La lectura de "Adriana Buenos Aires (última novela mala)" de Macedonio Fernández supuso un antes y un después en mi adolescencia.
Como la realidad imita a la literatura, en años posteriores fui encontrando similitudes destacables entre la vida que Manuel hizo en la ciudad del Plata y los avatares del protagonista de la novela.
La sempiterna presencia de la pensión, como reducto de soledad y epicentro de planes delirantes para tentar a la suerte. Fundamentalmente, para intentar que reorientara las velas. O que simplemente mostrara alguna constante vital.
Por la avenida que corre junto a la ventana de la mugrienta pensión en que vivo...
Borges admiraba intensamente a Don Macedonio, que cantó a un Buenos Aires mágico, energético, último refugio y esperanza de una nueva oportunidad para todos los perseguidos del mundo. Eneas en busca de una nueva Troya en Italia. Previa estación en las arenas de Libia para amar a la arrolladora Dido.
Él viene de la derrota y la destrucción de su hogar. No hay vuelta atrás. Ella es una diosa irresistible avant le tango. Se encuentran en las playas. Eneas es un náufrago. Dido, una reina. Y se aman con una desesperación enfermiza, animal, instintiva. Dos, tres, doce noches seguidas con sus días. Eneas sabe que debe continuar viaje. Ella se debe a su pueblo.
Después. No existe el después. Solo la intensidad y la entrega. Borrachos de sí mismos, atados sus cuerpos a esa lava ardiente que los quema, el sueño los envuelve precipitándose dulcemente desde las estrellas. Cadentia sidera somnos... hasta en latín suena a música, a bosque de hayas.
Tangazo. Si algún día tengo una milonga en propiedad se llamará "Dido y Eneas".
Rescato esta frase de Fernández sobre la música ciudadana de la cuenca del Plata: "lo único cierto es el tango, porque es lo único que en estas tierras no necesita consultar con Europa".
Hasta el pitido final todo puede cambiar, mi viejo. Solo hay que aprender a desear. Con el mismo deseo ardiente y sin esperanza con que se baila un tango con alguien desconocido. Alguien que no veremos más, que se irá de nuestra vida para siempre, que envejecerá lejos. Que tal vez nunca estuvo allí.
Y, a pesar de saberlo, se espera que la vida comience.
sábado, 3 de febrero de 2018
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