Hubo un tiempo, ya muy, muy lejano, en que Francia era la luz del mundo. La revolución, la república, las libertades individuales, los derechos del hombre. También fue la cuna del racionalismo, un caldo de cultivo fundamental para el desarrollo de la ciencia y el pensamiento. Prefería la tinta de los sabios a la sangre de los mártires. El propio Napoleón fue un déspota egregio que terminó perdiendo el norte pero, en cuanto tensión humana, extendió la luz de la revolución a sitios que vivían en el neolítico. Basta leer sus comentarios a El Príncipe de Maquiavelo para comprobar que allí había un cerebro muy bien amueblado. A años luz de otras bestias pardas que alcanzaron el poder absoluto sobre cuerpos y almas.
Hasta los famosos Cien Días después de Elba parecen el argumento central de una novela de Tolstoi. Una ola de fervor sin límites.
Nombres universales en los más diversos campos del saber y las artes: Lavoisier, Laplace, Descartes, Pascal... y más recientemente Malraux, de Beauvoir, Sartre, Camus. Capaces de alcanzar las cumbres más altas. Un mundo en blanco y negro, Jean Gabin sabiendo que el amor es imposible en Le Quai des brumes, una película que te tritura. Una atmósfera poética y embriagadora. Renoir... Deine blauen Augen machen mich so sentimental... Cómo no.
Si Cádiz hubiera triunfado nuestro país habría dado un salto de gigante. Vive la République! Una España republicana desde comienzos del XIX nos habría permitido estar entre las primeras naciones del mundo.
Pero vivimos otra época. En los tabloides de esta semana, Francia es el lugar de origen de dos extrañas noticias. Al parecer, la imbecilidad comienza en los Pirineos. En dirección NORTE.
Que Tutatis, Taranis -sobre todo Taranis- y Esus nos cojan confesados...
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viernes, 23 de mayo de 2014
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1 comentario:
Precisemos: de los Pirineos hacia el norte. Que si no entramos los vascos, que podemos aspirar a títulos semejantes pero por nuestros propios medios :-)
Francia, en otro tiempo cuna de utopías... volverá por sus fueros. Espero que el lepenismo y los neofascismos sean pasajeros, pero para eso es necesaria otra Europa.
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