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domingo, 8 de abril de 2012

Las cucharas de plata del Titanic


Por Virginia López desde Lisboa (publicado en El Mundo).

Mientras en el Museo Marítimo de Barcelona se pueden contemplar algunos de los objetos que pertenecieron al Titanic, en Ílhavo (Aveiro), un municipio de la costa portuguesa, algunos de sus habitantes pueden incluso comer con los cubiertos que se usaron en aquel primer y único viaje del trasatlántico británico de lujo.

Es el caso de las seis cucharas de plata que conserva la portuguesa Ana Maria Lopes, quien cien años después del naufragio del Titanic ha revelado el secreto a voces que se guardaba entre los habitantes de su pueblo.

Según la tradición oral de Ílhavo, un mes y medio después del naufragio del Titanic, un barco de pesca de bacalao encontró un mueble a la deriva, en cuyo interior se guardaban cubiertos de plata. Antes de que se hundieran con el resto del barco, el velero portugués Trombetas trajo estas importantes piezas de la historia del trasatlántico hasta el puerto de Figueira da Foz, donde atracó el 27 de noviembre de 1912. Su capitán, Joao Francisco Grilo, que era de Ílhavo, acabó repartiendo los cubiertos entre familiares y amigos de su pueblo.

Así es como fueron a parar a la familia de Ana Maria Lopes, antigua directora del Museo Marítimo de Ílhavo, que recuerda que desde que era bien pequeña oyó las historias de las "famosas cucharas del Titanic", cuando con su abuela limpiaban la cubertería de la casa; pero no fue hasta la exposición que se realizó en Lisboa en el año 2009 cuando no se creyó del todo que la historia del Trombetas era cierta.

En esa exposición, Ana Maria Lopes vio cucharas exactamente iguales a las que ella había heredado de sus abuelos y por eso decidió mostrárselas a Christopher Davino, de RMS Titanic, quien efectivamente certificó que las cucharas eran iguales, de plata maciza y con la estrella tallada en el mango, símbolo de la compañía White Star Line, y con la firma de la famosa joyería inglesa de la época Elkington Plate.

Orgullosa del hallazgo, decidió desvelarlo en su blog, Marintimidades, en el que además cuenta que, a pesar de la discreción de otros vecinos, que han preferido guardarse el tesoro solo para ellos, no es la única en Ílhavo que cien años después del fatídico naufragio puede darse el lujo de usar los mismos cubiertos con los que comieron los pasajeros del Titanic antes de chocar con el iceberg.

domingo, 15 de mayo de 2011

A tomar las ruas en Lisboa


Álvaro, minha Laurinha, Marisa, Nuno, Marcelo, Bemvindo, Nélia, Susana, Rita, Chaka, tudos... mañana Portugal saldrá a las calles para dejar oír su voz y decir al mundo lo que piensa de este "nuevo orden" que requiere que los de siempre paguen la factura de la fiesta. Desde esta costa del Pacífico que todavía huele a la pólvora de jóvenes revolucionarios les mando un abrazo gigante!

Saiam à rua: a nossa 'democracia' foi sequestrada pelos partidos do sistema e pelo poder económico/financeiro. É hora de dizer Basta!

O M12M, que apoia esta manifestação, convocou uma Assembleia aberta que se realizou hoje (14 Maio) - os cidadãos estão a voltar a mostrar que a consciência política não morreu e as sementes do 25 de Abril ainda estão vivas! Irá haver nova Assembleia em Junho. Saiam do sofá e façam ouvir a vossa voz:

Indignem-se!

jueves, 21 de abril de 2011

Oriente y el futuro

Hace pocas semanas, mi amiga y excelente escritora y periodista portuguesa Susana Moreira Marques escribía un artículo sobre Portugal y los jóvenes. En dicho artículo se analizan cuestiones que bien pueden extenderse a España y al resto de la Unión Europea. Es como si el tiempo de Europa se hubiese agotado. Como si la Vieja Dama ya hubiese visto demasiadas cosas y no quedara mucho por hacer.

El ambiente en que uno se desarrolla influye directamente en lo que uno hace o es capaz de hacer. Si lo único que se escucha todo el día son pálidas acerca de la crisis, de lo mal que está todo, de que no hay de esto o de aquello, etc., etc., eso termina por afectar hasta al más equilibrado de los seres (advierto que ese no es mi caso) y nada es más contagioso que la desesperanza.

¿Qué futuro le aguarda a Europa? Incierto. Demasiadas estructuras rígidas, una forma de pensar retrógrada y envejecida, una población en retroceso.


Oriente es la otra cara de la moneda, claro que podríamos preguntarnos cuál es el precio que se paga por ese progreso, cuál es el marco laboral en que trabaja un obrero chino o hindú, qué grado de protección social alcanza la mano de obra que emigra del campo a la ciudad y que está dispuesta a trabajar por cuatro duros, cuál es el grado de protección a la infancia, etc.

He aquí el link al artículo de Susana Moreira Marques, Portugal: no country for young men?

A continuación, las experiencias de un grupo de españoles que optaron por probar suerte en China. Juzguen ustedes mismos.

"¿A China?". Cuando a Estibalitz Gete su pareja le comunicó el destino que le había asignado la multinacional vasca para la que trabaja, no supo si reír o llorar. Pero, en plena crisis financiera, él lo tenía claro. Tras la conmoción inicial, ella tampoco tuvo duda. "El proyecto iba a durar tres años, me pareció una experiencia enriquecedora, y tampoco tenía muchas expectativas en casa", recuerda esta donostiarra de 31 años, diplomada en Magisterio, que llegó al gigante asiático con la firme intención de no convertirse en un mero bulto del equipaje.

Lo que no podía prever es que en solo un mes encontraría trabajo en Shanghái produciendo material didáctico para la enseñanza del español en una escuela online, que terminaría dominando el chino y, mucho menos todavía, que dos años después bailaría el aurresku que dio la bienvenida en la caseta que Bilbao tuvo en la pasada Exposición Universal al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Ahora da clases de inglés en una guardería para niños coreanos de la capital económica de China y la pareja ha decidido extender su estancia de forma indefinida. "Todos mis amigos, menos uno, me llamaron loca por irme tan lejos. Pero creo que hay que aprovechar la juventud, que está demasiado acomodada en nuestro país, para buscar nuevos caminos de éxito profesional. No sé si la respuesta a la crisis está en China, pero de lo que estoy segura es de que no está en casa".

Las estadísticas sostienen de forma contundente, sin concesiones a la política, esas palabras de Gete. Después de la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, España sufre para crecer unas rácanas décimas al año, mientras se disparan la tasa de desempleo y la desesperación. En el otro extremo de la globalización, el Partido Comunista de China lo que busca es enfriar el espectacular crecimiento (un 10,3% en 2010) que, en solo tres décadas, ha convertido a un país tercermundista en la segunda potencia mundial. La única capaz de hacer frente a la hegemonía estadounidense. Si se cumplen las expectativas del Fondo Monetario Internacional, España continuará creciendo por debajo del 2% al menos hasta 2017, una fecha en la que el relevo de Estados Unidos en lo alto del ranking mundial estará ya cerca. Es, como dijo Zapatero en Shanghái, "el siglo de China".

El mundo empresarial ya lo sabía y, por eso, a finales de los noventa puso una pica en el lomo del Gran Dragón. Con ella llegó un nutrido grupo de jóvenes, en su mayoría ingenieros y técnicos, que erigieron las fábricas que se han convertido en los pilares de la deslocalización, y engrasaron la maquinaria de la fábrica del mundo. Son los expatriados, un término que remite a un contrato con remuneración generosa y beneficios que superan a los de sus colegas en la empresa matriz.

Según el estudio realizado hace un año por Naiara Arnaez, investigadora de la Universidad de Mondragón, el perfil medio del expatriado es el de un hombre (85%) que tiene menos de 35 años (50%), está casado o vive en pareja (67%), cuenta con una licenciatura (53%), suma entre 11 y 15 de años de experiencia laboral (35%), y vive su primera experiencia internacional (47%) para un período de tres o cuatro años (37%).

Sin embargo, la crisis económica de Occidente ha creado una nueva figura en China que ya tiene una jocosa acepción en inglés: es el halfpat (medio expatriado). Son, en su mayoría, jóvenes con amplia formación que buscan en la nueva tierra de las oportunidades lo mismo que las multinacionales: un lugar en el que se les permita hacer realidad sus sueños profesionales.

Claro que estos llegan por su cuenta, sin contrato, con problemas de visado y, generalmente, solo con sus ahorros en el bolsillo. "En China puede que no tengamos unos ingresos superiores a los de España, pero la vida es mucho más barata y cunden más", asegura Yolanda Pascual, una diseñadora de moda riojana de 36 años que dejó hace ya tiempo Barcelona -"Porque los precios allí son astronómicos"- para buscar una base de producción más económica en Asia. De Tailandia saltó a Vietnam y, finalmente, ha terminado en China.

Sara Suárez Domínguez vive en Shanghái. Esta compostelana de 31 años, traductora de cinco idiomas, comenzó a estudiar chino en Granada. "Pensé que necesitaba dominar una lengua rara para diferenciarme del resto", explica. Hace seis años decidió que el chino solo podía perfeccionarse en la tierra de Mao, y se plantó allí. Pero no llegó sola. Su pareja, el cocinero bilbaíno Ion Alaña, de 30 años, decidió dejar su trabajo para acompañarla en ese viaje hacia lo desconocido. España todavía vivía la euforia de la burbuja inmobiliaria, pero la pareja temía ya estancarse en el mileurismo.

Como después le sucedió a Gete, Alaña tardó poco en colocarse. Lo hizo como chef del restaurante Garçon Chinoise. Mientras tanto, Suárez Domínguez obtuvo su certificado como intérprete y comenzó a buscarse la vida. Primero en Tornillería Catalana, que quebró, y luego, ya por su cuenta, en la organización de eventos culturales. Estuvo involucrada en el Año de España en China, celebrado en 2007, y dirigió el programa empresarial del Pabellón de España en la Expo del año pasado. Este mismo mes ha producido, con un éxito sin precedentes, uno de los primeros maratones de música alternativa de la capital económica china, Picnic, que ya promete continuidad y la participación de bandas españolas.

En este tiempo, Alaña ha abierto una taberna vasca, Kuluska, que se ha convertido en el punto de encuentro de expatriados y halfpats españoles. "La clientela es un buen termómetro para ver cómo están cambiando las cosas. Cada vez llegan más paracaidistas que vienen a estudiar chino y quieren quedarse luego a buscar trabajo. Incluso para el restaurante recibimos currículos de gente que quiere venir a China, desde los 22 hasta los 56 años", comenta el cocinero. Las corporaciones también han sentido el vuelco de una sociedad especialmente arraigada en su tierra. "Antes era difícil conseguir gente dispuesta a desplazarse a China, pero ahora hay cola", resume José María Luzarraga, experto en internacionalización empresarial.

La razón de este cambio la expone con crudeza Andrés Ferrer, un diseñador tinerfeño de 37 años que actualmente ejerce de profesor en la Facultad ModArt de la Universidad de Shanghái y que participa también en una nueva marca de ropa made in China, Lolovinz, en la que Ana Tafur, colombiana, lleva la batuta. Ambos escaparon de la crisis: "España está muerta. No hay oportunidades para la juventud. En Shanghái, sin embargo, está todo por hacer y es fácil llevar a cabo un proyecto. La gente es muy abierta y está ávida por conocer y recibir todo tipo de estímulos".

Esta combinación de factores se refleja en la cifra de residentes españoles registrados en la Embajada de Pekín, cuyo número se ha multiplicado por seis en la última década. En 2000 eran solo 697, mientras que el 7 de abril sumaban 4.125. Además, la demarcación consular de Shanghái vivió el año pasado el mayor número de inscripciones -más de 320-, y es la megalópolis que, junto con Pekín, concentra la mayoría de los halfpat españoles.

Muchos optan por abrir su propio negocio. Es el caso de Miguel Candela, que en 2009 fundó Midori junto a su pareja, Lam Fung, en la excolonia británica de Hong Kong. "Al terminar mis estudios en Estados Unidos pensé en hacer prácticas y me pareció que esta ciudad era un lugar idóneo porque sirve de puente entre culturas", comenta este alicantino de 25 años que considera su unión sentimental como un extra de conocimiento para una empresa de trading que no solo se limita a comprar y vender, sino que pone especial énfasis en el diseño. "Tenemos que crear valor añadido para competir con éxito. Y ahí creo que los jóvenes españoles podemos aportar elementos novedosos. No me he establecido aquí por la crisis, sino porque creemos que China es el futuro. Claro que en España la situación no ayuda a quedarse".

Esa idea es la que llevó a Pedro Pablo Arroyo a tender puentes, pero esta vez físicos, en las entrañas del Gran Dragón. Este arquitecto madrileño que acaba de cruzar la cuarentena es uno de los pocos que ya ha completado el viaje de ida y vuelta. Hace ya más de un lustro que obtuvo su doctorado en Japón y que previó el ladrillazo que se avecinaba sobre el sector de la construcción en España. Decidió que las oportunidades estaban en Shanghái, una ciudad en la que se construyen más metros cuadrados que en toda España. "En Europa parece que todo está hecho y solo hay espacio para los grandes nombres. China, sin embargo, nos da una oportunidad".

Arroyo la ha aprovechado al máximo. Hace cinco años creó CA Group, un estudio que le ha dado renombre internacional. Su coqueto puente de Qingpu, que aúna vanguardia tecnológica y estética y elementos tradicionales chinos, le reportó premios y la confianza de un cliente sólido: el Gobierno de Shanghái. Así, el año pasado inauguró los puentes gemelos de Xidayinggang, dos monstruos de acero de medio kilómetro de largo y 20 millones de euros de presupuesto y cuya estructura parece desafiar a la física. Ahora mismo ya tiene otros dos en construcción.

Claro que no todo es de color de rosa. "China es un país muy complicado, en el que hay que pelear a diario y uno siempre se siente extranjero". Pero la recompensa merece el esfuerzo, y Arroyo ahora da clases en Madrid. Su próximo reto es atacar proyectos en Europa desde el estudio que mantiene en Shanghái, una vía inversa a la habitual. Expatriados y halfpats siempre tienen como objetivo regresar a España. "Pero este no es el momento", apostilla Sara Suárez.

"Es la experiencia de mi vida: aprendo cada día"

Desde que abrió la primera residencia para artistas españoles en China, Judas Arrieta se ha visto desbordado por el número de peticiones de plazas y de becas. Este guipuzcoano de 39 años abrió el camino hace cinco cuando se estableció en Pekín con una idea clara: "Encontrar un país que me permitiera producir mis obras a precios más asequibles que los de España, donde los artistas somos los parias de la sociedad". Y vaya si lo ha conseguido. Aunque Japón había sido siempre su niña bonita, fue finalmente China la elegida. Y el país se ha convertido ya "en la meca de la deslocalización del arte, donde muchos producen su obra para luego exportarla".

Abraham Carmona es otro buen ejemplo. Este sevillano de 27 años, perteneciente a la dinastía gitana de los Carmona, es el primer cantaor de flamenco que ha compuesto, producido y grabado un disco en China, Silencio. "Y todo con mi propio dinero, sin estar a merced de una discográfica, porque aquí se puede hacer con la misma calidad y de forma mucho más económica que en España. China hace realidad nuestros sueños", sentencia. Además, Shanghái le sirve de inspiración. "Recibo muchos más estímulos que en nuestro país. Me codeo con músicos de todas las nacionalidades y estilos que enriquecen mi flamenco mestizo".

Claro que el ámbito artístico tiene sus limitaciones en China. Judas Arrieta lo comprobó cuando las autoridades censuraron y retiraron su obra Mickey Mao, en la que retrataba al Gran Timonel con las orejas típicas del ratón de Disney. Sin embargo, las restricciones que todavía imperan en el mundo del arte, y sobre todo de la escena alternativa, no han amedrentado a Borja Mata, un madrileño que roza la treintena y que trabaja en Chinatown, un cabaré de Shanghái en el que se transforma en diferentes personajes barrocos.

Ni su desconocimiento del idioma, incluso del inglés, ni su homosexualidad, restringida a un mundo underground y tabú para las autoridades, han impedido que tenga éxito. "No es fácil llegar aquí y hacerse un hueco. Pero en España hay mucha gente que hace un trabajo como el mío y aquí resulta innovador. No he escapado, pero es cierto que allí está todo parado y aquí estoy viviendo la experiencia de mi vida. Aprendo todos los días".

Eso sí, Borja Mata tiene que cuidarse mucho de que la sensualidad de sus actuaciones no derive en sexualidad, porque entonces podría ir a parar a una celda, como les sucedió a los 60 asistentes detenidos en un club gay de Shanghái acusados de participar en espectáculos pornográficos. "China tiene sus reglas, y hay que cumplirlas", zanja Mata.

lunes, 21 de marzo de 2011

Geração à Rasca

Mi querido amigo Álvaro Fonseca me envía desde Lisboa -a cidade mais bonita do mundo- este texto de Mía Couto (aunque se dice que la autoría corresponde a una bloguera). En cualquier caso, lo que dice es interesante. Lo publico tal cual, en nuestra lengua hermana, que suena a música, a cena con amigos en el Patio 13, a fado de Amália.

Geração à Rasca - A Nossa Culpa - MIA COUTO


Um dia, isto tinha de acontecer.
Existe uma geração à rasca?
Existe mais do que uma! Certamente!
Está à rasca a geração dos pais que educaram os seus meninos numa
abastança caprichosa, protegendo-os de dificuldades e escondendo-lhes
as agruras da vida.
Está à rasca a geração dos filhos que nunca foram ensinados a lidar
com frustrações.
A ironia de tudo isto é que os jovens que agora se dizem (e também
estão) à rasca são os que mais tiveram tudo.
Nunca nenhuma geração foi, como esta, tão privilegiada na sua infância
e na sua adolescência. E nunca a sociedade exigiu tão pouco aos seus
jovens como lhes tem sido exigido nos últimos anos.

Deslumbradas com a melhoria significativa das condições de vida, a
minha geração e as seguintes (actualmente entre os 30 e os 50 anos)
vingaram-se das dificuldades em que foram criadas, no antes ou no pós
1974, e quiseram dar aos seus filhos o melhor.
Ansiosos por sublimar as suas próprias frustrações, os pais investiram
nos seus descendentes: proporcionaram-lhes os estudos que fazem deles
a geração mais qualificada de sempre (já lá vamos...), mas também lhes
deram uma vida desafogada, mimos e mordomias, entradas nos locais de
diversão, cartas de condução e 1º automóvel, depósitos de combustível
cheios, dinheiro no bolso para que nada lhes faltasse. Mesmo quando as
expectativas de primeiro emprego saíram goradas, a família continuou
presente, a garantir aos filhos cama, mesa e roupa lavada.
Durante anos, acreditaram estes pais e estas mães estar a fazer o
melhor; o dinheiro ia chegando para comprar (quase) tudo, quantas
vezes em substituição de princípios e de uma educação para a qual não
havia tempo, já que ele era todo para o trabalho, garante do ordenado
com que se compra (quase) tudo. E éramos (quase) todos felizes.

Depois, veio a crise, o aumento do custo de vida, o desemprego, ... A
vaquinha emagreceu, feneceu, secou.

Foi então que os pais ficaram à rasca.
Os pais à rasca não vão a um concerto, mas os seus rebentos enchem
Pavilhões Atlânticos e festivais de música e bares e discotecas onde
não se entra à borla nem se consome fiado.
Os pais à rasca deixaram de ir ao restaurante, para poderem continuar
a pagar restaurante aos filhos, num país onde uma festa de
aniversário de adolescente que se preza é no restaurante e vedada a
pais.
São pais que contam os cêntimos para pagar à rasca as contas da água e
da luz e do resto, e que abdicam dos seus pequenos prazeres para que
os filhos não prescindam da internet de banda larga a alta velocidade,
nem dos qualquercoisaphones ou pads, sempre de última geração.

São estes pais mesmo à rasca, que já não aguentam, que começam a ter
de dizer "não". É um "não" que nunca ensinaram os filhos a ouvir, e
que por isso eles não suportam, nem compreendem, porque eles têm
direitos, porque eles têm necessidades, porque eles têm expectativas,
porque lhes disseram que eles são muito bons e eles querem, e querem,
querem o que já ninguém lhes pode dar!

A sociedade colhe assim hoje os frutos do que semeou durante pelo
menos duas décadas.

Eis agora uma geração de pais impotentes e frustrados.
Eis agora uma geração jovem altamente qualificada, que andou muito por
escolas e universidades mas que estudou pouco e que aprendeu e sabe na
proporção do que estudou. Uma geração que colecciona diplomas com que
o país lhes alimenta o ego insuflado, mas que são uma ilusão, pois
correspondem a pouco conhecimento teórico e a duvidosa capacidade
operacional.
Eis uma geração que vai a toda a parte, mas que não sabe estar em
sítio nenhum. Uma geração que tem acesso a informação sem que isso
signifique que é informada; uma geração dotada de trôpegas
competências de leitura e interpretação da realidade em que se insere.
Eis uma geração habituada a comunicar por abreviaturas e frustrada por
não poder abreviar do mesmo modo o caminho para o sucesso. Uma geração
que deseja saltar as etapas da ascensão social à mesma velocidade que
queimou etapas de crescimento. Uma geração que distingue mal a
diferença entre emprego e trabalho, ambicionando mais aquele do que
este, num tempo em que nem um nem outro abundam.
Eis uma geração que, de repente, se apercebeu que não manda no mundo
como mandou nos pais e que agora quer ditar regras à sociedade como as
foi ditando à escola, alarvemente e sem maneiras.
Eis uma geração tão habituada ao muito e ao supérfluo que o pouco não
lhe chega e o acessório se lhe tornou indispensável.
Eis uma geração consumista, insaciável e completamente desorientada.
Eis uma geração preparadinha para ser arrastada, para servir de
montada a quem é exímio na arte de cavalgar demagogicamente sobre o
desespero alheio.

Há talento e cultura e capacidade e competência e solidariedade e
inteligência nesta geração?
Claro que há. Conheço uns bons e valentes punhados de exemplos!
Os jovens que detêm estas capacidades-características não encaixam no
retrato colectivo, pouco se identificam com os seus contemporâneos, e
nem são esses que se queixam assim (embora estejam à rasca, como
todos nós).
Chego a ter a impressão de que, se alguns jovens mais inflamados
pudessem, atirariam ao tapete os seus contemporâneos que trabalham
bem, os que são empreendedores, os que conseguem bons resultados
académicos, porque, que inveja!, que chatice!, são betinhos, cromos
que só estorvam os outros (como se viu no último Prós e Contras) e,
oh, injustiça!, já estão a ser capazes de abarbatar bons ordenados e a
subir na vida.

E nós, os mais velhos, estaremos em vias de ser caçados à entrada dos
nossos locais de trabalho, para deixarmos livres os invejados lugares
a que alguns acham ter direito e que pelos vistos - e a acreditar no
que ultimamente ouvimos de algumas almas - ocupamos injusta, imerecida
e indevidamente?!!!

Novos e velhos, todos estamos à rasca.
Apesar do tom desta minha prosa, o que eu tenho mesmo é pena destes jovens.
Tudo o que atrás escrevi serve apenas para demonstrar a minha firme
convicção de que a culpa não é deles.
A culpa de tudo isto é nossa, que não soubemos formar nem educar, nem
fazer melhor, mas é uma culpa que morre solteira, porque é de todos, e
a sociedade não consegue, não quer, não pode assumi-la.
Curiosamente, não é desta culpa maior que os jovens agora nos acusam.
Haverá mais triste prova do nosso falhanço?
Pode ser que tudo isto não passe de alarmismo, de um exagero meu, de
uma generalização injusta.
Pode ser que nada/ninguém seja assim.

domingo, 31 de octubre de 2010

Olas


Plato único, bacalao, patatas y mucha cebolla, contigo pan. Aceite de oliva. Vino recio. Viento en el rostro y lluvia que cae de hostigo contra las ventanas de la casa de Rua da Saudade, que amenaza romper amarras e internarse en el Océano.

Llueve en el Tajo y sentimos la tierra rodar mientras hacemos el amor con maestría de generaciones en el cuarto amarillo. Antes de nosotros, todos los locos del planeta enarbolando grito y risa.

Vendrá más tarde Álvaro Fonseca para llevarnos a ver el mar. Junto a acantilados que reciben todas las afrentas sin pestañear. La poción mágica que cura todas las heridas.

lunes, 21 de junio de 2010

Saramago, caballero de Portugal

"Não é verdade. A jornada não termina nunca. Apenas um passageiro final. E eles também podem sobreviver na memória, na memória, na narrativa ... O objetivo da viagem é apenas o começo de outra viagem".

A los 87 años de edad, José Saramago, el primer escritor en lengua portuguesa en recibir el Premio Nobel de Literatura, ha cruzado la Estigia para visitar a Aquiles y charlar con Odiseo. Aunque Saramago tenía poca fe en la existencia de un mundo de ultratumba.

Con extraordinario mal gusto y nula sensibilidad -el antiguo intelectual Ratzinger está perdiendo facultades al permitir que sus subordinados escriban semejantes cosas- el periódico oficial vaticano publica una nota donde critica al escritor luso y lo descalifica sin más. A un hombre que acaba de morir. La famosa caridad cristiana en horas bajas, al más puro estilo del Santo Oficio. En vez de ocuparse de sus múltiples problemas en casa, la jerarquía eclesiástica opta por lo que históricamente mejor le ha funcionado: descalificar a quien le lleva la contraria, excomulgarlo y, si la época lo permite, juzgarlo y quemarlo, como ocurrió con Giordano Bruno.

En fin, el Vaticano se retrata solo. Por sus actos los conoceréis.

Saramago era escritor. Y era comunista, pero rojo, rojo, rojo. Sí señor, de los de "cautivo y desarmado..." Hoy se comprende mal lo que significa esto. Es normal, ya que vivimos en una época espiritualmente miserable. Preocuparse por los demás está mal visto, es como de hippies y outsiders.

Además, el escritor portugués se ocupaba de la relación con lo divino, recuperando la idea de que Dios es una invención humana. La teodicea, la discusión sobre la esencia del mal, también ocupa un lugar destacado en su obra. Habla de un Dios inmisericorde que elimina a toda la Humanidad a excepción de Noé y los suyos, al tiempo que presenta a un Caín que se enfrenta al Padre Omnipotente y lo interpela sobre sus actos.

En un desierto intelectual en el que la vanguardia del pensamiento se ha cedido a los científicos y a los tecnólogos, donde los debates no se generan en torno a las ideas sino en torno al concepto de utilidad, aplicación y competitividad, Saramago invita a pensar. Eso es mucho.

Una imagen que retrata su espíritu y que me toca especialmente. Sus recuerdos de infancia en Azinhaga, la relación con su abuelo que le hablaba como sólo un abuelo puede hacer. Que cuando sintió que había llegado su hora abrazó los árboles de su huerta uno a uno. Porque no volvería a verlos. Con un abuelo así hay que ser escritor.

He aquí una entrevista con José Saramago a propósito de Caín. Un Dios que se ve acorralado por sus criaturas. Un hijo pródigo que busca desesperadamente ensanchar los límites del mundo. Que intenta comprender.

"Hay quien me niega el derecho de hablar de Dios, porque no creo. Y yo digo que tengo todo el derecho del mundo. Quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad". José Saramago (Azinhaga, 1922) ha vuelto a escribir de un tema que le inquieta. Lo ha hecho esta vez a través de una figura bíblica con mala prensa. Caín (Alfaguara), última novela del premio Nobel de Literatura de 1998, tiene grandes posibilidades de levantar las iras de algunos sectores católicos. Nada nuevo para el escritor portugués, que en 1991 generó una polémica mayúscula con El Evangelio según Jesucristo. En aquella ocasión, el Gobierno luso se sumó a la campaña contra Saramago, al vetar su nombre como candidato al Premio Literario Europeo. El primer ministro era el conservador Aníbal Cavaco Silva. Hoy es el presidente de la República. El veto indignó al escritor, que decidió autoexiliarse en Lanzarote, donde reside con su esposa, Pilar del Río, desde entonces.

"La izquierda no tiene ideas. Ningún partido ha presentado una sola idea para combatir la crisis".

¿Se puede repetir la historia ahora con Caín? "No. Ya metieron una vez la pata. No repetirán la experiencia, a no ser que quieran caer en el ridículo", dice Saramago, con aparente convicción. La entrevista tiene lugar en su casa lanzaroteña, refugio del escritor, a la que acuden amigos de todos los rincones. Dentro de unas horas tiene prevista la llegada de Mario Vargas Llosa. "El Evangelio... provocó las reacciones más violentas en sectores católicos de Italia. Me llamaron provocador", explica. "En mi opinión, los católicos no tienen motivos para enojarse con Caín, porque no tiene nada que ver con ellos. El libro habla del Antiguo Testamento, y me parece que los católicos no leen la Biblia ni el Antiguo Testamento. Tienen el Nuevo Testamento, que es un texto simpático con parábolas bonitas. Creo que Caín sentará mal a los judíos, porque la Torá es su libro. Me llamarán de nuevo antisemita. No me importa. He escrito el libro que quería y creo que es una buena obra literaria". Una obra que reescribe libremente una historia, la Biblia, que según el autor no ocurrió. Y para ello usa elementos de esta historia, Babel, Jericó, Sodoma y Gomorra, Moisés en el Sinaí. Entonces ¿qué ha escrito? ¿Una fantasía? "Sí, pero en mis fantasías hay mucha lógica, y esto ocurre en muchos de mis libros. Le propongo al lector un punto de partida que puede parecer absurdo. Pero después, el desarrollo es siempre de una lógica impecable". Acaso pretende hacerle la competencia a la Biblia. "De ninguna manera. No pretendo que el lector crea haber visto la luz después de leer el libro. Sólo propongo que piense en sus propias creencias y qué espera de ellas. ¿La vida eterna? ¿La condena al infierno?".

En la controvertida novela del Evangelio, Saramago humanizó la figura de Jesucristo. Algunos lectores de su último libro apuntan que ahora humaniza la figura de Caín. Pone cara de póquer, medita un instante y hace la siguiente reflexión: "Lo que pasa es que Jesús humaniza la figura de Dios. Jesús suavizó y matizó el Dios del Antiguo Testamento. Nunca tuve la conciencia de que estaba humanizando a Caín, pero, claro, es el fratricida, el asesino de su hermano Abel. En castellano hay la palabra cainita, que habla por sí sola. Siempre he pensado que la historia de Caín es una historia que ha sido mal contada en la Biblia. Como la de David y Goliat. Goliat nunca ha podido acercarse a David, David venció porque tenía una honda, que era la pistola de la época".

De dónde viene esa obsesión por escribir de Dios, pregunto, porque el tema de fondo es Dios, aunque ahora sea a través de la figura de Caín. "Puede parecer extraño", dice. "Nunca tuve educación religiosa. Ni en el colegio, ni en casa. No tuve crisis religiosas en la adolescencia ni cuando uno empieza a preguntarse sobre la muerte. Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo para inventar un Dios. Para qué. Nunca lo conoceríamos". El ateísmo del autor tiene sus matices. "Ateo es sólo una palabra. En el fondo, estoy empapado de valores cristianos, y es verdad que algunos de estos valores coinciden con valores de humanismo. Los acepto. Ahora bien, todo lo que tiene que ver con la creencia en un Dios superior y eterno, que un día me condenará, me parece una chorrada".

Las páginas de Caín son implacables con Dios. "No", replica. "Soy implacable con la especie humana, que ha inventado el Señor". Bueno, pero el libro dice, entre otras cosas, que Dios no es de fiar, que es capaz de pactar con Satán, que está rematadamente loco. Le trata de rencoroso, maligno, corrupto... Le acusa de despreciar la Justicia. Y así hasta el final, donde afirma que Dios acaba por arrepentirse de haber creado el hombre. "Sí, por eso, según la Biblia, ordenó el diluvio y exterminó a la humanidad, a excepción de Noé y su familia. El libro es una lucha entre el hombre y Dios. Con Caín, que no era precisamente un santo sino todo lo contrario, pero en el fondo más limpio de mente y más transparente".

Mientras escribía, Saramago tropezó con un problema narrativo que parecía no tener solución: el paso de Caín por el tiempo. ¿Qué hacer? "Inventé, no el futuro ni el pasado, sino lo que llamo otro presente. De repente, Caín se encuentra en otro presente, no importa que sea pasado o futuro. Creo que conseguí conservar el humor en un tema tan complicado. El libro es divertido y profundamente serio". No es una ironía premeditada, asegura. Nunca premedita nada. La historia marca el camino de cómo tiene que ser narrada. "Soy una mano obediente que intenta no hacer nada en contra de la lógica y de lo que estoy escribiendo. Que acepta lo que quiere la propia historia. La ironía es una constante en todos mis libros. El humor aparece por primera vez en El viaje del elefante, y se repite en Caín. No fue una decisión consciente, simplemente ocurrió así".

La novela termina con una discusión, cargada de reproches mutuos, en el umbral de la gran puerta del arca de Noé, entre Dios y Caín: "Caín eres el malvado, el infame asesino de su propio hermano. No tan malvado e infame como tú, acuérdate de los niños de Sodoma". Es la eterna discusión entre el hombre y Dios, precisa el escritor. Una discusión sin salida. "Ni él nos entiende a nosotros, ni nosotros le entendemos a él. Son dos entidades que no se han entendido, no se están entendiendo y no se entenderán".

Saramago lo escribió en cuatro meses, la mitad del tiempo invertido en su anterior libro, El viaje del elefante. En ambos casos, reconoce, tenía prisa por escribir, en una carrera contra el tiempo. No podía bajar el ritmo. "Ahora ya puedo darme el lujo de reducir la velocidad. Cumpliré pronto 87 años. La vida es como una vela que va ardiendo, cuando llega al final lanza una llama más fuerte antes de extinguirse. Creo que estoy en el periodo de la última llamarada, antes de la extinción. Lo digo sin dramatismo. Tengo muy claro que no voy a vivir mucho más. Ahora estoy en una fase en la que sí creo que puedo hacer un trabajo y lo puedo hacer bien, quiero hacerlo. Después acabará todo y quedarán mis libros, que pienso seguirán siendo leídos. Espero, si la salud aguanta, terminar la novela que tengo entre manos". No revelará nada del próximo libro. Tan sólo un detalle: ya tiene decidida la última frase. No habrá sorpresas ni cambios sobre la marcha. No suele haberlos en su escritura. "Creo que soy un escritor lógico".

Pilar del Río va y viene por la casa, como siguiendo en la distancia la conversación. Saramago habla con cierta parsimonia, pero no da muestras de cansancio. Pasamos de la literatura a la política, su otra gran pasión. Le gusta hablar de política. Toma carrerilla y no para. Las primeras críticas son para el Partido Socialista (PS), que ha gobernado en Portugal los últimos cuatro años y medio con mayoría absoluta, y que seguirá en el poder después de ganar las elecciones del pasado 27 de septiembre. "El Gobierno socialista ha hecho políticas de derecha y el problema es que no hay ningún palacio de invierno para asaltar. Lo peor de todo, y esta crisis lo ha demostrado, es que la izquierda no tiene ideas. Ningún partido de izquierda, más o menos roja, más o menos rosa, ha presentado una sola idea para combatir la crisis. Y con los sindicatos ha ocurrido lo mismo. Su fuerza está dormida, domesticada. Me parece que Marx nunca ha tenido tanta razón como ahora. Pero eso no es suficiente. Haría falta una reflexión profunda, partiendo de Marx".

Es sabido que el premio Nobel portugués es militante del Partido Comunista desde los años sesenta. Un PC que no tiene parangón en la Unión Europea, de larga tradición estalinista, que sigue llamándose comunista, que conserva la iconografía bolchevique, hoz y martillo, bandera roja, que sigue soñando en épocas pasadas, probablemente más próximas a lo que representaba la antigua Unión Soviética, y que, contra viento y marea, tiene un electorado inquebrantable de medio millón de votos, que representa alrededor del 8%. El escritor admite que "es muy posible" que el PCP viva anclado en el pasado. "Lo que pasa es que tenemos una herencia, de la que no puedo despegarme. Y es posible que esta herencia no tenga mucho que ver con la realidad actual. Pero ¿por qué la realidad actual tiene razón?". Su militancia comunista tiene, probablemente, más de sentimentalismo que de convicción. "Los sentimientos cuentan. No me reconocería en ningún otro partido. Puede que sea mi culpa, y que esté enquistado en ideas del pasado, pero yo también tengo mi propio pasado. Francamente, no sabría convivir en otro partido si mañana dejara el PCP. No me pasa por la cabeza". Entonces ¿por qué sigue en el Partido? "Por respeto a mí mismo. He sido muy crítico con mi partido. Dije en una ocasión que nunca dejaría el partido, con una condición: que el partido no me deje a mí. Dejarme a mí sería un cambio radical de rumbo. No creo que eso ocurra". Tuvo una incursión, fugaz, en la política activa, cuando fue presidente de la asamblea municipal del Ayuntamiento de Lisboa. Duró cuatro meses y acabó enojado hasta con su propio partido. No le quedaron ganas de repetir la experiencia, aunque en alguna ocasión aceptó ir en las listas electorales en lugares no elegibles. "Creo que sería un diputado muy bueno", dice sin cortarse. "Siempre he dicho lo que he querido, y también es cierto que la dirección del partido nunca ha hecho nada para impedírmelo".

Saramago hace tiempo que no sube a su escritorio, en el piso superior de la casa, porque la estrecha escalera entraña un riesgo demasiado alto. El estudio tiene una hermosa vista con el Atlántico al fondo, la mesa de trabajo, anaqueles con los libros más queridos, pinturas, recuerdos. Ahora escribe en la biblioteca construida en un edificio anexo a la casa, que alberga su colección particular, convenientemente catalogada, a la espera de su traslado a la Casa dos Bicos, un edificio emblemático del gótico lisboeta, construido en 1523, que será la sede de la Fundación José Saramago, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de la capital. "La fundación es cosa de Pilar", dice el escritor. La compañera inseparable, traductora de sus últimos libros, es el motor del engranaje. "No sólo el motor, también las ruedas". En la recta final de su vida, contempla una vuelta, tal vez parcial, a su querida Lisboa, donde tiene una casa. "Ahora nos vamos a Italia y luego nos quedaremos unas semanas en Lisboa. Allí siento que estoy en casa. Nunca pensé que viviría en una isla en medio del Atlántico, a 100 kilómetros de la costa africana". Todo parece a punto para el regreso.