En viendo al monarca español Carlos II, último de los Austrias en la corte de Madrid, el nuncio del Papa lo describe de esta guisa:
"El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene
el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio
inferior típico de los Austrias; ojos no muy grandes, de color azul
turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo
lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto.
No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a
una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente.
De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta
vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e
indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer
con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia".
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