Los avances en Inteligencia Artificial (IA) resultan asombrosos. Para los que crean que los escenarios futuristas planteados por la ciencia ficción están lejos aún, tenemos el caso de AlphaZero, una plataforma de IA creada por Google DeepMind.
Lo interesante de AlphaZero es que, partiendo de cero, se le proporcionaron las reglas básicas del ajedrez y la máquina se convirtió en experta en aproximadamente cuatro horas. Al final del día era una campeona de primer nivel. También se le enseñaron las reglas del Go y del Shogi, con resultados espectaculares en ambos casos.
La máquina aprendió POR SÍ SOLA, sin intervención humana.
Parece ser una simple cuestión de tiempo que las máquinas aprendan a hacer todo lo que sabemos hacer los seres humanos. Bien.
El sentido último del ajedrez es ganar la partida. Si la máquina gana todas las veces, ¿qué sentido tiene el juego en sí? De hecho, ¿qué sentido tiene dedicar la vida a algo que una máquina hace mejor?
¿A qué distancia estamos de programar la emoción, aquello que nos conmueve? El error aleatorio pleno de significado.
La IA nos pone en nuestro sitio. Lo que consideramos muy complejo no es más que la consecuencia de nuestra incapacidad. Seguimos la misma senda de Copérnico, Einstein, Freud... la imagen del ser humano en el centro del mundo cada vez más lejos. Ya lo dijo Blaise Pascal: "El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante".
¿Hemos de redefinir qué significa "pensante"?
Todo parece indicar que estamos en camino de una Humanidad 2.0 (esta idea se la robo a mi hijo Iván). ¿A la hora de escribir novelas las máquinas del futuro se robarán ideas entre sí como hacemos los simples humanos?
Mientras no creen robots cantores de tango y cyborgs que bailen al son de Pugliese como los dioses estamos a salvo. Ahora que lo pienso... ¡ya están aquí!
Asistidos por la inteligencia artificial podremos conquistar el espacio y resolver enigmas que ahora se nos antojan imposibles. Avances insospechados en medicina, energía, megaestructuras.
El futuro ha dejado de ser una entelequia difusa. El futuro es ahora.
Voy a prepararme un buen guiso de cuchara que todo esto me da muchísima hambre.
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