Sale el sol de España. A medida que voy envejeciendo aprecio cada vez más las cosas sencillas. Una de mis favoritas es sentir el sol en la espalda mientras camino. El rito del desayuno, una conversación casual con los agricultores, el eco de las risas de los hijos de mis vecinos que me recuerdan a los míos, sus rostros cuando lograron mantener el equilibrio sobre una bicicleta.
El viento, el sol, el agua. Entonces ese carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida que es el tiempo se torna amable. Como dice alguien muy querido, "el tiempo, ese enemigo que te mata huyendo".
Pero esta noche saldremos por Madrid, rompeolas de todas las Españas. A beber y a reír hasta que amanezca.
La ebriedad compartida es un don. A fe mía.
sábado, 3 de noviembre de 2018
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