domingo, 8 de abril de 2012

Las cucharas de plata del Titanic


Por Virginia López desde Lisboa (publicado en El Mundo).

Mientras en el Museo Marítimo de Barcelona se pueden contemplar algunos de los objetos que pertenecieron al Titanic, en Ílhavo (Aveiro), un municipio de la costa portuguesa, algunos de sus habitantes pueden incluso comer con los cubiertos que se usaron en aquel primer y único viaje del trasatlántico británico de lujo.

Es el caso de las seis cucharas de plata que conserva la portuguesa Ana Maria Lopes, quien cien años después del naufragio del Titanic ha revelado el secreto a voces que se guardaba entre los habitantes de su pueblo.

Según la tradición oral de Ílhavo, un mes y medio después del naufragio del Titanic, un barco de pesca de bacalao encontró un mueble a la deriva, en cuyo interior se guardaban cubiertos de plata. Antes de que se hundieran con el resto del barco, el velero portugués Trombetas trajo estas importantes piezas de la historia del trasatlántico hasta el puerto de Figueira da Foz, donde atracó el 27 de noviembre de 1912. Su capitán, Joao Francisco Grilo, que era de Ílhavo, acabó repartiendo los cubiertos entre familiares y amigos de su pueblo.

Así es como fueron a parar a la familia de Ana Maria Lopes, antigua directora del Museo Marítimo de Ílhavo, que recuerda que desde que era bien pequeña oyó las historias de las "famosas cucharas del Titanic", cuando con su abuela limpiaban la cubertería de la casa; pero no fue hasta la exposición que se realizó en Lisboa en el año 2009 cuando no se creyó del todo que la historia del Trombetas era cierta.

En esa exposición, Ana Maria Lopes vio cucharas exactamente iguales a las que ella había heredado de sus abuelos y por eso decidió mostrárselas a Christopher Davino, de RMS Titanic, quien efectivamente certificó que las cucharas eran iguales, de plata maciza y con la estrella tallada en el mango, símbolo de la compañía White Star Line, y con la firma de la famosa joyería inglesa de la época Elkington Plate.

Orgullosa del hallazgo, decidió desvelarlo en su blog, Marintimidades, en el que además cuenta que, a pesar de la discreción de otros vecinos, que han preferido guardarse el tesoro solo para ellos, no es la única en Ílhavo que cien años después del fatídico naufragio puede darse el lujo de usar los mismos cubiertos con los que comieron los pasajeros del Titanic antes de chocar con el iceberg.

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