viernes, 27 de diciembre de 2013

La máquina del tiempo

H.G. Wells no podría haberlo soñado mejor. Gallardón y nuestro gobierno rancio de toda ranciedad nos demuestran día a día que los viajes en el tiempo son una realidad.

Los viajes en el tiempo, pero hacia atrás. Hacia épocas infames de oscuridades impenetrables. Momentos en que Iglesia y Estado se confundían en una masa informe e irreconocible.

Mientras que en el Vaticano soplan vientos de futuro -en la genuina estela de Juan XXIII- en la España Nacionalcatólica asistimos atónitos a leyes cada vez más retrógradas, que nada tienen que ver con el pulso de las calles.

Una cosa es bien cierta: con sus continuos guiños hacia posiciones extremas, este gobierno firma la sentencia de muerte del partido que lo sustenta. El PP no tiene futuro porque, lejos de parecer -cuando menos parecer, que no ser- una derecha ilustrada y moderna al estilo francés, alemán o inglés (la Italia post-Berlusconi desea volver a contar entre las naciones), se escora hacia posiciones ideológicas perimidas, enterradas en el pozo junto al péndulo.

Por desgracia, lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir.

En esta partida de ajedrez los jugadores son tan mediocres, tan meridianamente ineptos que, lejos de descartar la posibilidad de que cometan errores de principiante, hay que buscar los aciertos con la lámpara de Diógenes.

¡Regresad a vuestros infectos agujeros, cuervos de mal agüero, que nos tapáis el sol!

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