Recibo algunos comentarios al último post “Quince de los nuestros”. Se plantea qué pasa con el papel de la mujer en la revolución tecnológica que estamos viviendo y se señala la falta de presencia de la mujer en feudos históricamente masculinos como es el caso de la dirección de las grandes orquestas. Interesantes cuestiones.
El caso de la mujer en Latinoamérica merece mención aparte. Si hablamos de atraso con respecto a otras regiones del mundo es obvio que la marginación de la mitad de nuestra población no nos ayuda. Antes al contrario. La comparación con otros mundos resulta sangrante. Para igualar los estándares de implicación de la mujer en la sociedad que alcanzan los países escandinavos, los Estados Unidos o la Europa ilustrada (club en el que aún no entra España y menos Italia, en donde se le ríen las "gracias" a un payaso que comete el peor pecado que payaso alguno pueda cometer: no hacer ni puta gracia) nos queda un largo camino.
A pesar del salto cuántico a nivel social que España ha experimentado en estos últimos treinta años no podemos dejar de lado que aún se está recuperando el terreno perdido durante las cuatro décadas de franquismo. Lo comentó el propio Azaña en vísperas de la caída de Madrid: "Tras esta Guerra Civil, España retrocederá cincuenta años con respecto a Europa”. No se equivocaba. Compárese la situación de la mujer durante el escaso lustro que duró la Segunda República y lo que vino después. De dirigir asambleas multitudinarias a sus labores "femeninas". Leer un manual franquista destinado a la educación de la mujer es todo un poema. De terror.
En América Latina las cosas son aún más graves. Tradicionalmente, nuestra región ha destacado por su machismo militante, la mujer ha sido considerada una fábrica de hijos y los lazos familiares han sido, cuando menos, sui generis.
Los famosos 17 hijos del coronel Aureliano Buendía existen. Yo los vi. Es más, en mi reciente viaje a Nicaragua conocí a un individuo que se pavoneaba de haber tenido 40 hijos y puede que alguno más. Dudo que este elemento haya cambiado un solo pañal. Se ve que el “creced y multiplicaos” de la Biblia fue tomado al pie de la letra.
Hasta el momento presente, la participación de la mujer en los órganos de gobierno de nuestros países ha sido escasa y testimonial. Recién ahora se están corrigiendo errores seculares y aparecen personajes como Bachelet y Cristina Fernández. Si bien en este último caso se puede hablar de pingüinato, resulta obvio que Cristina es mucho más brillante que su marido. No hay más que oírlos hablar. Lo mismo ocurría con la mujer de Tony Blair en Gran Bretaña.
La actual vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, es cien veces más brillante y expeditiva que el presidente Zapatero. Y el talento de Zapatero –posiblemente su mejor activo- radica justamente en esto: no tener miedo a rodearse de colaboradores más inteligentes que él. Rubalcaba o De la Vega así lo atestiguan.
Parece una cosa sencilla pero no lo es. Otras instituciones y empresas siguen funcionando, a día de hoy, con el modelo de hombre fuerte y omnisciente, rodeado de lameculos y parientes pobres u oligofrénicos. Véase el caso de la SGAE (la denostada Sociedad de Autores) en España. Su faraón todo lo sabe. El ojo que todo lo ve. Llama cretinos a sus empleados ante las cámaras de la televisión –cabe imaginar cómo los trata de puertas adentro- y no pasa nada. Nadie le llama la atención. Aquí paz y después gloria.
http://www.elpais.com/articulo/cultura/presidente/SGAE/llama/cretinos/grupo/trabajadores/elpepucul/20090713elpepucul_5/Tes
Lo mismo ocurre en los llamados "países del ALBA”. ¿Cuál es la participación real de la mujer en los órganos de gobierno al más alto nivel en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, etc.? Cuando menos, es escasa y nunca alcanza las esferas de decisión última. A menos que tomemos en cuenta a Rosario Murillo en Nicaragua. Pero se trata de un caso excepcional...
La nueva generación femenina en España es mucho más pujante que su contraparte masculina. Hay más mujeres que hombres en la Universidad y tienen mejores expedientes. Alguien me comentó que las treintañeras españolas de hoy en día son como la estatua de la Cibeles: el corazón de piedra y mirando al Banco de España.
Nadie les tose. Ellas tienen muy claro lo que quieren y pronto dominarán el mundo. Espero que para entonces los viajes low cost a Marte sean una realidad consolidada. Me ofrezco voluntario para las primeras pruebas.
No creo que haya nada verdaderamente importante que sea fácil de conseguir. Tampoco los cambios radicales en la sociedad se han producido como si nada, sino que han sido el resultado de fieras y encarnizadas luchas. La conquista de los puestos más importantes en la estructura de poder por parte de la mujer es un derecho pero ha de ser tomado con firmeza, es decir, no será “concedido graciosamente”.
De mi relación con una treintañera brillante y apabullante he sacado las siguientes conclusiones:
1.- Los hombres somos perfectamente inútiles.
2.- Las técnicas de inseminación artificial nos convierten en seres prescindibles.
3.- La lista de cosas para las que servimos es muy limitada (acompañantes de boda, guardaespaldas ocasionales, cargadores de cajas voluminosas, animal de compañía, etc.).
4.- En un mundo perfecto no existiríamos.
En igualdad de condiciones la mujer es muy superior al hombre. El caso más cercano lo tengo en mi propia madre, Susana Gutman. Recién llegada a sus espléndidos sesenta, mi madre ha tomado el toro por los cuernos y ha vuelto a estudiar en la Universidad. No contenta con sacar las mejores notas y ser la admiración de todos sus condiscípulos y profesores, por las tardes trabaja en el Museo Reina Sofía. O sea, que hace una vida propia de una veinteañera. Hasta el rostro le ha cambiado: tiene una nueva energía contagiosa y nos recuerda con su ejemplo que todos hacemos el 2 por ciento de lo que podemos (cuando llega...).
Cuando tenía edad para ir a la Universidad, mi pobre madre tuvo que renunciar a su carrera para cuidar de nosotros. Ella tenía 18 años cuando nací yo y 20 cuando nació mi hermano Diego, una aberración bastante corriente en América Latina (aberración sin la cual yo no estaría escribiendo estas líneas, of course, y no disfrutaría de una madre tan joven y estupenda).
¿Adónde podría haber llegado si no hubiera tenido que cuidar de una familia hinchapelotas? A lo más alto de lo más alto, naturalmente. Aún puede, ya que ha tomado definitivamente en sus manos las riendas de su propio destino. No bastarían diez vidas para devolverle la mitad de lo que nos ha dado a todos nosotros. ¡Gracias, vieja! No somos dignos...
Se suele comentar que la mujer debe optar entre tener una familia y realizarse profesionalmente. No creo que eso deba ser así por decreto. Ahora bien, de mis experiencias profesionales en las estructuras de poder, he de decir que quien pretenda hacer carrera en cuestiones políticas (ya sea dentro de un partido o de una empresa) ya puede irse despidiendo de tener una vida personal plena. O se está con unos o con los otros. La independencia y el criterio propio pueden convertirse en el peor de los crímenes cuando se está dentro del lado oscuro de la fuerza. Trabajar para el diablo paga peaje. Y lo primero que se resiente es la vida familiar.
En los años de Universidad recuerdo que me interesaba la cuestión de si existe un modo de estar en el mundo propiamente femenino y otro masculino. Es decir, si nuestras innegables diferencias biológicas influyen en nuestra manera de aprehender la realidad y por tanto, generan comportamientos esencialmente distintos ante los mismos problemas. Recuerdo también que los profesores solían eludir elegantemente el meollo de la cuestión. No sé. Cada año que pasa sé menos.
En cualquier caso, dudo que una mujer nos hubiera metido en las guerras mundiales o hubiese engendrado el sistema de campos de concentración con cámaras de gas incluidos.
Recuerdo haber leído unas declaraciones de Golda Meir, la primera ministra judía en plena guerra de Yom Kippur, en las que me llamó la atención la forma en que expresaba la posibilidad de que el eterno conflicto llegara a su fin: "La guerra terminará, decía, el día en que ellos quieran a sus hijos la mitad de lo que nos odian a nosotros".
En medio de un conflicto armado, la dama de hierro por mor de las circunstancias, hacía referencia al amor de padres a hijos. No imagino a Hitler, Stalin, Franco, Mussolini y un largo etcétera de gorilas pensando en esos términos.
Nuestro reinado ha llegado a su fin. Es mejor que nos rindamos ahora, después será peor.
El caso de la mujer en Latinoamérica merece mención aparte. Si hablamos de atraso con respecto a otras regiones del mundo es obvio que la marginación de la mitad de nuestra población no nos ayuda. Antes al contrario. La comparación con otros mundos resulta sangrante. Para igualar los estándares de implicación de la mujer en la sociedad que alcanzan los países escandinavos, los Estados Unidos o la Europa ilustrada (club en el que aún no entra España y menos Italia, en donde se le ríen las "gracias" a un payaso que comete el peor pecado que payaso alguno pueda cometer: no hacer ni puta gracia) nos queda un largo camino.
A pesar del salto cuántico a nivel social que España ha experimentado en estos últimos treinta años no podemos dejar de lado que aún se está recuperando el terreno perdido durante las cuatro décadas de franquismo. Lo comentó el propio Azaña en vísperas de la caída de Madrid: "Tras esta Guerra Civil, España retrocederá cincuenta años con respecto a Europa”. No se equivocaba. Compárese la situación de la mujer durante el escaso lustro que duró la Segunda República y lo que vino después. De dirigir asambleas multitudinarias a sus labores "femeninas". Leer un manual franquista destinado a la educación de la mujer es todo un poema. De terror.
En América Latina las cosas son aún más graves. Tradicionalmente, nuestra región ha destacado por su machismo militante, la mujer ha sido considerada una fábrica de hijos y los lazos familiares han sido, cuando menos, sui generis.
Los famosos 17 hijos del coronel Aureliano Buendía existen. Yo los vi. Es más, en mi reciente viaje a Nicaragua conocí a un individuo que se pavoneaba de haber tenido 40 hijos y puede que alguno más. Dudo que este elemento haya cambiado un solo pañal. Se ve que el “creced y multiplicaos” de la Biblia fue tomado al pie de la letra.
Hasta el momento presente, la participación de la mujer en los órganos de gobierno de nuestros países ha sido escasa y testimonial. Recién ahora se están corrigiendo errores seculares y aparecen personajes como Bachelet y Cristina Fernández. Si bien en este último caso se puede hablar de pingüinato, resulta obvio que Cristina es mucho más brillante que su marido. No hay más que oírlos hablar. Lo mismo ocurría con la mujer de Tony Blair en Gran Bretaña.
La actual vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, es cien veces más brillante y expeditiva que el presidente Zapatero. Y el talento de Zapatero –posiblemente su mejor activo- radica justamente en esto: no tener miedo a rodearse de colaboradores más inteligentes que él. Rubalcaba o De la Vega así lo atestiguan.
Parece una cosa sencilla pero no lo es. Otras instituciones y empresas siguen funcionando, a día de hoy, con el modelo de hombre fuerte y omnisciente, rodeado de lameculos y parientes pobres u oligofrénicos. Véase el caso de la SGAE (la denostada Sociedad de Autores) en España. Su faraón todo lo sabe. El ojo que todo lo ve. Llama cretinos a sus empleados ante las cámaras de la televisión –cabe imaginar cómo los trata de puertas adentro- y no pasa nada. Nadie le llama la atención. Aquí paz y después gloria.
http://www.elpais.com/articulo/cultura/presidente/SGAE/llama/cretinos/grupo/trabajadores/elpepucul/20090713elpepucul_5/Tes
Lo mismo ocurre en los llamados "países del ALBA”. ¿Cuál es la participación real de la mujer en los órganos de gobierno al más alto nivel en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, etc.? Cuando menos, es escasa y nunca alcanza las esferas de decisión última. A menos que tomemos en cuenta a Rosario Murillo en Nicaragua. Pero se trata de un caso excepcional...
La nueva generación femenina en España es mucho más pujante que su contraparte masculina. Hay más mujeres que hombres en la Universidad y tienen mejores expedientes. Alguien me comentó que las treintañeras españolas de hoy en día son como la estatua de la Cibeles: el corazón de piedra y mirando al Banco de España.
Nadie les tose. Ellas tienen muy claro lo que quieren y pronto dominarán el mundo. Espero que para entonces los viajes low cost a Marte sean una realidad consolidada. Me ofrezco voluntario para las primeras pruebas.
No creo que haya nada verdaderamente importante que sea fácil de conseguir. Tampoco los cambios radicales en la sociedad se han producido como si nada, sino que han sido el resultado de fieras y encarnizadas luchas. La conquista de los puestos más importantes en la estructura de poder por parte de la mujer es un derecho pero ha de ser tomado con firmeza, es decir, no será “concedido graciosamente”.
De mi relación con una treintañera brillante y apabullante he sacado las siguientes conclusiones:
1.- Los hombres somos perfectamente inútiles.
2.- Las técnicas de inseminación artificial nos convierten en seres prescindibles.
3.- La lista de cosas para las que servimos es muy limitada (acompañantes de boda, guardaespaldas ocasionales, cargadores de cajas voluminosas, animal de compañía, etc.).
4.- En un mundo perfecto no existiríamos.
En igualdad de condiciones la mujer es muy superior al hombre. El caso más cercano lo tengo en mi propia madre, Susana Gutman. Recién llegada a sus espléndidos sesenta, mi madre ha tomado el toro por los cuernos y ha vuelto a estudiar en la Universidad. No contenta con sacar las mejores notas y ser la admiración de todos sus condiscípulos y profesores, por las tardes trabaja en el Museo Reina Sofía. O sea, que hace una vida propia de una veinteañera. Hasta el rostro le ha cambiado: tiene una nueva energía contagiosa y nos recuerda con su ejemplo que todos hacemos el 2 por ciento de lo que podemos (cuando llega...).
Cuando tenía edad para ir a la Universidad, mi pobre madre tuvo que renunciar a su carrera para cuidar de nosotros. Ella tenía 18 años cuando nací yo y 20 cuando nació mi hermano Diego, una aberración bastante corriente en América Latina (aberración sin la cual yo no estaría escribiendo estas líneas, of course, y no disfrutaría de una madre tan joven y estupenda).
¿Adónde podría haber llegado si no hubiera tenido que cuidar de una familia hinchapelotas? A lo más alto de lo más alto, naturalmente. Aún puede, ya que ha tomado definitivamente en sus manos las riendas de su propio destino. No bastarían diez vidas para devolverle la mitad de lo que nos ha dado a todos nosotros. ¡Gracias, vieja! No somos dignos...
Se suele comentar que la mujer debe optar entre tener una familia y realizarse profesionalmente. No creo que eso deba ser así por decreto. Ahora bien, de mis experiencias profesionales en las estructuras de poder, he de decir que quien pretenda hacer carrera en cuestiones políticas (ya sea dentro de un partido o de una empresa) ya puede irse despidiendo de tener una vida personal plena. O se está con unos o con los otros. La independencia y el criterio propio pueden convertirse en el peor de los crímenes cuando se está dentro del lado oscuro de la fuerza. Trabajar para el diablo paga peaje. Y lo primero que se resiente es la vida familiar.
En los años de Universidad recuerdo que me interesaba la cuestión de si existe un modo de estar en el mundo propiamente femenino y otro masculino. Es decir, si nuestras innegables diferencias biológicas influyen en nuestra manera de aprehender la realidad y por tanto, generan comportamientos esencialmente distintos ante los mismos problemas. Recuerdo también que los profesores solían eludir elegantemente el meollo de la cuestión. No sé. Cada año que pasa sé menos.
En cualquier caso, dudo que una mujer nos hubiera metido en las guerras mundiales o hubiese engendrado el sistema de campos de concentración con cámaras de gas incluidos.
Recuerdo haber leído unas declaraciones de Golda Meir, la primera ministra judía en plena guerra de Yom Kippur, en las que me llamó la atención la forma en que expresaba la posibilidad de que el eterno conflicto llegara a su fin: "La guerra terminará, decía, el día en que ellos quieran a sus hijos la mitad de lo que nos odian a nosotros".
En medio de un conflicto armado, la dama de hierro por mor de las circunstancias, hacía referencia al amor de padres a hijos. No imagino a Hitler, Stalin, Franco, Mussolini y un largo etcétera de gorilas pensando en esos términos.
Nuestro reinado ha llegado a su fin. Es mejor que nos rindamos ahora, después será peor.
7 comentarios:
Gracias Rasskin, pero no se trata de que caiga un reinado y suba otro, sería más de lo mismo, realmente no me interesa una inversión de los términos... no creo que los hombres obedezcan a las características de tus conclusiones después de haber estado con la treintañera brillante, he conocido hombres increíbles y absolutamente necesarios...exhaustiva tu nota, en verdad... agradecida de corazón.
Gracias por tu permanentes y certeros comentarios. Traté de quitarle hierro a un asunto que es muy complejo y, a veces, resulta trágico. Cuando ponía la cuestión en los términos de sucesión de reinados quería hacer referencia a que una mujer de hoy en día no necesita para nada la figura del hombre para "ser".
Te agradezco que rompas una lanza a favor de esos hombres "increíbles y absolutamente necesarios" -entre los que obviamente me cuento, jeje- pero el caso es que en nuestras tierras aún queda un buen número de neanderthales que usan y abusan de la mujer. En la propia España se producen al año unas 60 muertes por violencia de género.
Sinceramente, a mí me parecería genial que las mujeres gobernaran el mundo. Es matemáticamente imposible que lo hagan peor que nosotros...
Es verdad, es una triste realidad, yo misma he sufrido maltrato verbal y afectivo, por llamarlo de alguna manera, en mi vida profesional y personal, y otra cosa también es el tema de las violaciones, y de eso por desgracia también puedo hablar en primera persona (y tenía cuatro años...)mucho camino, pero estamos en marcha me parece, hay todavía tanto para hacer y discutir! gracias por este espacio de pensamiento...
Y cómo explicas a Condoleeza Rice, Ana Botella o Esperanza Aguirre?
Coincido totalmente con vos, Martín, que en estos tiempos las mujeres no necesitamos ningún hombre "detrás" nuestro para poder llevar adelante cualquier tipo de empresa.
El ancestral matriarcado ha ido dando lugar a una sociedad absolutamente machista, cuyo "habitus" (en términos de Bordieu) se va repitiendo de generación en generación. Y, como bien vos decís, en sociedades tan carenciadas como las de nuestra América, este habitus se repite con más vehemencia. De modo que a la mujer latinoamericana le/nos toca un baile bastante fulero. Imagino a los neanderthales ibéricos. No puedo dejar de pensar en la dictadura de Franco y en todas las dictaduras como parte responsable del relegamiento y el sojuzgamiento de la mujer... En fin, es todo tan difícil, se me escapan mil puntas de análisis...
Hay hombres sensibles, pensantes, creativos, con una marcada vocación social ... necesarios, imprescindibles ( como vos, claro, y por qué no algún amigo tuyo que a veces anda por aquí). Hay hombres "humanos"... y también hay mujeres que lo son. Es muy muy complejo el tema. Lo bueno es ponerlo en debate, desde aquí y desde todos los lugares posibles, desde cada uno de nuestros lugares de acción
Un abrazo
Santi, más de lo mismo... hay gente que cree que lamiendo el palo que la golpea se va a transformar en el palo... eso hasta que les dura... aunque algunas provengan de otras culturas, es lo mismo, lucha por el poder... eso lleva a más destrucción, claro...
Sin duda la mujer es una criatura maravillosa. Llena de virtudes por el simple hecho de ser mujer. Con innumerables razones para admirarla. También lo es el hombre, aunque se me ocurren menos virtudes. Esto no quiere decir que todas las mujeres sean maravillosas y todos los hombres unos cerdos. También es cierto que la mujer ha sido maltratada, denigrada, menospreciada durante siglos y por ello, merece no sólo este precioso reconocimiento que compartes Martín, si no un gran empujón para devolverla al lugar del que nunca debió salir: el de igualdad diferente con el hombre. El cambio, no sería cambiar un reinado por el otro (como bien dice Myriam), el cambio sería que no importase si eres mujer u hombre para ejercer tal o cual papel. Sin embargo, las mujeres comparten (en general) una serie de cualidades de las que carece el hombre y viceversa. Y no me refiero a que la mujer es sensible y el hombre inteligente. Así que fijémonos en el individuo como un todo incluyendo su género, sin caer en los tópicos y en las fáciles discriminaciones. Ufffff, qué difícil! Pero yo me apunto.
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