Cuando finalmente y contra todo pronóstico Efraín consiguió el puesto de director general lo primero que hizo fue reunirse con su jefe de seguridad.
—Maidana... ¿verdad? Tiene usted aspecto de policía.
—Lo fui... pero de eso hace bastante tiempo.
—Necesito saberlo todo acerca de mis colaboradores. Sin excepciones. Sobre todo de aquellos que se dicen mis aliados. Quiero saber qué piensan realmente, si tengo que temer algo de ellos y con qué medios cuentan para una posible rebelión. Cuáles son sus puntos débiles, cómo se relacionan. Y quiero reunir toda la información que pueda comprometerles en un futuro. ¿Qué puede hacer por mí?
—Bueno... cualquier cosa, señor director. Lo que usted ordene. Siempre que sea legal...
—¿Y si se trata de algo manifiestamente ilegal?
—Ahh... pues también. Solo varía el precio.
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