La epopeya de Óscar Pérez, el montañero que quedó atrapado en el techo del mundo, trae hasta nosotros el eco de los viejos héroes. Seres capaces de ver al otro lado del mar, de jugarse la vida por una pasión.
La aldea mediática ha vivido el drama de un rescate que nunca llegará y el terrible paso de las horas mientras una vida se apagaba. Un hombre joven, en la cumbre de la existencia, que entrega su corazón generoso y alcanza la gloria persiguiendo un imposible. Hay algo inefable en su empeño de guerrero griego luchando con los dioses en los límites del mundo. Algo que nos pertenece a todos, que está dormido, que permanece agazapado.
Una llamada a las cosas grandes, las empresas importantes en las que vale la pena embarcarse. Como el anuncio que Ernest Schackleton publicó en The Times para reclutar a la tripulación de la heroica expedición del Endurance:
"Se buscan hombres para peligroso viaje. Salario reducido. Frío penetrante. Largos meses de completa oscuridad. Constante peligro. Dudoso regreso sano y salvo. En caso de éxito, honor y reconocimiento".
Cuando Gabriel, en "The Dead" de James Joyce, comprende que su mujer nunca podrá sentir por él lo que siente por su enamorado de juventud, el malogrado Michael Furey, contempla su silueta exhausta por el recuerdo y siente el frío de Dios recorrer cada centímetro de su cuerpo. También hay algo grande en su interior, místico, eterno, que alcanza a entrever la posibilidad de una pasión total. Como la que Óscar sentía por la montaña.
“Sí. Los periódicos tienen razón: La nieve está cubriendo toda Irlanda. Cae sobre toda la oscura llanura central, sobre las colinas despobladas. Suavemente sobre los pantanos de Ennell. Y más lejos, hacia el oeste, cae suavemente sobre las oscuras y revueltas aguas del Shannon. Uno a uno, todos nos convertiremos en sombras. Es mejor pasar a ese otro mundo impúdicamente, en la plena euforia de una pasión, que irse apagando y marchitando tristemente con la edad. ¿Cuánto tiempo has guardado en tu corazón la imagen de los ojos de tu amado diciéndote que no deseaba vivir? Yo no he sentido nada así por ninguna mujer. Pero sé que ese sentimiento debe ser amor. Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los tiempos. Y en mí, transeúnte como ellos, fluctuando también hacia su mundo gris. Como todo lo que me rodea. Este mismo sólido mundo, en el que ellos se criaron y vivieron, se desmorona y se disuelve. Cae la nieve. Cae sobre ese solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado. Cae lánguidamente en todo el Universo. Y lánguidamente cae como en el descenso de su último final. Sobre todos los vivos y los muertos.”
La aldea mediática ha vivido el drama de un rescate que nunca llegará y el terrible paso de las horas mientras una vida se apagaba. Un hombre joven, en la cumbre de la existencia, que entrega su corazón generoso y alcanza la gloria persiguiendo un imposible. Hay algo inefable en su empeño de guerrero griego luchando con los dioses en los límites del mundo. Algo que nos pertenece a todos, que está dormido, que permanece agazapado.
Una llamada a las cosas grandes, las empresas importantes en las que vale la pena embarcarse. Como el anuncio que Ernest Schackleton publicó en The Times para reclutar a la tripulación de la heroica expedición del Endurance:
"Se buscan hombres para peligroso viaje. Salario reducido. Frío penetrante. Largos meses de completa oscuridad. Constante peligro. Dudoso regreso sano y salvo. En caso de éxito, honor y reconocimiento".
Cuando Gabriel, en "The Dead" de James Joyce, comprende que su mujer nunca podrá sentir por él lo que siente por su enamorado de juventud, el malogrado Michael Furey, contempla su silueta exhausta por el recuerdo y siente el frío de Dios recorrer cada centímetro de su cuerpo. También hay algo grande en su interior, místico, eterno, que alcanza a entrever la posibilidad de una pasión total. Como la que Óscar sentía por la montaña.
“Sí. Los periódicos tienen razón: La nieve está cubriendo toda Irlanda. Cae sobre toda la oscura llanura central, sobre las colinas despobladas. Suavemente sobre los pantanos de Ennell. Y más lejos, hacia el oeste, cae suavemente sobre las oscuras y revueltas aguas del Shannon. Uno a uno, todos nos convertiremos en sombras. Es mejor pasar a ese otro mundo impúdicamente, en la plena euforia de una pasión, que irse apagando y marchitando tristemente con la edad. ¿Cuánto tiempo has guardado en tu corazón la imagen de los ojos de tu amado diciéndote que no deseaba vivir? Yo no he sentido nada así por ninguna mujer. Pero sé que ese sentimiento debe ser amor. Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los tiempos. Y en mí, transeúnte como ellos, fluctuando también hacia su mundo gris. Como todo lo que me rodea. Este mismo sólido mundo, en el que ellos se criaron y vivieron, se desmorona y se disuelve. Cae la nieve. Cae sobre ese solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado. Cae lánguidamente en todo el Universo. Y lánguidamente cae como en el descenso de su último final. Sobre todos los vivos y los muertos.”
2 comentarios:
Bravo!
Felicidades por tu blog, Martin, en particular por esta preciosa elegía para este montañero, creo que debes enviar el texto o el enlace enlace a la web de Peña Guara.
Un abrazo desde Bilbao.
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