mi habitación.
Mi hermano duerme abrazado a un oso
al que le arranqué los ojos.
Me deslicé también por la primera capa de hielo
que cubre los lagos del invierno. Los alces jóvenes
mueren allí porque no se distancian de su nacimiento.
El arte de hachar la leña para construir una isba
requiere por parte del brazo
la comprensión de la altura y de la profundidad.
Ese brazo evita que el hacha se asuste.
El golpe justo separa el pasado del futuro.
domingo, 4 de marzo de 2018
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