Estoy en Buenos Aires. Tengo que hablar con un tipo que nos va a contratar para tocar en un teatro del centro. Es un antiguo cantor de gotán. Un tipo jodido, oscuro, con mil vueltas. Me dice una cosa, después la contraria. Me marea. Alza la voz casi hasta el grito. A mí, plin. No entro en ninguna. Le contesto siempre con una sonrisa y hablando muy pausadamente. No hay nada como mantener la calma frente a un salame que pierde los papeles. Hasta que no pudo más y estalló...
—¿Querés hacerme el favor de cortarla de una puta vez con esa buena onda de mierda?
Aguafuertes psiquiátricas porteñas.
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