El barco que nadie quiere navega hacia puerto español. Esto es un país.
Ole Sánchez y ole el Gobierno de España. A la altura de este pueblo, solidario como pocos. Demostrado con creces en miles de ocasiones, desde la donación de órganos hasta la limpieza de las costas en desastres como el caso del Prestige o los incontables nacionales que se dejan la piel como cooperantes en las cuatro esquinas del globo. Los he visto trabajar personalmente, con los mapuches o los miskitos. Gente única.
Sánchez ha hecho lo que había que hacer y empieza recuperando los valores tradicionales de la izquierda. Entre la apuesta por un gobierno con mayoría de mujeres (una amiga muy querida me envió ayer un comentario en tono jocoso sobre los ministros hombres en el gobierno Sánchez preguntándose si están ahí por "méritos propios" o simplemente por cumplir con "la cuota masculina", la clase de estupideces que se suelen decir en el caso contrario) y este gesto hacia el barco de inmigrantes está marcando la diferencia. Si sigue por ahí logrará reflotar el PSOE.
La siguiente pregunta es ¿hasta cuándo la inhibición de la Unión Europea sobre la inmigración a la desesperada? ¿Qué clase de solidaridad interna es esta?
Aunque solo sea por interés propio ante la marea de populismos de ultraizquierda y ultraderecha, la Unión Europea debe encontrar el rumbo en un escenario que cambia a la velocidad del rayo o simplemente desaparecerá.
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