La gente viene a despedirse, los perros no. Aquel mes de agosto Manuel llegó hasta mi casa en el campo. Vino a decir adiós. Estuvimos charlando toda la tarde. Iba a encontrarse con Eduardo Falú, a quien los dos admirábamos. Fue hasta la esquina, dio la vuelta y saludó. Cuando volví a verlo su vida había tomado un rumbo distinto de la mía. Noche en blanco. Chistes del gordo Amor. Cementerios.
Soñé que estaba paseando con mi perro. Él me paseaba a mí. Juntos recorríamos soledades infinitas. Mi perro aún sueña conmigo.
Los dos solos, como solíamos hacer tantas veces. Ese frío castellano, piedra sobre piedra.
Él corría muchos metros por delante de mí. Mientras yo avanzaba en línea recta por campos de girasoles y cepas enanas él subía y bajaba, subía y bajaba. Hasta el valle. Y vuelta a empezar.
Era inútil llamarlo. Venía cuando quería. O no venía. La alegría es un compuesto simple. De viento en vez de agua.
Viviendo solo en medio de la nada con mi perro. El sol de invierno en la espalda. A qué más.
Fidel. Filemón. Filete. Filetón Ciclón. La gente tienen la mala costumbre de morirse. Pero los perros puede que aparezcan al doblar cualquier esquina y corran hacia ti como si no fuera 2 de diciembre de 2009 y no hiciera este frío de camposanto que se te mete en los huesos, esa certeza de no volverte a ver.
Fui a buscarlo tantas veces, patinando en un barro infernal, a kilómetros de la aldea. Regresaba exhausto a casa y me derrumbaba en el sillón frente al fuego. Tantas veces lo di por perdido.
Pero siempre regresaba. Tres o cuatro días más tarde, con un cuerno de toro o media oveja como trofeo. Que estamos en Castilla, hombre. Volvía aunque lloviera a cántaros o la nieve cubriera el camino de los almendros. Se quedaba en la puerta de casa esperando que le abriera, moviendo la cola como si tuviera dos. Esa alegría tan perruna.
-Dónde has estado... mira qué facha...
Con un aspecto horrible, habiendo intimado con todas las perras de la granja, se tiraba a dormir como un adolescente que vuelve de marcha y ya podían sonar los cañones de Navarone. Yo feliz. Fidel está en casa.
¿Habéis visto un perro blanco?
Tuviste hijos lejos de mí. ¿Se me parece alguno...?
Fidel, mi viejo, mi querido perro, camina a mi lado.
Todas las noches.
jueves, 3 de diciembre de 2009
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2 comentarios:
¿Ha muerto Fidel?
Tu post es precioso, Martin, y no he podido evitar un estremecimiento.
Nada como la muerte incita a recordar: es lo más evocador de nuestras vidas.
En fin. Incitar es ley de vida. Evocar, no tanto.
Un abrazo enorme y mis mejores deseos,
Joseba
¿Y dónde está Fidel?
¿continuas paseandolo en los inviernos de tus sueños?
Mira que llamarse Fidel...
Un abrazo
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