domingo, 14 de junio de 2020

La noche en la isla

La noche en la isla es un maravilloso poema de Pablo Neruda perteneciente a "Los versos del capitán". Esta no es la voz de Neruda, sino la mía, así que tiene un deje tanguero. Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio, la golondrina un día su vuelo detendrá...!

En el vídeo sale el océano Pacífico y la casa del poeta en Isla Negra. El Pacífico en esas latitudes tiene un azul muy profundo, casi místico. Es un océano pleno de premoniciones, metálico.

Valparaíso, donde está situada otra de las casas del poeta, huele a mares oscuros, a versos infinitos. A marineros extraviados y faros del fin del mundo. Me perdí en sus empinadas calles hace ya algunos años. Mi regreso a Buenos Aires fue por etapas y los primeros recuerdos de infancia los recuperé en Chile. Cosas pequeñas. Un Billiken antiguo, una tableta de Mantecol, una manera de estar en el mundo y de sentir las cosas.

Va por vos. Te espero en nuestro rincón de Belgrano. Ese que te gusta tanto. Ya sé cómo preferís el café.


miércoles, 10 de junio de 2020

Teodicea

Hace algunos años publiqué una nota sobre unas declaraciones del entonces pontífice, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.

En mi opinión, Ratzinger fue el papa más intelectual de la historia. No entro a valorar sus posturas ideológicas sobre lo divino o lo humano. Solo la potencia de su cerebro.

Fueron unas declaraciones suyas las que me sugirieron la reflexión, que se titulaba "Dónde está Dios". Se publicó en El País, pero debe estar en algún otro medio online.

Porque Ratzinger visitó Auschwitz y declaró literalmente "uno se pregunta dónde estaba Dios en esos momentos..."

Me conmovió especialmente que fuera un papa alemán -que incluso estuvo involucrado en todo aquello siendo muy joven- quien declarase algo así.

¿Un Dios que se inhibe ante el Mal? ¿Un Dios que no puede contrarrestarlo? Todo ello implica derivaciones inquietantes. Si se inhibe no puede ser caracterizado como el Supremo Bien. Si pierde en ocasiones la partida, difícilmente puede ser Omnipotente.

Un médico se enfrenta a la muerte cara a cara. Toma decisiones en cuestión de segundos. La mayor parte de las veces acierta. Otras, no. Y tiene que seguir viviendo, sonriendo, soñando. Debe asumir los rostros o las manos de jóvenes que se van en la flor de la edad -a veces de manera inexplicable. ¡Cómo es posible... apliqué el mismo protocolo que funcionó tantas veces!- mientras envejece. Es parte de su trabajo.

¿Qué opina un médico de Dios cuando ve agonizar a una niña pequeña de leucemia y sabe perfectamente que no hay nada que hacer? ¿Cómo sigue viviendo? ¿Qué clase de fe puede tener?

Cuando era estudiante asistí a una conferencia del doctor Jahn en la Residencia de Estudiantes. Jahn era un cirujano maravilloso que colaboraba con Médicos sin Fronteras y con cuanta organización humanitaria le saliera al paso. Hay gente que no es de este mundo... como el padre Vicente Ferrer, que cambió el destino de más de un millón de personas en la India. Una persona sola, un millón de almas.

El Dr. Jahn citó el caso de un hospital para niños con espina bífida situado en un remoto rincón de Grecia, un lugar muy pobre.

El lugar era tan miserable que alguien había clavado un osito de peluche en una viga. Era el único juguete en toda la estancia. El oso miraba de cara a las camas y los niños podían verlo. Podían ver su rostro.

Jahn dijo: "está clavado, fijo, inmóvil. Ese oso debe servir para los niños que vendrán".

Recuerdo haber sentido cristales dentro cuando Jahn pronunció esa frase. Los niños que vendrán... niños nacidos exclusivamente para el dolor. Una fila interminable, infinita de seres que no tendrán una vida plena. Una hidra de sufrimiento eterno y frente a ella guerreros de carne y hueso. Cortas una cabeza del monstruo y surgen diez, ciento.

Los médicos son las únicas noticias de Dios con que contamos. Se quiebran también. Pierden la fe. Y han de seguir haciendo su trabajo como si aún creyeran que alguien cuida de los niños abandonados a su suerte.

Ocurre algo parecido con el amor entre dos seres humanos. Perdida la fe, la ilusión, pateado el corazón una y mil veces, hay que inventarlo todo otra vez, fingirlo si es preciso, como el San Manuel Bueno Mártir de Unamuno.

Vivir al este del Edén se parece tanto a la muerte...

martes, 9 de junio de 2020

De repente, el último verano

Hoy se fue un pibe joven, Pau Donés. 53. Amigos músicos se han ido tantos ya que me cuesta acordarme de todos... los que murieron en plena locura de los 80 sin haber cumplido los 27, la cifra obligada de todo cadáver ilustre del rock'n'roll que se precie.

En un portal de Malasaña por un pico demasiado puro. Tiene gracia... la droga te mata cuando es demasiado buena. En cambio la vida funciona con otras leyes. La vida te mata de a poco. Te mata huyendo.

Coppini, el Reverendo, Enrique Sierra... ninguno llegó a los 60. Y el tango? Los grandes, los grandes de verdad... mejor no mirar.

Gardel, 45 (¿o 48?); Julio Sosa, 38; Goyeneche muchos más pero ahogado en droga. ¿Eduardo Arolas? 32. Solo, alcohólico, abandonado.

Hablo con mi hijo hace un par de horas. Está en la Costa Azul. Tiene la edad que tenía yo cuando él nació. Nos reímos. Hablamos de hacer un viaje juntos. Solos. El Transiberiano desde Moscú hasta Vladivostok. Se lo debo a mi abuelo. Me dice: "viejo, aprendete por fonética alguna canción tradicional en ruso que sea equivalente al tango. Los rusos son sentimentales como los argentinos. Los hacemos llorar a mares hasta llegar al Pacífico y nos invitarán a vodka en cada compartimento".

Está claro. ¡Este pibe es hijo mío!

Que el tiempo que os sea dado vivir se gaste de la mejor manera posible. El resto no tiene la más mínima importancia.

sábado, 6 de junio de 2020

Viena, 1913

No suele hablarse mucho de este tema, pero hubo un momento y un café en el que se cruzaron las vidas de cinco personajes que marcaron a fuego el devenir histórico del siglo XX.

La ciudad, Viena. El año, 1913. El mes de enero para ser más precisos. El Café Central de la ciudad imperial acogió entre sus mesas nada menos que a Freud, Trotski, Stalin, Tito y Hitler. Freud era médico y tenía una vida ordenada. Tito, el croata que se convertiría en líder de la Yugoslavia socialista, trabajaba como mecánico de coches, es decir, podía pagar sus facturas. Trotski -cuyo nombre real era Bronstein, "Trotski" se lo robó a un carcelero- sobrevivía como periodista y no paraba de escribir. Quedan dos...

Sí. Hitler y Stalin. Es alucinante pero estuvieron sentados en el mismo café del centro de la capital austrohúngara, un elegante local que había sido sede de la bolsa.

La vida personal de ambos era un auténtico desastre. Que se sepa, Hitler estuvo cinco años en Viena (las cosas que cuenta en Mein Kampf están muy edulcoradas siendo ya líder de un movimiento). Stalin algo más. Unos nueve y habitualmente se hacía pasar por griego.

Stalin, al que sus escasos amigos llamaban "Koba", era un prodigio de valor físico. Un hombre de acción. Es como si le hubieran extirpado el miedo. Se dedicaba fundamentalmente a robar bancos para la Revolución. Cada vez que surgía un trabajo casi suicida que nadie quería hacer llamaban a Stalin. "Este es un trabajo para Koba". Todo en él inspiraba desamor. Su aspecto, su rostro picado de viruela, su mirada huidiza...

En cuanto a Hitler, durante sus años en Viena fue el más miserable de los cinco. Cuando podía pagarla, vivía en una pensión de mala muerte. En caso contrario, daba con sus huesos en un establecimiento para indigentes. Allí se forjó su carácter hecho de resentimiento y odio hacia los extranjeros, hacia todo lo que no fuera germánico. Sus intentos de ingresar en la escuela de arquitectura fracasaron, así como sus proyectos de convertirse en pintor.

Años más tarde, se cuenta que Hitler solo llegó a sentir algo semejante al cariño por Albert Speer, el arquitecto Wunderkind del régimen. Speer, de 38 años, fue el alter ego de Hitler y se convirtió en algo parecido al hijo que nunca tuvo.

Abril de 1945. Búnker de la Cancillería del Reich. Speer desafía las bombas rusas y viene a despedirse de su mentor. Fue la única vez que Adolf dio un abrazo en público a alguien. Un precursor de la distancia social.

Stalin, Hitler... sueltos por las calles de Viena. Alimentando el odio y el resentimiento contra todo y contra todos.

Mahler, el divino Gustav, había muerto dos años antes en esa misma ciudad imperial. En el comienzo de su Quinta Sinfonía, la Trauermarsch, está en ciernes toda la larga noche que habría de caer sobre Europa. La noche de los cuchillos largos. La noche de los cristales rotos. La noche infinita.

Por cierto, Stalin le ganó siete partidas de ajedrez seguidas a Lenin en Cracovia. Y Lenin no era precisamente torpe, antes al contrario. ¿Líderes políticos que saben jugar al ajedrez? Has vuelto a beber, Martín...

miércoles, 3 de junio de 2020

Tal vez será su voz

Tal vez será su voz es uno de los tangos que más me gustan. Un hombre pierde definitivamente a su amor y cree volver a encontrarlo entre las sombras de los tangos, en el humo de las milongas. Julio Cortázar escribió un maravilloso cuento llamado Las puertas del cielo que tiene una temática similar. Siempre creí que había un nexo entre ambas historias.

No. Las puertas del cielo no alcanzan a entornarse... ella no regresará. Él la busca en cada bailarina, en cada abrazo, pero no volverá a oír su voz. Tendrá que ser nomás mi propio corazón.

Con letra del inmortal Homero Manzi y música de Lucio Demare, Tal vez será su voz para todos ustedes en este fantástico arreglo de Raúl Chiocchio a la guitarra -un músico realmente fino- y yo mismo cantando. Ambos desde nuestros respectivos confinamientos. La magia del tango nos hace soñar. Con cariño inmenso y fervor de Buenos Aires.