¿Era ella? Sí. Hacía años que no la veía. Desde aquel viaje absurdo a Alicante.
—¡Luisa!
Al principio no me reconoció, pero terminó dándome un abrazo. Me recordó muchas cosas.
—¿Por qué dejaste de escribir? —no había duda, era ella. Ese talento natural para la diplomacia.
—Bueno... en realidad no dejé de escribir.
—Ah... pues estupendo.
—Lo que dejé es de escribir bien.
jueves, 16 de febrero de 2017
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