domingo, 13 de julio de 2014

Clásicos y patafísicos

Cuentan las crónicas que en la segunda mitad del siglo XIX las élites culturales de la vieja Europa que eclosionó como un grano de pus en la Primera Guerra Mundial -el viejo orden que el Imperio Austrohúngaro representaba fielmente- se ensarzaban en apasionadas discusiones musicales que solían terminar a bastonazos.

¡Qué época tan apasionante! pensaba en mi ya lejana juventud. Duelos a cara descubierta entre wagnerianos y brahmsianos. Ole. Por las cosas del espíritu vale la pena batallar.

Tristes guerras, tristes si no es amor la empresa.

Joseba Lopezortega, querido amigo de fierro, contesta por duplicado las ideas expuestas en la nota "Lo clásico y lo contemporáneo". Joseba es un amante de la música clásica desde siempre. No solo es un amante, sino que la conoce por dentro y, además, escribe un blog que no me cansaré de recomendar por la enorme calidad de sus textos, muchas veces centrados en el hecho musical.

Reproduzco a continuación las dos (2) respuestas de Joseba al artículo comentado. Ambas tienen una genuina estructura musical, con exposición, crescendo y clímax final.


josebalopezortega.com dijo...

    (1) Yo no iba tan al fondo, romano. Lo que pasa es que la frase "el acartonado, elitista, frío y despreciativo mundo de la denominada "música clásica” se puede aplicar con la misma intención y validez a cualquiera de los múltiples conciertos muy modernos y alternativos, de los de gran acampada y escasas duchas, que proliferan en torno a la música “no clásica” por todas partes, y cuya entrada de abono puede igualar o superar por tres días el precio de un abono de temporada de una orquesta sinfónica. “Alternativo” es una palabra que a mi me zarandea entre la incredulidad y el bostezo. La música clásica está muy lejos del régimen de extenuante explotación a que están sometidos pop o rock o lo que sean, creo que se me entiende. Muy lejos.
    Elitismo: pues cuando escucho a los amantes de un grupo hablar de guitarristas, guitarras, púas y demás a mi me parecen élite pura. Y en cuanto a “despreciativo”, precisamente tú Martin sabes de primera mano hasta qué punto los que no aprecian la música clásica la desprecian. Su ignorancia es oceánica. Sucede igual en la dirección contraria.

    12 de julio de 2014, 12:55
OpenID josebalopezortega.com dijo...

    (2) Yo me enteré a los 19 años de la existencia de un grupo llamado Rolling Stones, y ya llevaban tocando juntos unos cuantos años. No alardeo de ello, al contrario, lo digo para ilustrar que incluso alguien musicalmente tan cerrado/obtuso como yo sabe, porque es evidente, que Alan Parsons, Judas Priest, los Beatles y un largo y libérrimo etcétera son clásicos (al menos para alguien), mientras que la inmensa mayoría de los contemporáneos de Bach, Mozart o Mahler no son clásicos, porque su música no existe, dado que sencillamente jamás se interpreta. Sospecho que los dos conocemos los peines del archivo de la Zarzuela que esconde el Palacio de Longoria, ¿verdad? Clásica no es sinónimo de fósil, ni actual lo es de vigencia. Y hay mucha música actual que tiene poco de “contemporánea”: cfr don Julio Iglesias.
    Respecto al resto de tu explicación, qué puedo decirte. Llevo años escuchando con alguna asiduidad música de compositores no ya contemporáneos, sino activos, vivos y coleando, y encuentro mucha producción de gran calidad. Mucha, mucha. Incluso –faltaría- en Glass. Otra cosa distinta es que a ti te aburra. Pues vale. No pienso en Maderna o Boulez o aquellos jóvenes ya muertos o en puertas, pienso en decenas de músicos activos y brillantes que serán sometidos al paso realmente exigente del tiempo y probablemente jamás sean clásicos.
    “El propio estudiante de música clásica se siente un bicho raro, como si estudiara latín o griego clásico y luego pretendiera hablarlo con sus amigos. Están desconectados de lo que pasa en la calle.” Repito mi primera pregunta, ¿perdón? ¿Desconectados de lo que pasa en la calle? Eso es puro tópico. Basta asomarse un poco al mundo de la interpretación de órgano para encontrar estupendos intérpretes jovencísimos que bailan en discotecas y vibran con grupos rock y luchan contra ese tópico, que les hastía. El estereotipo de Bruckner al órgano es eso, un estereotipo.
    Respecto a la emoción como punto de partida, estoy de acuerdo con el último participante. Rosa, Bustamante y Bisbal causaban desmayos, y alguno de los tres seguro que todavía los causa. La emoción es un punto de partida inconsistente o que al menos merece una reflexión mas pausada. Quizá tenga que ir a un concierto de playa a que me rieguen con mangueras para resistir la solana para desentumecerme, pero no alcanzo a entender qué valor aporta esa palabra a tu deliciosa provocación.
    Una última consideración. Hablando de Caballé dices “A menos que vivas en Venus es poco probable que no hayas oído hablar de Queen o de los Beatles. Cuando menos revela un desprecio absoluto por conocer la realidad de sus contemporáneos”. Pues no, Martin, no: lo que pasa es que Caballé es el ejemplo perfecto de artista/naranja exprimida, aislada y virtualmente secuestrada por un entorno explotador, has ido a un caso extremo… y lo sabes. Y en todo caso no habría traza de desprecio en no saber quién era Mercury. Yo lo supe muy tarde, pero respetaba perfectamente a quienes andaban hurgando en yacimientos distintos de los míos. No es desprecio, sino ignorancia y predilección. Sencillamente me daba igual.
    Disfruta del olor de la noche romana.


Bien, como decía el bueno de Jack -también conocido como "El Destripador"- vamos por partes.

Vaya por delante que soy un convencido. Es decir, gracias al cielo, he tenido la oportunidad de conocer la música clásica desde muy joven y la disfruto desde entonces. Me emociona y me gusta. Y no me canso de escucharla. Con mis idas y venidas. Porque al padre hay que matarlo para ir un paso más allá, aunque uno sepa que volverá a casa algún día. Cargado con otras alforjas. Si Dios y los hados quieren, naturalmente.

Primera cuestión. Cuando propuse la consideración del fenómeno de la emoción como elemento a tener en cuenta para hablar del fenómeno musical contemporáneo no me refería a Bustamante, ni a Rosa de España, ni Bisbal y sus ricitos de oro, ni a los triunfitos ni a la madre que los parió. Podías haberme llamarme imbécil a la cara y me habría parecido más amable. No tenía constancia de que me tuvieras en tan baja consideración. Tomo nota...;;;). A modo de compensación, acepto invitaciones a cualquier sociedad gastronómica de esas que tú conoces.

Pues no. Cuando hablé de emoción, apunté que no tenía muy claro qué es eso que llamamos emoción. Incluso apunté que si la obra de arte es demasiado previsible constituye un insulto a la inteligencia pero si es demasiado imprevisible, de alguna manera también lo es.

Era una pregunta, antes que una afirmación. Trataba de decir que, de tan especulativa que se había vuelto la música contemporánea "culta" -ya sé que Julio Iglesias es también contemporáneo pero dudo que haya oído hablar de lo que es un acorde de sexta napolitana, una cadencia rota o la música serial y creerá que Stockhausen es un equipo de fútbol, el Bayern Stockhausen-, a mi modo de ver había perdido cierto contacto con un fenómeno más primitivo si se quiere, pero fundamental en el hecho musical: la emoción. Es como pensar en jazz sin swing. Desde un punto de vista teórico tiene interés. Aumenta la combinatoria de soluciones posibles pero ¿qué queda de un fenómeno que llegó a ser música de baile sin swing?

Al modo platónico, deberíamos aclararnos y poner en común qué consideramos "emoción".

Nombras a Boulez, Maderna o Glass. ¿Acaso su música genera combates puñoenrostro como los enfrentamientos entre brahmsianos y wagnerianos? Me temo que no.

El 99,99 % de la población ni siquiera conoce sus nombres. ¿Debemos colegir entonces que el 99,99% de la población es subnormal porque no sabe, ni le interesa y considera la música contemporánea un experimento de ratas de laboratorio? Si eso no es elitista, entonces hemos de definir también qué entendemos por élite.

Si el porcentaje de suspensos está en el entorno del 30-50 por ciento, es un problema de los alumnos y su bajo nivel. Si el porcentaje supera con creces el 80 por ciento, me inclino a pensar que el problema es del profesor. No está capacido para transmitir conocimientos. No se le entiende. Habla en otro idioma.

Conciertos para perro y orquesta. Espera un momentito que hay que afinar bien ese serrucho. Dame un octavo de tono. Ahora, sí. ¿Ha llegado ya el solista de gato en celo? Sí, está en el camerino.

¿No sería más fácil aceptar que existe un divorcio absoluto entre la práctica compositiva contemporánea y el público?

Soy un gran consumidor de radio. De toda la vida. Cuando escucho a Cifu, el decano del jazz, me contagia la pasión -no exenta de un conocimiento técnico fabuloso- que siente por esa clase de música.

Cuando escucho Radio 2, Radio Clásica, tengo la impresión de estar en misa. No distingo bien si se trata de un programa musical o de una homilía. Curas estreñidos.

Por el trabajo que realicé hace algunos años -para el Príncipe Negro- tuve la oportunidad de tratar de primera mano con músicos de todo pelaje y condición. Desde los primeros espadas de Berklee, hasta compositores patrios laureados no con uno, sino tres premios nacionales de música. Y no digo más. Decenas y decenas de personajes. La West-Eastern Divan Orchestra de Barenboim. Y un largo etcétera.

En resumidas cuentas, de mis incontables entrevistas de trabajo afirmo que el músico clásico considera al músico de jazz un músico inferior (el gato Adorno). Al fenómeno del rock'n'roll y sus infinitas variaciones lo contempla con una mezcla de asco y desdén profundos (muchas veces con razón, porque se trata de fenómenos puramente comerciales). Al músico flamenco también lo miran por encima del hombro. "Una tradición oral..." Por eso trabajar con flamencos es una tortura: tienen la violencia y las ganas de pasar por encima de quien sea propias de un animal apaleado. A Paco de Lucía le han dado con un caño oxidado en la cabeza. Una vez muerto es una gloria nacional incontestable. Españas tengas y las ganes.

Oír hablar a los clásicos de sus propios competidores es todo un poema. Ese no sabe, el otro es un tarado, aquel no tiene ni idea. Acaba uno asfixiado de tanto ego ridículo.

El fenómeno del ego cuando alcanza ciertas cimas (o "simas") se torna imposible de describir con palabras. El ego desatado y sin control, incapaz de reírse de sí mismo, es sin lugar a dudas la forma más estúpida de vida conocida.

Recuerdo el experimento de "divulgación" de los 3 tenores. Carreras, Plácido y Pavarotti. Kraus, que no fue invitado, declaró que "a ciertos niveles de calidad es imposible ser popular". Luego dicen de los argentinos.

Por increíble que parezca, esta historia es totalmente verídica. Otra vez la Caballé. Hace unos 15 años, una amiga portuguesa, productora de televisión, invitó a la diva a participar en un programa infantil. Se rodaba en Portalegre, perto da fronteira.

Según el guión, se suponía que la Caballé iba a cantar para los niños o con los niños, no recuerdo bien. En el programa salían muñecos al estilo "Un globo, dos globos..." De hecho, había uno parecido a Espinete. Pinchinho, sería. Vaya usted a saber.

Cuando llegó el turno de salir a "escena", la soprano descubrió que el Espinete luso también cantaba. Entonces, como dicen nuestros hermanos portugueses, ela "entrou em parafuso" y se negó en redondo a continuar con el programa. Dijo que ahí la única que cantaba era ella. Y no hubo forma. PROBLEMAS DE EGO CON ESPINETE. Fascinante. Es muy difícil que se te ocurra esta historia, ya sea drogado o especialmente sembrado.

En 1994 entrevisté a Luis de Pablo para el libro "Música Virtual". La charla fue más allá de una simple entrevista y terminó en una cena hasta altas horas. Hablamos de todo lo divino y humano. Expresó una opinión sobre el de Algeciras y lo que a su juicio representaba para el mundo del flamenco que me niego a comentar. Simplemente brutal. Nunca oí nada tan bestia sobre nadie.

Sí. El músico de conservatorio vive en Venus. Tocando piezas de hace 250 años y no entiende nada de lo que hacen los contemporáneos, porque ni ellos mismos lo entienden. Es como la física cuántica. Ni el propio Einstein entendía qué era todo aquello.

Ver un clásico "relajarse", "improvisar", etc. produce, en el mejor de los casos, desazón. Son máquinas de tocar cosas escritas por otros. El sueño de la razón produce MONSTRUOS. John Lennon, con su particular sentido de la contención, los definía como retrasados mentales. Decía que alguien al que hay que decirle lo que tiene que hacer no es digno de ser llamado creador.

Cuando un clásico decide bajar de su pedestal de nube de pedo, léase Plácido Domingo cantando tangos o Barenboim tocando a Piazzolla en trío con Mederos y Héctor Console, el resultado es, en el mejor de los casos, insulso. Correcto. TODAS LAS NOTAS ESTÁN EN SU SITIO, pero sin garra, sin duende, sin alma. Música para ascensores. ¿Qué es eso que no está en la partitura? ¿Cómo se expresa? ¿Cómo se transmite? El misterio.

¿Acaso no tendrá que ver con heridas como cuchillos, con calles sin luz, con vivir con intensidad?

De cada amor que tuve tengo heridas
heridas que no cierran y sangran todavía.

¿Sabía Borges lo que se siente en una pelea callejera? Y sin embargo el valor y la cobardía pueblan sus cuentos. ¿O hace falta ser boxeador como John Huston para hacer "El tesoro de Sierra Madre" o sentir la posibilidad del amor como un puñal envenenado en "La noche de la iguana"?

El  negocio de la músical clásica, porque no seamos ingenuos, la música clásica es un negocio como cualquier otro, con sus CDs, sus DVDs, sus productores, sus orquestas, sus divos y divas, sus abonos y sus sponsors, etc., apenas supone el 8 por ciento del negocio musical en su conjunto.

¿No eso un fenómeno elitista? Entonces no entiendo nada.

Preparar un pianista para llegar a ser un Ivo Pogorelich cuesta al estado una millonada. Y llegan 2 de 2 millones. Por número de oyentes, sería más barato comprarle a cada aficionado poseso de la música clásica de este santo país un reproductor de CDs y una nutrida colección de grabaciones que mantener la estructura de la radio y sus plúmbeos locutores. Salvo Fernando Argenta, Dios lo tenga en su Santa Gloria.

Luz, más luz. Aire fresco. Para que el pueblo conozca los tesoros de la música culta hay que seducirlo, emocionarlo. Convencerlo. Y no se convence desde un púlpito. Hay que ganarse los corazones.

Los conciertos o los encuentros de música clásica contemporánea suelen estar trufados de sesudas explicaciones. Hay más páginas escritas que partituras. "He pretendido hacer...", "lo que intento sublimar es...", "mi obra es un intento de...". NO ME CUENTE USTED MILONGAS. El mundo de la emoción no requiere explicaciones. No me explique nada porque me importan un pimiento sus detalles de cocina. Déjeme probar el plato y ya le diré yo si es un manjar o hay que guillotinar al delincuente.

Orquestas como las de Venezuela por todas partes. Porque el arte puede salvar almas (ahora el cura soy yo, Francesco...! Parala...). Eso LO SÉ. Pero ¿cómo resolver la ecuación del sacrificio que exige la perfección y el disfrute inmediato?

El problema de la música clásica está directamente relacionado con el espíritu de los tiempos. La gente lo quiere todo. Y lo quiere YA. No tolera la más mínima frustración. No entiende lo que significa el sacrificio.

En el mejor de los casos, una carrera de intérprete clásico exige 20, 30 años de estudio monástico, de vida sin luz. Como mi pianista favorito de todos los tiempos, Sviatoslav Richter, para quien la idea del relax era marchar a su dacha y encerrarse en una habitación sin ventanas a estudiar piano. TODO EL DÍA.

¿Quién está dispuesto a esto con los tiempos que corren? Alguien que no es muy normal que digamos. Alguien que vive en su torre de marfil, como la Caballé.

¿Te parece que digo muchos tópicos, Joseba? Serán los años.

Me duele que la cultura esté en manos de cuatro gatos. Me irrita ver las actitudes de unos y otros. Mundos absolutamente incomunicados.

Tópico utópico.

Joseba Lopezortega, en breve recibiréis la vista de mis padrinos. Os espero a las seis en la fuente. Podéis escoger armas.

Bombardinos o Tubas wagnerianas.

































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